Uber está operando en Montevideo de manera irregular desde noviembre de 2015. Después de un año, la conformidad de las autoridades es escandalosa. Esta negligencia adquiere ya el grado de complicidad. A la IM no le tembló el pulso cuando tuvo que sacar a los vendedores ambulantes de las avenidas de Montevideo. Eso denuncian los trabajadores del taxímetro agremiados en el Sindicato único de automóviles con taxímetro y telefonistas (Suatt) que hace meses están en conflicto “Por un transporte popular, contra Uber y las multinacionales”
Innovación y progreso
Uber de novedoso no tiene nada, más que su capacidad para hacer desaparecer la regulación laboral y de protección al usuario. Hace muchos años que se puede pedir comida mediante una aplicación de celular, inclusive se puede conseguir un taxi de este modo desde 2014. El problema no es de ninguna manera tecnológico; es el avasallamiento de las conquistas obreras que protegen al trabajador y al usuario, al poner límite al lucro.
Esta empresa que en todas las ciudades donde entró dejó un reguero de humo, fuego y vidrios rotos, además de poner en riesgo 7.000 puestos de trabajo sienta un precedente que los trabajadores no podemos permitir.
De gran significación es que no solo es un avance material, sino que es también ideológico. Ya que, no solo se terceriza el trabajo asalariado, dejando al trabajador sin aguinaldo, licencia, salario vacacional, jubilación, haciéndose cargo del combustible y todos los costos del coche; sino que el trabajador está satisfecho por ser cuentapropista. No solo se deja al usuario a merced de una “tarifa dinámica” sin restricciones, conducido por un chofer no acreditado para el traslado de pasajeros, en un auto sin inspección ni seguro contra accidentes; sino que está maravillado por acceder a un servicio novedoso proveniente del primer mundo.
Este avance forma parte del ajuste, como todo avance del capital sobre el trabajo, y debe sumarse al tarifazo, las pautas de hambre de estos consejos de salario, la pérdida de empleo y al recorte en salud y educación.
La respuesta obrera
La lucha de los trabajadores ha escalado en estos meses y lo va a seguir haciendo. Luego de ocho movilizaciones masivas, tres carpas y un gran acto en la explanada municipal, han obligado al intendente Martínez a cambiar el discurso ambiguo, que no condenaba esta actividad y hablaba de regular a Uber. La IM sale ahora a hacer dudosos operativos con interrogatorios a choferes y usuarios, y Martínez condena públicamente la actividad. Obviamente esto no es suficiente y el conflicto no sólo sigue, sino que crece en intensidad. Se preparan más movilizaciones y medidas distorsivas.
El Suatt se propone combatir el embate ultra-flexibilizador y evitar que las autoridades regulen a Uber; deberán hacer cumplir la normativa vigente, es decir echarlo. La normativa vigente no es mala por excesiva, es mala por insuficiente. Regular a Uber es consagrar el retroceso.
Los trabajadores organizados se han desmarcado decididamente de la actividad de la patronal del taxi, que para pelear contra Uber ha querido descolgarse del convenio salarial y ha denunciado la mampara, una de las conquistas obreras más importantes. Dourado es uno de los capitalistas más inescrupulosos que la gente conoce, una especie de Berlusconi tercermundista y grotesco, un semi esclavista que ahoga a los trabajadores en jornadas de 12 horas. Pero ha contado con la gracia de los últimos gobiernos nacionales y municipales; de hecho, como Salgado, fue un monstruo creado por las intendencias de Vázquez en adelante. Responsable junto a las autoridades, del terreno fértil que encuentran Uber, Easy Taxi y Cabify.
El trabajador, todos los días mientras cumple su tarea, siente en el bolsillo la llegada del modelo pirata, y como en todas las ciudades donde se ha instalado Uber, está empezando a haber hechos de violencia en las calles durante las jornadas laborales. Las autoridades deberán hacerse responsables de cada uno de ellos.
Conservadores ¡nunca!
Un transporte popular significa que Uber se vaya, pero no para que todo quede como está. Implica, no desde ahora, sino desde siempre, una visión transformadora de todo el transporte de pasajeros. No es casualidad que todas las mejoras sustanciales que ha experimentado el servicio hayan sido conquistas obreras. Los trabajadores saben mejor que nadie que el servicio es malo, y sobre todo que las condiciones de trabajo en el taxi son escandalosas. Lo saben porque lo viven en carne propia todos los días y lo vienen combatiendo históricamente. Un transporte popular significa, entre otras muchas cosas, tarifa accesible, boleto popular, autos cómodos en los que quepa el usuario, el chofer y la mampara, y servicios de ómnibus en todas las horas y en todos los barrios. En definitiva un transporte pensado como servicio público y no como negocio.
Uber se va a ir, pero no por acción de la patronal o las autoridades; a Uber lo echan los trabajadores.
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