Recientemente se conformó un nuevo grupo político que ingresó a la Unidad Popular. La iniciativa surgió a partir de dirigentes de la agrupación estudiantil Frente de Participación Estudiantil Susana Pintos, que actúan en la FEUU. La nueva organización política se llama Compromiso Socialista.
De este modo, el salto de la militancia estudiantil a la escena de la política nacional resulta un mérito, pues expresa la vinculación del movimiento estudiantil con la lucha política y social poniendo de manifiesto la necesaria unidad de la transformación educativa y cultural con la transformación social y política de la sociedad.
El nacimiento de Compromiso Socialista (CS) forma parte de un cuadro político más amplio en el que vive la izquierda latinoamericana. Se trata de la etapa abierta por el derrumbe de los gobiernos nacionalistas o de centroziquierda, desde el chavismo en Venezuela, el PT de Brasil, el Kirchnerismo en Argentina y, en esta tendencia, el propio Frente Amplio en Uruguay. El fracaso de estos gobiernos, da lugar al ascenso de los Macri y Temer: un pasaje de una política de contención de las masas a otra de ataque directo a las condiciones de vida, como se manifiesta en las reformas laborales y ajustes en curso. El balance de este proceso es una condición fundamental para la acción política de la izquierda latinoamericana anticapitalista, lo que implica desenvolver un debate de carácter programático.
Nacionalismo y balance
Compromiso Socialista comienza su carta de presentación con la propuesta de una profunda “redistribución de la riqueza”. Es, sin embargo, uno de los planteos centrales del nacionalismo y centroizquierdismo continental que encontró su límite en la bancarrota capitalista mundial, que asumió características globales a partir de 2007-2008. Beneficiados por un desarrollo capitalista parasitario y dos grandes ciclos de subas de precios internacionales de materias primas, el nacionalismo latinoamericano inició un ciclo de endeudamiento (público y privado) que se aplicó a la expansión sin precedentes del crédito al consumo, engordando los beneficios financieros e hipotecando a las familias. Al mismo tiempo, los plantes sociales ‘redistribucionistas’ -la mayoría financiado por el Banco Mundial- encubrieron la falta de creación de empleo y la ausencia de industrialización (planes que ahora son ajustados por los descomunales déficit fiscales, originados por los pagos de intereses de deuda y subsidios al capital). La crisis mundial es el fin de la ilusión del planteo de realizar una ‘redistribución de la riqueza’ sin expropiar al capital, planteo que se encuentra ausente en la carta de CS.
En esta misma línea CS plantea el lugar de la burguesía nacional con posibilidades de poder “competir y desarrollarse”, aunque sometidas a un papel subordinado al imperialismo. Las burguesías de los países coloniales y semi-coloniales son incapaces de “desarrollarse”, debido a que llegaron tarde al reparto del mundo entre los países imperialistas y sus intereses están atados a estos últimos. El problema es de fondo porque los trabajadores no podemos depositar ninguna esperanza en la clase dominante nacional para transformar nuestra atrasada economía, sino que es la fuerza social de la clase obrera la única capaz de hacerlo. El sujeto histórico del nacionalismo -la burguesía nacional- se encuentra más impotente que nunca para desarrollar una iniciativa nacional autónoma, en el marco de la decadencia del capitalismo mundial. Es un planteo político en retroceso, como lo muestran las 100 leyes que el kirchnerismo votó con el macrismo o la privatización de PDVSA que Maduro quiere entregar a la petrolera rusa Rensfet.
UP
Finalmente, CS define su lugar en el escenario político señalando la “importancia estratégica (de) la reunificación de la izquierda en el plano electoral por fuera del marco frenteamplista” en la Unidad Popular, en momentos en que el diputado por la UP le acaba de garantizar el voto 50 al Frente Amplio en la votación del presupuesto nacional. El apoyo de la UP se fundamentó en el planteo de aumentar impuestos sobre algunos sectores capitalistas y desarrollar una política de protección de la industria nacional. Pero los empresarios tienen el margen para trasladar los impuestos a precios: seremos los trabajadores los que pagaremos el costo de estas medidas. No se puede abordar el problema de estos artículos abstrayéndose de la orientación general de la rendición de cuentas y del destino de los fondos recaudados por estos nuevos impuestos, que irán al pago de la deuda y a subsidiar a los capitalistas. Se trata de una adaptación al régimen del ajuste. La defensa del trabajo, la vivienda, la educación y salud como plantea CS, exige desenvolver un sistema único de inversión y crédito, junto con un plan de desarrollo industrial bajo control de los trabajadores, sobre la base del no pago de la deuda y la nacionalización de la banca y el comercio exterior.
El propósito de estas líneas es aportar al debate político y elaboración programática. No puede existir un partido sin programa, sin embargo, es lo que ocurre en Uruguay y América Latina. Para la clase obrera la ‘importancia estratégica’ del momento se define en la construcción de partidos revolucionarios.
Agustín Caula – Nicolas Marrero
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