A medida que pasan los días, la crisis política que han dejado las recientes elecciones se agrava. Los dos partidos tradicionales de España, que sufrieron un retroceso histórico en materia de votos, están muy lejos, por sí solos, de poder formar gobierno. Los grandes grupos económicos impulsan la formación de un gobierno de unidad nacional entre el PP y los socialistas. Pero para el PSOE, un agente incondicional de la Unión Europea y de la troika, una alianza con Rajoy es indigerible. Un compromiso de esas características incrementaría el ascenso de Podemos. Teniendo en cuenta este panorama, los socialistas han empezado a negociar un acuerdo con la fuerza de Pablo Iglesias. Para formar gobierno deberían contar, además, con el concurso de otras vertientes menores de izquierda y de los nacionalistas vascos.
Podemos
Podemos canalizó el hartazgo respecto de los partidos tradicionales y buscó expresar al movimiento de Indignados que explotó años atrás contra la miseria, la desocupación y los desalojos masivos provocados por la crisis capitalista que sigue conmoviendo al país. Pero desde entonces fue acentuando su derechización.
El discurso de Podemos, cada vez más divorciado de cualquier propuesta de transformación social, se concentró en el planteo de “renovación” y crítica de la “casta política”. Ese discurso fue copiado por el centroderechista Ciudadanos, demostrando de paso su carácter insustancial y de regeneración del Estado burgués. Aunque Ciudadanos se pinchó en el último tramo de la campaña luego de un meteórico ascenso, se llevó consigo una parte de la base electoral que inicialmente se había inclinado a favor de los de Iglesias.
Emulando a Tsipras
Podemos se encamina ahora al camino trazado en Atenas por Syriza -o sea, a un pacto político con los partidos españoles de la Unión Europea. Pablo Iglesias ha adelantado “dos condiciones inmediatas para acercar posturas con el PSOE: la aprobación de una ley de rescate social y la aplicación del fin de “las puertas giratorias”. La ley de rescate o de emergencia social es un tímido paquete de carácter asistencial y contempla entre sus medidas más salientes la prohibición de desalojos forzosos, el suministro mínimo de energía eléctrica y el no corte del servicio a los más carenciados, así como una renta mínima para los sectores que están por debajo del umbral de pobreza. Se trata una malla de contención social, en tanto se aplica la política de austeridad. Emulando al líder de Syriza, Podemos ha sacrificado cualquier oposición de conjunto a la política de ajuste reemplazándola por paliativos.
Lo de las “puertas giratorias” es una apelación a que los miembros salientes de los partidos de gobierno dejen sus puestos en los consejos de administración de empresas públicas y estratégicas, una práctica generalizada entre los funcionarios de los partidos tradicionales que pasan a engrosar la burocracia estatal, una vez que cesan en sus funciones de gobierno. En estas dos cuestiones, en particular con la primera, no hay gran distancia con lo que plantean los socialistas. La piedra de la discordia sigue siendo el referéndum en Cataluña, que propone Podemos y que rechaza el PSOE. Pero de todos modos no está dicha, ni mucho menos, la última palabra. Ya Iglesias ha dado muchos bandazos en el tema. En las instancias previas a las elecciones, el planteo del referéndum fue borrado de la plataforma de Podemos y sólo fue reintroducido a raíz de la reacción desfavorable que provocó dentro de sus filas. En su carrera por transformarse en un “hombre de Estado”, Iglesias ha reforzado sus ataduras con la monarquía borbónica, de modo que no debe sorprender que resigne los planteos del soberanismo catalán y finalmente haya fumata blanca en las negociaciones.
Perspectivas
Es cierto que existe inquietud en el establishment respecto de un gobierno de la ‘troika’ que dependa de la izquierda. Pero si el impasse persiste, tendrán que ceder a esa instancia. Los principales analistas refieren a “un auge del populismo” y dan cuenta de los fenómenos de Grecia, Portugal y España, a lo que habría que agregarle el crecimiento del ala izquierda del laborismo. La bancarrota capitalista está conduciendo al hundimiento de regímenes políticos enteros y de los partidos históricos que han servido al capital en Europa. Esta descomposición tiene también sus manifestaciones por derecha, como lo revela el ascenso de la Marine Le Pen, al cual, de todos modos, no le alcanzó para una victoria en la segunda vuelta.
Lo que la prensa llama “populismo”, sin embargo, son expresiones de izquierda que actuaron como canal de la reacción obrera y popular ante la crisis capitalista, para cogobernar luego con los partidos de la troika. El izquierdismo de conciliación de clases hace su gran entrada en la política convencional del continente europeo como bisagra entre las masas y el Estado. La necesidad de “cerrar el paso a Rajoy y a la derecha” ya viene siendo esgrimida para justificar ese contubernio.Una coalición PSOE-Podemos-Izquierda Unida, sin embargo, pariría una variante ajustadora. Lo realmente consecuente sería formar un frente de la izquierda, los sindicatos y las organizaciones populares, y convocar a la lucha por un gobierno representativo de los intereses de los trabajadores. Después de todo, la crisis en desarrollo es una expresión del descontento popular cada vez mayor en España y de la necesidad de una salida basada en la organización de los explotados y su propio gobierno.