Sanders promete apoyo
Trump ha tomado las primeras definiciones de integración de su futuro gobierno. Entre ellas se encuentra la designación de Michael Flynn como asesor de seguridad nacional, un general retirado defensor del uso de la tortura en la “lucha contra el terrorismo”; Mike Pompeo en la cabeza de la CIA, integrante del Tea Party, la extrema derecha del Partido Republicano; y Stephen Bannon como consejero principal del gobierno, quien es repudiado por racista, homofóbico, antisemita y misógino. Bannon es uno de los principales impulsores del negociado de las contratistas, que serían beneficiadas por el gasto en infraestructura a gran escala a costa de incentivos fiscales y un más endeudamiento público, es decir, de una política ‘neokeynesiana’ de ampliación del déficit fiscal.
Trump anunció que EEUU se retirará del Acuerdo Transpacífico (TPP) -al que le seguirá la derogación del Nafta- para subir los aranceles aduaneros, especialmente a las importaciones de China y México. Se trata de lo que hemos señalado (Tribuna de los Trabajadores, 12/11) como un programa de guerra comercial y financiera, acompañado por un incremento del militarismo y la guerra, a secas.
La política comercial proteccionista de Trump, se encuentra acompañada de un plan de ajuste para igualar el precio de la fuerza laboral estadounidense a la China, México y otros competidores. Los nombres que figuran como candidatos de Educación o Seguridad Social, son connotados privatizadores e históricos activistas de derecha como Michelle Rhee, Besty DeVos o Mike Korbey. La especie de que Trump iba a “moderar” su política cuando se apreste a gobernar (Financial Times, 14/11) se desmorona y los primeros pasos dan cuenta de una orientación guerrerista y de ataque a las masas.
Sanders
El ex-contrincante de H. Clinton y autodenominado “izquierdista” Bernie Sanders, ha continuado en una senda de capitulación política. Lo hizo por primera vez cuando no levantó una candidatura independiente y apoyó a H. Clinton pese a los abucheos de sus seguidores en la convención demócrata. Las encuestas lo daban con posibilidades de llegar a la presidencia en una contienda con Trump y Clinton, pero prefirió apoyar a la “liberal” frente al “fascista”. Una “liberal” a la que catalogó en la campaña de las internas demócratas de amiga de las grandes corporaciones, capitalista e imperialista. De ese modo Sanders -que derrotó a Clinton en veintidós Estados, incluidos los industriales- dio la espalda a los millones de trabajadores y jóvenes que lo veían como “socialista”.
Luego del triunfo de Trump, Sanders se opuso al nombramiento de connotados racistas y xenófobos en cargos ministeriales y de confianza -como el publicista y periodista Steve Bannon-. También apoyó en principio las movilizaciones anti-Trump que levantaban la consigna “no es mi presidente”. Expresó que si el futuro mandatario seguía con su política de odio e intolerancia, él lo iba a enfrentar duramente. Ante la derrota de Clinton, Sanders emergió como referente principal de los demócratas. Enfrentarse a Trump con firmeza supondría una importante polarización política en los EEUU y un “reencuentro” de Sanders con su electorado de las internas.
Una mano a Trump
En medio de las movilizaciones populares anti-Trump, de las denuncias por ¡700! casos de violencia racista por parte de sus seguidores y del anuncio de expulsar a tres millones de inmigrantes, Sanders le tendió una mano. Dijo textualmente: “Si el presidente se toma en serio las políticas que mejoran la vida de las familias trabajadoras, voy a presentar algunas oportunidades muy reales para que él pueda ganar mi apoyo” (www.democracynow.org, 17/11). En lugar de ejercer una denuncia contra la política de guerra y ataque a los trabajadores, desenvolviendo una oposición política de izquierda desde el comienzo, Sanders promete ser la pata izquierdista de un régimen en desintegración.
Los anuncios de Trump de un gran plan de infraestructura mediante el endeudamiento estatal -con una deuda del 120 % del PBI-, de una suba del salario mínimo y de “crear empleo”, “cautivaron” a Sanders. La creación de empleo en los EEUU en el marco de la crisis mundial sólo puede sostenerse en base a bajos salarios y precariedad laboral. Sanders dejó por el camino su promesa de campaña de 15 dólares la hora como mínimo. Por otra parte, la mísera suba salarial que plantea Trump tiene como contrapartida la expulsión forzosa de la fuerza de trabajo de tres millones de inmigrantes -en principio-. Para Sanders éstos no cuentan en “las familias trabajadoras” que dice defender.
Los insalvables límites del “centro-izquierdismo”
Sanders se suma a un extenso collar de derrotas de los llamados “centro-izquierdistas”. No impulsar a los trabajadores como alternativa política independiente supone “hacerle el juego a la derecha”. Los sectores reaccionarios de la derecha se postulan como los más capaces de ahogar las rebeliones populares que produce la crisis mundial.
En Europa, “Podemos” en España y “Syriza” en Grecia, concitaron un gran apoyo popular pero terminaron capitulando ante el capital e “incluyéndose” en su sistema de dominación.
En América Latina han fracasado en la última década las experiencias “nacionales”, “populares” y “progresistas”. Gobernando en un auge económico sin precedentes, no lograron -ni quisieron- industrializar ningún país ni romper la cadena de dependencia con el imperialismo. Bastó la caída del precio internacional de las materias primas y alimentos, para desmoronar el castillo de naipes de estos gobiernos. Los Maduro, Dilma, Kirchner, Vázquez- Mujica y demás, utilizan el miedo “al retorno de la derecha” como forma de mantener a los pueblos sometidos a las diferentes variantes del capitalismo. Buscan circunscribir la política a la elección de “el mal menor” y extorsionar así a las masas explotadas.
Para enfrentar a los Macris, Temers o Trumps, nos debemos abocar a la construcción de partidos revolucionarios de masas que barran de una vez con tanta barbarie.
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