El parate del proceso económico tiene su expresión en la caída del PIB, el aumento del desempleo, de la inflación y la caída -sostenida- de la inversión pública y privada. Un punto de enormes contradicciones se encuentra allí donde los analistas oficiales, ortodoxos y heterodoxos, ven el signo de mayor fortaleza: la deuda pública.
Recientemente el gobierno realizó un canje de deuda por más de mil millones de dólares a una tasa del 8%. Astori destacó la “confianza” de los inversores en la capacidad de pago del Estado. Así, Uruguay parecería quedar excluida de la crisis mundial. Sin embargo, el ‘veranito’ especulativo no ha sido más que el efecto rebote de la masiva salida de capitales especulativos de Gran Bretaña luego del Brexit que se aplicaron en títulos de deuda de los emergentes (Ámbito Financiero, 27/7); es decir, un efecto limitado de una burbuja financiera que tiende a ‘pincharse’, y cuyos efectos serán una fuga de capitales mayor del que entró.
En el último año, en un cuadro de caída de la recaudación el monto del pago de los intereses de deuda aumentó casi un 40% -el rubro que más ha incrementado el déficit fiscal-, en tanto la sangría continúa pues se deben gatillar 7.000 mil millones de dólares durante 2016. Se deberá, por tanto, recurrir nuevamente al financiamiento internacional en cuadro de creciente bancarrota, o sea con menores posibilidades de contraer nueva deuda a menores tasas. Para hacerlo, el gobierno debe ofrecer garantía de repago; primero creando las condiciones para esa garantía, por ejemplo a través de la devaluación del peso, el ajuste de los gastos sociales, la reducción de los salarios, la pérdida de las conquistas sociales -es decir, la recreación de las condiciones para recuperar los niveles de ganancia medios o extraordinarios. La votación del ajuste en la Rendición de Cuentas es la primera dosis de este camino -que incluye una serie de nuevos ajustes y tarifazos- con la intención declarada de no perder el ‘grado inversor’, es decir de tener acceso al financiamiento del capital especulativo internacional para pagar deuda y engordar los beneficios financieros de ese capital.
El derrumbe de la experiencia frenteamplista, viene acompañada por una quiebra de orden general, con el ingreso de Uruguay al circuito de la crisis de deuda que recorre América Latina, es decir, a los países que reclaman un rescate del capital financiero internacional y sus estados. Asistimos a un período de mayores convulsiones sociales y políticas.
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