Slamovitz -el miembro del Comité Ejecutivo de FENAPES más votado en el último Congreso- expuso en la Conferencia Latinoamericana en la mesa sobre el movimiento obrero dejando una serie de apreciaciones y conceptos de altísimo valor ético y político. Autodefiniéndose como trabajador y militante sindicalizado, se delimitó con precisión de los burócratas sindicales y carreristas políticos del sistema. Comenzó y cerró su intervención con la pregunta ¿por qué empezamos a militar?, entre las opciones, rescató la de los revolucionarios: para defender a los trabajadores y transformar la sociedad.
Citando al escritor –ex-preso político- Carlos Liscano, rescató el valor de la palabra y criticó cómo el “progresismo” ha tergiversado dicho valor, planteando volver a lo que las palabras realmente significan: el “carnero” es un traidor a la clase, no alguien “que no comparte el método de lucha” y el torturador es eso, no quien aplicó “apremios físicos”. Tergiversando las palabras se abona el terreno de la desmemoria , se falsea la historia y se naturaliza la injusticia, agregó.
Sosteniendo que al capitalismo se lo enfrenta en las calles, enfatizó el valor supremo de la democracia sindical y el mandato de asamblea. Las medidas de lucha se fortalecen no sólo por su carácter particular, sino –e ineludiblemente- por ser la decisión colectiva de los trabajadores. Las huelgas –aún cuando se pierdan- hay que hacerlas, porque generan y propagan valores como el compañerismo, la dignidad y la solidaridad. La lucha contra la esencialidad con 60000 personas en la calle tiene un valor intangible, sostuvo. Pero las luchas deben dejar de lado las mezquindades y sectarismos en aras de defender los intereses generales de los trabajadores.
En el terreno de los ajustes en marcha en América Latina y el mundo, trazó un paralelismo: “son tan igualitos”, expresó. Luego se preguntó: ¿por qué se la toman con la educación pública? Aun con sus limitaciones, sigue siendo el ámbito de trasmisión de saberes críticos, donde el sujeto se inscribe en una formación histórica, conociendo los procesos revolucionarios y de lucha contra las injusticias, se respondió.
Reivindicando el paro general del 14/7, no mostró ninguna ilusión en la “radicalización” del PCU: “yo no les creo”, expresó. La ausencia de presencia en las calles y de un plan de lucha son para Slamovitz una clara muestra de la orientación política real de la burocracia sindical que dirige el PIT-CNT que, desde la restauración democrática se ha erigido en “un ministerio de contralor social”, acentuándose este carácter con los gobiernos del FA.
Culminando su intervención llamó a construir un espacio sindical de los trabajadores clasistas y combativos “sin sectarismos ni mezquindades”. Cerró refiriéndose a la necesidad del internacionalismo de los trabajadores: “México nos tiene que doler”, así como toda injusticia en cualquier parte del mundo. Esto último es lo que no debemos olvidar los revolucionarios, pues es lo que en definitiva responde a la pregunta inicial de por qué empezamos a militar.
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