Públicado el jueves 21/9 en Prensa Obrera (semanario del Partido Obrero)
La figura de Raúl Sendic se constituyó en el centro de una aguda crisis política en Uruguay. El ahora ex vicepresidente -fue reemplazado por la senadora Lucía Topolansky, la esposa del ex presidente José Mujica- aparecía como una figura de “renovación” en el Frente Amplio. Tanto Mujica como el actual presidente Tabaré Vázquez lo habían señalado como delfín para la sucesión presidencial.
Hijo del respetado fundador del movimiento Tupamaros, cuyo nombre había heredado, Sendic fue presidente de la principal empresa del país -la petrolera Ancap-, donde contó con un gigantesco presupuesto, virtualmente una caja paralela financiada con el crédito petrolero del chavismo, mediante la cual podía impulsar inversiones mixtas o públicas (bajo el derecho privado), gozando de una total libertad y con escasos controles.
El grupo de Sendic -junto al Partido Comunista- tenían el virtual monopolio dentro del directorio de Ancap, lo cual generaba la ira (y probablemente la envidia) del astorismo, fracción liderada por el ministro de Economía, Danilo Astori, quien pretendía controlar esa caja. La gestión mujiquista en Ancap dejó un inmenso agujero de más de 800 millones de dólares. Como en la Petrobras de Lula y la PDVSA de Chávez, en torno de Ancap se realizó una tentativa desarrollista limitada que degeneró en un “capitalismo de amigos”.
El ministro Astori acusó a Mujica por las cuantiosas pérdidas de la petrolera, que debió ser capitalizada. La disputa entre astoristas y mujiquistas gira en torno de las inversiones en las empresas públicas (o semipúblicas), dado que el actual ministro de Economía oficia de garante ante el capital financiero y las calificadoras de riesgo internacionales. Mujica (y Sendic) defienden las inversiones en las empresas controladas por el Estado como supuesto “motor de desarrollo”. En el caso de la petrolera, ésta aún cuenta con el monopolio de refinación e importación de combustible, por lo que puede fijar el precio interno y es una vía para la recaudación de impuestos (explícitos o no). La política de Mujica -que tuvo ensayos mucho más destacados en Brasil, Argentina y Venezuela- condujo a un gigantesco fracaso.
Cabe señalar que los planteamientos de Sendic no tienen la menor apariencia de izquierdistas. El hijo del ex líder tupamaro aplicó sanciones represivas a los trabajadores de Ancap y chocó en varias oportunidades con los cortadores de caña en el norte del país (que siguen siendo brutalmente explotados en beneficio de la producción azucarera y de etanol). Cuando Vázquez lo eligió para acompañarlo en la fórmula electoral, Sendic no desentonaba en lo más mínimo con un discurso contra las huelgas, anunciando que podría decretar los “servicios esenciales” (prohibición de los paros) contra los trabajadores de la educación -algo que hizo Tabaré Vázquez en 2015.
La caída en desgracia de Sendic es consecuencia de la creciente descomposición del Frente Amplio, atravesado por una fuerte puja interna y un profundo malestar de su base electoral. En otro contexto, las denuncias que se realizaron contra el vicepresidente no hubieran generado mayor efecto, pero se convirtieron en el detonante de una crisis política. Tabaré Vázquez le soltó la mano cuando percibió que se había constituido en un factor de desgaste del gobierno, que acentuaba una tendencia a la parálisis, que de todas formas, es bien anterior a la crisis en torno de Sendic. La renuncia del vicepresidente puede dar cierto aire en lo inmediato al Frente Amplio, que ahora intenta minimizar sus luchas intestinas, pero la crisis de fondo no ha sido superada. A dos años de las elecciones, el FA carece de una candidatura que sea capaz de unificarlo, por lo que más temprano que tarde se lanzará abiertamente la competencia por la sucesión de Tabaré Vázquez.
El elemento de fondo es la crisis capitalista que exige una ofensiva contra las conquistas y el salario de los trabajadores, como lo muestra la reforma laboral en Brasil o en Francia. No se puede mantener contentos al mismo tiempo a los empresarios y a los trabajadores. Las cámaras empresariales de Uruguay reclaman seguir el camino de Temer, algo que, por ahora, ningún partido se anima a impulsar abiertamente.
El retroceso del Frente Amplio también se expresa en diversos sindicatos, donde las corrientes oficialistas son desplazadas por agrupamientos independientes del gobierno, entre los que destaca el Partido de los Trabajadores.
Estamos ante la declinación de una experiencia política que ha dominado a la izquierda y al movimiento obrero durante décadas. El Frente Amplio afirmó que podría desarrollar la economía y sacar al pueblo de la miseria sin terminar con el latifundio ni con el sometimiento a la banca y los monopolios internacionales y, al mismo tiempo, pagar la deuda externa. El resultado es el enriquecimiento de los terratenientes y el aumento imparable de la deuda pública, mientras la inmensa mayoría de los salarios no llegan a cubrir la mitad del costo de la canasta familiar.
El PT de Uruguay plantea a la clase obrera la necesidad de dar la espalda a la fracasada estrategia de “alianza con la burguesía progresista” y preparar la lucha por un gobierno de trabajadores.
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