por Camilo Márquez
Los jóvenes en Uruguay –tras casi diez años de gobierno nacional del Frente Amplio, y 25 años de gobierno en la capital– seguimos sufriendo los bajos salarios, el trabajo precario, alquileres prohibitivos, una educación pública colapsada por falta de fondos, represión policial en los barrios populares para la juventud, mientras los grandes capitalistas obtienen fabulosas ganancias.
Se destinan miles de millones de dólares al pago de la deuda externa y a los subsidios a los capitalistas, mientras “no hay dinero” para resolver las necesidades populares: educación de calidad, empleos genuinos, aumentos de salario, plan de vivienda popular.
El planteo blanqui-colorado de “bajar la edad de imputabilidad”, coloca un falso debate y una falsa polarización: el gobierno del Frente Amplio viene agravando las penas para los llamados “jóvenes infractores” –que de hecho son imputables desde los 13 años. Estamos ante dos variantes represivas y que no dan cuenta de las verdaderas soluciones que son necesarias para terminar con la inseguridad. El gatillo fácil en los barrios populares revela que ya hoy con el falso “progresismo” en el gobierno se le da vía libre a los cuerpos represivos, munidos de la ley de procedimiento policial y el código de faltas.
Se aprobó la llamada “legalización de la marihuana” como supuesto camino para combatir el narcotráfico, cuando la mejor manera de terminar con los narcos es eliminar el secreto bancario y comercial, ya que el dinero de la droga se lava en la economía “legal”. El registro estatal de consumidores de marihuana es otro elemento antidemocrático y represivo que repudiamos: seguirá existiendo todo un mercado clandestino de parte de los menores y de quienes no quieran quedar “escrachados” en ese registro. El Estado debería estar aumentando el presupuesto de la salud estatal para quienes necesitan salir de la adicción, en lugar de destinar recursos para producir marihuana, que será un nuevo mercado para los Monsanto y Cía.
La crisis capitalista internacional está planteando en todo el mundo un ataque a las condiciones de vida populares, y en particular de los jóvenes. En España el 50% de los menores de 25 años está sin empleo. En Grecia el desempleo juvenil llega al 66%. Los salarios caen, los pocos empleos que se consiguen son precarios, se desmantelan la educación y la salud públicas, se aumenta la edad para jubilarse con lo cual los trabajadores son más explotados y se agrava el desempleo. La política de los gobiernos –de derecha o de centro-izquierda– descarga la crisis sobre los explotados, y eso se traduce en la rebelión de los “indignados”.
América Latina entró de lleno a la crisis, como ya se visualiza en Brasil, en Argentina y también en nuestro país. El movimiento de indignación popular en el país más futbolero del mundo, muestra que el falso “progresismo” de Brasil está agotado, los jóvenes se largan a las calles a repudiar el negociado capitalista dirigido por la mafia de la FIFA. En Argentina la juventud giró hacia la izquierda: no es casual que el Partido Obrero y su juventud (la UJS) hace años vengan ganando las principales facultades y la propia FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires). El PO y el FIT recogen un altísimo porcentaje del voto juvenil, lo que indica que se ha abierto una nueva etapa para los trabajadores argentinos, de superación del nacionalismo burgués (peronismo) que monopolizó políticamente a los explotados argentinos en el último medio siglo.
En Uruguay el Frente Amplio ya no despierta expectativas de cambio. En el marco de la crisis de 2002, del derrumbe de los partidos burgueses tradicionales, los explotados se ilusionaron en este falso “progresismo” pero la experiencia ha demostrado que es un instrumento centro-izquierdista del gran capital y del imperialismo. El FA podrá recibir muchos votos en octubre, pero ya está agotado, no genera entusiasmo sino hastío y desilusión. Astori, el hombre de confianza de la banca y del FMI, será el futuro ministro de Economía si gana Tabaré Vázquez.
Sea cual sea el próximo presidente, lo esencial de la política económica no cambiará. Se viene un ajustazo contra los trabajadores y el gasto social, es decir, se pretenderá descargar la crisis sobre los explotados. Frente a esta perspectiva de devaluación y ajuste tras las elecciones, levantamos la consigna que recorre el mundo: “que la crisis la paguen los capitalistas, no los trabajadores”.
La juventud tuvo una escasa participación en las llamadas “internas”, en las cuales participó apenas un 37% del padrón. En este cuadro de hastío por los políticos profesionales burgueses y pequeño-burgueses, la campaña del PT para lograr vencer los mecanismos proscriptivos del régimen político atrajo la atención de decenas de compañeros jóvenes, muchos de los cuales se sumaron a la militancia para apoyar la construcción de una alternativa obrera y socialista.
Los principales candidatos sólo se refieren a los jóvenes para relacionarlos con la “inseguridad”. Los que han gobernado y generado condiciones de existencia miserables para las masas ahora ensayan diferentes teorías sobre cómo combatir a la “delincuencia juvenil” pero ninguno ataca el fondo del problema, que no es otro que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada día más pobres.
Los jóvenes del PT llamamos a poner en pie una organización juvenil de masas, de carácter anti-capitalista, socialista y revolucionaria. Te convocamos a sumarte a la construcción de la Juventud Revolucionaria, porque la lucha contra el capitalismo es necesariamente política, es decir, plantea la cuestión del poder. Si el poder sigue en manos de los banqueros y grandes capitalistas, los trabajadores seguiremos pagando la crisis. La pelea por nuestras reivindicaciones va de la mano con nuestra propia educación y nuestra preparación para la lucha por un gobierno de trabajadores, y por la unidad socialista de América Latina.
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