La clase obrera internacional y todas las masas populares, oprimidas, empobrecidas y socialmente excluidas de todo el mundo están experimentando una devastación social, guerra, migraciones en masa, batallas feroces en múltiples frentes, una lucha permanente por la vida. El drama no termina. Los desafíos más grandes en la historia están de frente.
Diez años después del colapso de Lehman Brothers, la fusión financiera mundial y la Depresión que la siguió, la aún irresuelta crisis capitalista global –“la peor de la historia” de acuerdo a Ben Bernanke, ex-Presidente de la Reserva Federal de los EEUU – avanza a través de convulsiones hacia nuevas explosiones.
Las extraordinarias medidas tomadas por los bancos centrales y gobiernos (“flexibilización cuantitativa”, tasas de interés cercanas a cero o negativas, paquetes de estimulo, etc.) para parar el descenso al abismo fracasaron en proveer una salida viable par la catástrofe en marcha. Produjeron, por el contrario, nuevas, monstruosas “burbujas” especulativas, peores que aquellas que estallaron en 2007-2008, enormes bombas de tiempo listas para explotar con enormes implicaciones sociales y políticas. Los intentos del los capitalistas para evitar las amenazas venideras poniendo marcha atrás, terminando con la flexibilidad cuantitativa, incrementando globalmente las tasas de interés, etc., así como el alza del nacionalismo económico, el proteccionismo y la escalada de guerras comerciales y monetarias internacionalmente, acerca la caída a nuevas profundidades de depresión. Las economías y monedas de Argentina y Turquía en caída libre son solo los primeras señales avanzadas de la tormenta que viene en la arena global.
La tan celebrada “globalización” del capital llevo a la globalización de todas sus contradicciones y finalmente a su propia implosión. En el bicentenario del nacimiento de Karl Marx, sus análisis y pronósticos, en su obra magna Das Kapital, encuentra su más dramática reivindicación histórica. “La verdadera barrera de la producción capitalista es el capital mismo”.
La insolubilidad de la crisis está fortaleciendo tanto la tendencia a la guerra imperialista como la tendencia a levantamientos sociales, rebeliones populares – y a la revolución.
El orden mundial internacional, como fue establecido después de la Segunda Guerra Mundial, se cae a pedazos bajo el impacto de la crisis global y la agudización de los antagonismos imperialistas y los conflictos internacionales. Ninguna institución capitalista, nacional o internacional, permanecerá intacta.
Los Estados Unidos de Trump achicaron el Tratado Trans Pacífico (TPP en inglés), amenaza a Canadá y México con la disolución del NAFTA, está acelerando la desintegración de la UE, incluso la existencia de la OTAN se está poniendo en cuestión. Donald Trump y sus políticas no son un caso aislado de locura sino el síntoma, la manifestación brutal de las fuerzas históricas de desintegración desatadas por los EEUU y el capitalismo mundial en descomposición avanzada.
La Unión Europea ha entrado en proceso irreversible de descomposición: la crisis de deuda de la Eurozona, Grecia, el Brexit, la Italia de Salvini, las divisiones entre el este y el oeste, el norte y sur de Europa, la ruptura del eje Franco-Alemán de la EU con un régimen político en crisis en ambos países.
Desde el volcán de guerras del Medio Oriente a los Balcanes y las fronteras orientales de Europa en Ucrania, del Cáucaso al Asia Central al Mar del Sur de China y Corea, el imperialismo ya se enfrenta, directa o indirectamente, con Rusia y China para fragmentar y recolonizarlos, absorbiéndolos en el capitalismo mundial.
Por otro lado, un nuevo levantamiento de masas está en camino.
En el Medio Oriente y el Norte de África, a pesar del retroceso de la primera marea revolucionaria y el infierno de la agresión imperialista y las guerras, hay una serie de revueltas en 2018 contra la miseria social y el desempleo en Túnez, Marruecos, Irán, Irak, Jordania, la Gran Marcha del Retorno de la juventud palestina en Gaza, hasta movilizaciones de masas en el mismo Israel contra el apartheid de nuevo estilo con la Leyes Callejeras Básicas. Se hace claro, incluyendo los reportes del FMI, que las fuerzas motrices que produjeron las revoluciones del 2011 aún trabajan.
En Europa, la polarización se manifiesta por las crisis de régimen, el ascenso de la extrema derecha, -y la decadencia de la democracia burguesa, de un lado, y, del otro, un malestar entre las masas que resisten: continuas huelgas obreras en Francia contra las leyes anti-laborales, la crisis nacional catalana y la caída del gobierno de derecha de Rajoy en España, la revuelta popular en Rumania contra el gobierno corrupto, etc.
En América Latina, el agotamiento, declinación y caída de los gobiernos burgueses “nacionales y populares” no corresponden a un agotamiento del potencial revolucionario como las luchas en Brasil contra el golpe de derecha, el tremendo movimiento de las mujeres en Argentina por el derecho al aborto legal, seguro, y gratuito contra la colusión del Estado y la Iglesia o la rebelión popular y derrocamiento del gobierno en Haití lo demuestran.
La cuestión central planteada por la crisis y las luchas que irremediablemente genera no es la capacidad de luchade las masas que derrotistas y escépticos profesionales en una izquierda desmoralizada y la extrema izquierda usualmente subestiman. El tema crucial es el de la orientación política, la consciencia, la estrategia, tácticas, programa, es decir de la organización revolucionaria, un partido de combate capaz de aprender a través de su intervención constante en la lucha de clases cómo ganar y dirigir a las masas a su propia emancipación.
Ya desacreditado por el rol y la función de las tradicionales máquinas burocráticas del estalinismo y la social democracia, después de la no gloriosa aunque trágica muerte de la Unión Soviética en 1991, el concepto del Partido revolucionario compartió el destino de todos los principios y conceptos asociados con la Revolución de Octubre y su distorsión en el así llamado “(no) Socialismo real”.
Fue rechazado junto con las perspectivas de revolución social –particularmente de una revolución socialista mundial– del Socialismo, y el Comunismo, falsamente identificado con crímenes horrendos, retórica formalista, fracaso histórico y colapso final de los regímenes burocráticos estalinistas.
Los mitos de 1989-1991 celebrando “el fin de la Historia” y la “final y completa victoria del capitalismo liberal”, particularmente luego de la irrupción de la crisis global en 2007, parecieron completamente ridículos y han sido abandonados. Pero todo tipo de ilusiones fetichistas desde los grandes momentos de la globalización financiera global permanecen y la confusión y desorientación histórica aún prevalecen en la izquierda. Le mort saisit le vifl El pesimismo histórico post 1991 y el escepticismo político alimentan, entre los trabajadores y el movimiento popular, la desmoralización, el derrotismo, la parálisis.
Así como las contradicciones de la globalización capitalista comenzaron a emerger, los movimientos sociales experimentaron un revivir a comienzos del siglo 21, y los sistemas parlamentarios burgueses establecidos fueron sacudidos por la crisis post 2007, la respuesta preponderante en la izquierda fue intentar encontrar un sustituto “radical” a la revolución, que era considerada una opción no realizable ni deseable que pertenecía irremediablemente al pasado siglo.
Las tendencias dominantes en una revivida izquierda “radical” y social eran o virar hacia el fetichizado, llano “movimientismo” o, luego de su fracaso, buscar una senda más allá de la línea divisoria histórica entre reforma y revolución, combinando la lucha parlamentaria-electoral por la conquista del poder del gobierno (burgués) con apoyo de movimientos sociales extraparlamentarios. Los “movimientistas” e “izquierdistas radicales” cultivaron la ilusión de una salida a la crisis capitalista, por la creación gradual de “espacios emancipados” dentro del marco del capitalismo y su Estado.
En todos los casos, la política de clase y la independencia política de la clase obrera de las fuerzas burguesas fueron abandonadas, en nombre de una indefinida “multitud” o de un “frente amplio” o de “partidos amplios” y otras coaliciones heterogéneas sueltas. La bancarrota política de tales “experimentos” para evitar la senda revolucionaria, la estrategia marxista, y la organización de un Partido de combate es ahora claro para todos, desde América Latina varios tipos de “populismo” en Brasil, Uruguay, Argentina, Ecuador, Bolivia o Venezuela a las desastrosas experiencias europeas de la capitulación de Syriza en Grecia o del curso derechista de Podemos en España y del Bloco de Esquerda en Portugal, o el patético fracaso de los “partidos amplios” como el NPA en Francia.
La imagen invertida del espejo del liberalismo y el oportunismo liquidacionista de izquierda es la fosilización sectaria, la inercia de grupos enmascarando su parasitismo bajo la pomposa auto-proclamación de “revolucionarios” y escondiendo su abstencionismo de la lucha política de clases viva con denuncias estériles de otras organizaciones en el movimiento obrero, el ultimatismo, el rechazo a cualquier acción unida de la clase y la repetición propagandística ecléctica, fuera de contexto, de citas clásicas marxistas. Estos agrupamientos y círculos sectarios ignoran completamente las advertencias de León Trotsky que el marxismo es un materialismo dialéctico “método de análisis de relaciones sociales, no de textos” (En Defensa del Marxismo), “la más alta apreciación crítica cuantitativa y cualitativa de la realidad objetiva desde el punto de vista de la acción revolucionaria” (El Nuevo Curso).
No puede haber un movimiento y/o partido revolucionario sin aprender de las recientes experiencias estratégicas así como de todas las revoluciones y contra-revoluciones del pasado, sin una valoración crítica y una ruptura decisiva con el estalinismo desde la izquierda, el punto de vista marxista revolucionario, no desde el punto de vista de derecha o liberal. El desplazamiento al liberalismo de izquierda en condiciones donde la propia social democracia se estaba desintegrando y convirtiendo en neo-liberal se convirtió en la principal forma de capitulación al status quo capitalista.
Contra el nihilismo político en la izquierda, que fue una rendición vergonzante al triunfalismo burgués de finales del siglo 20, lo que se necesitó y se necesita es una reapropiación creativa del legado teórico-político de Marx, de la Revolución de Octubre y del marxismo revolucionario. Una indispensable herencia teórica a ser tomada no como el fin metafísico del pensamiento sino como el cimiento necesario para el desarrollo ulterior de la teoría y la práctica revolucionaria, una apertura no dogmática a lo que es nuevo en la historia, a toda experiencia liberadora de lucha por la emancipación humana universal, el comunismo. Una ruptura de la izquierda liberal, con o sin el disfraz “radical”, necesita prestar gran atención a lo que Lenin enfatizo de nuevo, en 1923, contra Zukanov y la “ortodoxia marxista” mecánica, kautskyana, de la Segunda Internacional: “No han entendido para nada que es lo esencial en el marxismo: su dialéctica revolucionaria”. Esta es la línea de demarcación más profunda entre Marx y el marxismo, de un lado, y sus caricaturas liberales o socialdemócratas o estalinistas, del otro.
Ningún movimiento revolucionario y/o partido puede ser construido con amnesia histórica, ni ninguna teoría revolucionaria viva, solo por improvisaciones empíricas en la lucha de clases cotidiana o por el auto-aislamiento sectario en una prisión ideológica auto-construida de esquemas muertos. Más tarde o más temprano tal esquematismo empirista o dogmático, activismo sindical o ceguera política abstencionismo sectario termina en la adaptación oportunista y la capitulación a las limitaciones y presiones del medio nacional burgués.
“como es imposible construir el socialismo en un solo país, es también imposible tener una política socialista revolucionaria en un solo país”. Esta afirmación de León Trotsky es más actual y sólida que nunca ante nuestra época imperialista de decadencia capitalista, especialmente mientras la globalización capitalista produjo la interconexión internacional más profunda y el carácter mundial domina los desarrollos históricos desiguales y combinados. Un partido obrero revolucionario verdadero, de combate, puede ser construido solo como parte de la lucha por construir una Internacional obrera revolucionaria.
Las características específicas de cada formación nacional juegan, indudablemente, un rol esencial para la elaboración de una estrategia, tácticas y programa revolucionario. Pero estas características tienen que ser integradas en el proceso histórico mundial. Esta es la base material para el internacionalismo militante en la práctica concreta, no solo por una abstracta “solidaridad de los pueblos”, en términos moralistas. Y un internacionalismo organizado, activo, revolucionario, es decir una Internacional, es la única fuerza que puede realmente dirigir la lucha para derrotar al capitalismo mundial en decadencia, el impulso de la guerra imperialista y el ascenso de las tendencias de extrema derecha nacionalista contra-revolucionaria producido por su crisis global.
Nuestra corriente internacional está formada por la convergencia de partidos y organizaciones marxistas revolucionarias de América Latina, Europa, y más tarde del Medio Oriente, viniendo de diferentes orígenes en el fragmentado movimiento trotskista internacional. Surgió de las secuelas de la desintegración de la Unión Soviética, en oposición al prevaleciente derrotismo en la izquierda, luchando, por la refundación de la Cuarta Internacional, primero como movimiento (MRCI) y luego, después de su Congreso de Fundación en 2004 en Buenos Aires, como la Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional (CRCI). Nuestro reagrupamiento estaba basado definidamente sobre análisis de la situación mundial y el programa revolucionario votado en 2004. Pero también, primer y principal, se basó en la estimación histórica estratégica que nuestra época transicional, el ciclo histórico abierto mundialmente por la revolución socialista de octubre de 1917 NO estaba cerrado con el colapso de la Unión Soviética y el giro hacia la restauración capitalista en Rusia, China, y Europa central y oriental. Esto fue y es la línea divisoria fundamental entre nosotros y la mayoría de otras tendencias y organizaciones de izquierda internacionalmente.
Desde éste punto de vista de la época, la Cuarta Internacional fundada por Trotsky y sus camaradas en 1938 tuvo como tarea histórica no solamente luchar contra el estalinismo –ahora, después de 1991, en ruinas – sino completar a escala mundial el trabajo de transformación revolucionaria y transición hacia el comunismo mundial comenzado en 1917. La crisis de la transición histórica, el retraso prolongado de la revolución social particularmente en los centros metropolitanos del capitalismo mundial, la degeneración burocrática en la URSS con todas sus implicaciones desastrosas y su muerte final, la fragmentación y desorientación de la Cuarta Internacional después de Trotsky, son tremendos obstáculos, pero de cuales debemos y podemos superar por medios internacionales revolucionarios de las masas proletarias y de su vanguardia organizada. Las necesidades más hondas de la vida social humana chocan irreconciliablemente con la barrera del orden global capitalista en decadencia, como lo demuestra la actual crisis global irresuelta del modo más irrefutable.
Las tareas incumplidas planteadas por la misma historia deben ser completadas. Son más urgentes hoy que nunca. Esto hace necesario el renacimiento de la Internacional nacida, bajo las condiciones más difíciles en 1938, de la necesidad de completar la revolución mundial comenzada en octubre de 1917, y fundada por la última vanguardia de oponentes bolcheviques al estalinismo –la Cuarta Internacional.
Ningún otro reagrupamiento de sectas o una federación suelta de grupos orientados nacionalmente sino una verdadera Internacional, peleando en la arena mundial para cambiar el mundo.
Nuestro órgano teórico-político internacional Revolución Mundial, cuya publicación fue decidida en la Conferencia Internacional llamada por el Partido Obrero de Argentina, el Partido de los Trabajadores de Uruguay, el EEK de Grecia, y el DIP de Turquía en Buenos Aires en abril de 2018, viene a servir a esta causa histórica. Su ambición y objetivo es convertirse en punto de referencia internacional del marxismo militante para el debate principista, la clarificación política, la delimitación política, el reame teórico con la dialéctica revolucionaria materialista-histórica como guía para la acción, el reagrupamiento y la unificación de los luchadores revolucionarios de vanguardia hoy dispersos internacionalmente en luchas fragmentarias.
Nuestro grito de batalla es: ¡por la Revolución Permanente y el comunismo, construyamos la Internacional de la revolución socialista mundial!
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