Publicado en el semanario Voces 20/6
Varios observadores han coincidido en señalar el debate entre Ernesto Talvi y Oscar Andrade como un “hito”, “histórico” fue el más usado, condimentado con el infaltable “valores democráticos” del Uruguay. Esto tiene el aroma que se está queriendo vender un paquete al electorado. La calificación es una desproporción colosal, porque desde el vamos no asistimos a un debate sino a apenas a una exhibición coordinada previamente para no ocasionarse perjuicios.
El formato da la posibilidad de “replica” luego de cada exposición temática y de una contrarréplica, es decir que existían condiciones para que progresara un debate dentro de ese marco. Lo que se vio, sin embargo, fue a dos candidatos separados por sus apetitos: Talvi pelea la interna con Sanguinetti y Andrade, sin chance, está arreglando para aterrizar como numero dos de la fórmula y lo busca de forma desembozada. Esto ultimo quedó en evidencia en el lapsus sobre el final de su mensaje y luego lo confirmo en el Programa Mañanas Informales: “No encuentro diferencias sustanciales entre Martínez y Cosse, por eso me gustaría que si un integrante de la fórmula viene de la gestión del gobierno lo acompañara alguien que venga de un movimiento social.”
Sea como fuere el “debate” fue un gran encubrimiento del sistema político tomado en su conjunto. La agenda de las fuerzas que se presentan como competidoras son sustancialmente la misma. Esta semana tendremos una idea más clara de esta ausencia de divergencias luego del debate entre Cosse y Larrañaga, dos versiones que tienen dificultades para explicar sus propias ideas.
El otro mito es el que pondera el hecho de que dos candidatos con “ideologías dispares” puedan discutir civilizadamente sobre sus propuestas en la TV. La afirmación es incorrecta. Andrade no hace campaña con un programa “comunista”, ni siquiera anti-capitalista, todo su discurso apela a la “desigualdad”, cita a la OCDE y la CEPAL para argumentar la necesidad de aumentar 0,0002% de impuesto a los poseedores de más de 2mil hectáreas. Apela a la “batalla cultural” (no a la lucha de clases) y a construir “un relato”. La última novedad es que el FA tendría “un programa reformista” (Voces 6 de junio), ¿Cuál reforma? ¿Los beneficios a UPM (ausente com-ple-ta-men-te en el debate) son de un programa reformista? Los privilegios a las multinacionales de la celulosa no han evitado que todo ese armado esté en un completo impasse. Su planteo de reactivar la economía con un programa de vivienda publico recula cuando los periodistas le mencionan el “déficit fiscal”. Detrás del marketing no existe ninguna consistencia.
Andrade no era una alternativa, su fuerza política gobierna hace 15 años, si tenía una remota chance de ganar la interna apenas se proyectaba como un relevista. La distancia entre la crisis capitalista y el programa del PCU son formidables, hablar de reformismo en la atapa de declinación del Frente Amplio es una ficción completa.
El partido colorado y el PCU sos fuerzas políticas que ya gobernaron. Esto es lo que es importante señalar a los trabajadores. Y aunque aún el deterioro del FA no ha dado lugar a un proceso de radicalización, forzosamente es el horizonte que nos espera.
Esta comprensión exige tener un programa, no que “un albañil” sea vicepresidente, que no es mas que un slogan.
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