La protesta estudiantil contra la ministra María Julia Muñoz en el liceo IAVA fue considerada una grosería por algunas personas. Los estudiantes se mostraron por el contrario respetuosos al extremo. No impidieron un acto oficial, en el que participaron con pancartas y banderas, y realizaron sus cánticos recién cuando la ministra de Educación se retiraba del edificio.
La consigna entonada por los secundarios (“María Julia Muñoz, vos sí que estás pintada, no sabés nada de educación”) refleja el repudio que recibe la ministra que estampó la firma en el decreto que intentó prohibir la huelga de la enseñanza del año pasado. La presencia de Muñoz se convierte así en una provocación, que despierta el enojo de educadores y estudiantes.
Las protestas del año pasado, incluyendo la huelga de los trabajadores de la enseñanza, tenían por objetivo reclamar al Frente Amplio un presupuesto que alcanzara como mínimo un 6% del PBI, y un aumento del salario docente. Trabajadores y estudiantes tenían esa expectativa porque la promesa estaba estampada en el programa de Tabaré Vázquez. La respuesta del presidente fue la represión –intentando quebrar la huelga con los “servicios esenciales”, y apaleando a jóvenes en el edificio del Codicen. En agosto del año pasado, una gigantesca movilización repudió la “esencialidad”, y obligó al gobierno a recular.
Este año, las protestas tuvieron otra tónica. Ya no existía la expectativa de un aumento del presupuesto, sino que se resistía el ajuste: “Si hay recorte, hay lucha” decían las pancartas. En este contexto, la manifestación contra la ministra de Educación es apenas un botón de muestra del creciente malestar popular.
Muñoz es la que sufre el escarnio público, pero fue Vázquez el que la colocó en ese cargo. Y lo hizo notoriamente para que enfrentara las demandas y luchas sindicales. Es curioso que la bronca se traslade al peón (sea Muñoz, Nin Novoa, Astori, o Huidobro hasta hace poco) en lugar de apuntar al rey, es decir, a Vázquez y al propio Frente Amplio.
Durante las movilizaciones del año pasado, el dirigente del SUNCA (y ex diputado del PCU) Oscar Andrade declaró que si el gobierno iba a desalojar el liceo ocupado por su hija, él iba a enfrentar y resistir esa desocupación, junto a los padres de los alumnos. El Frente Amplio permite el milagro que estén aliados e incluso integren el mismo gobierno, quienes ordenan un desalojo y quienes lo resisten, quienes llevan adelante una huelga y quienes la declaran ilegal, quienes reclaman un aumento del presupuesto y quienes ordenan el recorte del gasto educativo. Hasta hace poco, esa alianza se pretendía justificar en una supuesta “profundización de la democracia” y de “los cambios”, es decir, un progreso más o menos ininterrumpido –aunque casi imperceptible— que dejaba sin embargo intactos los negocios de los banqueros, sojeros y multinacionales. Con la aplicación del ajuste (rebaja salarial, achique del Estado, recorte de presupuesto en salud y educación) se derrumba toda justificación de la alianza con la burguesía “progresista”. Jorge Bermúdez, dirigente de la FUS (salud), afirmó en un acto del PIT-CNT que “el gobierno del Frente Amplio llegó con una agenda de cambios y paulatinamente la ha dejado de lado para, por momentos, asumir la agenda de las clases dominantes”. El lenguaje utilizado intenta suavizar la realidad, para no tener que sacar todas las conclusiones. Sin embargo, la afirmación refleja que la estrategia del PIT-CNT –ratificada en el último congreso— se ha derrumbado por completo.
Los partidos que en el Frente Amplio defendían un camino “neo keynesiano” (mayores inversiones estatales, aumento salarial para incentivar el mercado interno, aumentar algunos impuestos al capital), han votado el ajuste que implica recorte del gasto público, aumento del impuesto a los sueldos y pautas de rebaja salarial. Se han quedado sin programa, porque para ellos antes que el programa está la defensa del Frente Amplio. Algo que dejó diáfanamente claro el diputado Gonzalo Civila (PS) cuando declaró que perder la mayoría parlamentaria (por divisiones en la bancada o rupturas) era “una traición”. Un anuncio de que no habrán más “rebeldías” –al menos por izquierda.
Los dirigentes sindicales que defienden esta alianza, y que tienen como su representante en el gobierno a Juan Castillo, se convierten así en polea de transmisión del gobierno en los sindicatos. Deben contener las tendencias a la movilización para “que no vuelva la derecha”. Es lo que hicieron Fernando Pereira y Marcelo Abdala con su campaña pública contra el paro general. Es la misma política que llevaron adelante sus colegas en Brasil y en Argentina, con los resultados conocidos por todos.
Existe sin embargo un debate en el PIT-CNT, que es reflejo del malestar creciente por abajo. Los 15 sindicatos que votaron a favor del paro de 24 horas son una muestra en ese sentido. Se plantea la necesidad de un congreso del movimiento obrero, para definir un programa para que la crisis no la paguen los trabajadores, sino los capitalistas.
La manifestación contra María Julia Muñoz por un centenar de adolescentes es un fenómeno al que hay que prestar entonces toda la atención, porque muestra los cambios que se están produciendo en la conciencia popular. Ignorar este proceso sería, realmente, una grosería.
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