La desarticulación del armado entre el Partido Independiente y el grupo de Esteban Valenti (Navegantes) se produjo de forma súbita. La fórmula presidencial de la coalición había sido anunciada tan solo diez días antes, la piedra de la discordia se da justamente por las declaraciones de su candidata a vice, Selva Andreoli, quien insinuó de forma muy explícita ante la pregunta de un periodista que en caso de una segunda vuelta entre blancos y el FA ella optaría por éste último:
“Su compañero de fórmula, Pablo Mieres, que compartía la entrevista, no pudo disimular su asombro” (Ecos 31/3)
Desde allí las distancias entre los dos sectores no hizo más que agigantarse.
Valenti, luego de varias idas y venidas, desmentidos y versiones, el sábado selló su salida del aborto político:
“Deciden destruir LA ALTERNATIVA a una semana de proclamar su fórmula.” Twitteo
Mieres menos de 24 horas después anunció que:
“Su partido cumplió con la palabra de no adelantar posición sobre un tema delicado como la definición sobre la segunda vuelta” (El observador 31/3).
Que una declaración sobre un hipotético ballotage produzca tal desmembramiento en tiempo récord desnuda el carácter profundamente improvisado del armado electoral.
Los “alternativos” no alcanzaron siquiera a posicionarse sobre el salario, el empleo, la deuda, los impuestos, ni ninguna cuestión candente, algo común a otros ensayos electorales. En ausencia de un programa o plataforma homogénea tanto Mieres como Valenti y Andreoli “navegaban” en el mar de las generalidades y lugares comunes, patrimonio de los carreristas políticos.
Este caso no es un hecho aislado, se da en paralelo a la virtual pulverización del Partido de la gente, un aparato cien por ciento artificial, unipersonal, propiedad de un empresario que se conduce como su clase social lo indica, es decir, como un patrón de estancia. La salida intempestiva de su otra figura más visible, Gustavo Zubia (un candidato en alquiler) debe apuntarse como otro síntoma de desagregación del régimen político.
Estos armados son una farsa, arrancando por sus denominaciones. La postal que nos dejan es la de un abanico de candidatos sin posibilidades y que maniobran para superar una enorme fragmentación.
El defol de estos intentos agiganta el papel que está llamada a cumplir la izquierda que se reclama revolucionaria. Oponer a los blaqui-colorados y al FA como a la pandilla de carreristas que se desprende circunstancialmente de los partidos tradicionales y del propio oficialismo, una alternativa, pero de carácter OBRERA Y SOCIALISTA, para que la crisis la paguen los que la generaron, los capitalistas.
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