“Tenemos un problema, Houston”
El anuncio de que Argentina recurriría al FMI es el último (o el penúltimo) clavo en el ataúd de la política económica del macrismo – y del macrismo mismo. Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo, se limitó a aceptar el inicio de “una conversación”, sin la menor urgencia por la caída de la Bolsa (un 20% desde febrero), la devaluación del peso, el remonte de la carestía, la corrida cambiaria o la renovación de los vencimientos de Lebac, por $600 mil millones, el miércoles que viene. En el horizonte inmediato asoma un retiro de depósitos y una corrida bancaria- El FMI no puede incinerar sus recursos en un rescate financiero inviable, como ha quedado probado por la pérdida de reservas el Banco Central en estas semanas. “Háganlos ustedes mismos”, como en las camisetas, le ha respondido: “Do it yourself”. ‘Procedan al rodrigazo’, después llamen a los bomberos. El macrismo, después de todo, tiene más ‘Jefes Ejecutivos’ (Chief Executive Managers, Ceo’s) que todo el directorio del FMI.
Ancla o naufragio
La apelación al Fondo pone de manifiesto una opción política significativa. Los medios de comunicación y los ‘formadores de opinión’ no reclamaban tanto – sólo pedían que Marcos Peña y el elenco de ministros económicos fueran sustituidos por un mandamás único que unificara las decisiones de estrategia económica. Otros pretendían una coalición, con más participación radical, por un lado, y algo de pejota, por el otro. Macri interpretó que esto liquidaba la posibilidad de una postulación para la reelección en 2019. Decidió entonces que el FMI sería la alternativa menos costosa; que era un ancla más conveniente que asociar a quienes le votaron todas sus leyes. En medio de un colapso eligió atrincherarse en el inmovilismo – luego, claro, de dar vueltas como una calesita. ¿Habrá consultado a Durán Barba, quien este fin de semana aseguró que el legado de Macri será más sólido que el de Carlos Marx? Las encuestas de opinión dirán algo, en los próximos días, sobre las ventajas electorales que puede brindar el FMI. Consciente de la situación, hasta el FMI podría llegar a exigirle que forme un gobierno de coalición.
El gobierno necesita desarmar una bomba de un billón doscientos mil millones de pesos de Lebac, el 60% a 35 días de plazo que anda merodeando en el mercado monetario, para echarle un zarpazo al dólar. Los intereses de esta deuda, ahora del 40% al año, pueden llegar a medio billón de pesos. La plata no la va a poner el FMI, cuya caja no alcanza para tanto. Muchos fanáticos del mercado, como Cavallo, el rector del Cema, Carlos Rodríguez, diversos periodistas económicos, aconsejan una amputación: reemplazar las Lebac por un título compulsivo menos costoso y a mayor plazo – o sea declarar un nuevo ‘defol’. Como alternativa también sugieren un ‘defol’, pero sin declararlo, como sería una devaluación a 30 pesos el verde. Después del trabajo sucio podría venir un ‘plan de estabilización’ del FMI, ya no para salvar a este gabinete, ni eventualmente al gobierno.
Mercado de capitales
Este horizonte un tanto siniestro no amilana, sin embargo, a los oficialistas convencidos que todo se para el miércoles, cuando macristas, pejotistas y massistas aprueben la ley más pedida por los fondos financieros internacionales – la de mercado de capitales. Alguien debería explicar a esta gente que la gama de especulaciones financieras que habilitaría esa ley, tendría un efecto negativo en las condiciones actuales. Es sencillo: el capital, en Argentina, especula ahora a la baja, lo cual potenciaría las tendencias al derrumbe de la Bolsa o del peso. Es lo que ocurre en el mercado norteamericano, donde se venden a la baja los títulos del Tesoro de EEUU, por la misma razón que en Argentina: un déficit fiscal monumental y un déficit comercial gigantesco. Lo mismo ocurrirá en poco tiempo más con las acciones que cotizan en Wall Street. Algunos optimistas, que no ven el alcance de la guerra comercial que se ha desatado entre EEUU-China, EEUU-UE y EEUU-Rusia, aseguran una reversión de esta tendencia, pero para el tercer/cuarto trimestre del año. ‘Too Little, too late’, para que entiendan.
Ni público, ni privado
El derrumbe financiero de Argentina ha afectado el plan de obras públicas del gobierno desde mucho antes del anuncio de un recorte de u$s30 mil millones. El Cronista cuenta que las licitaciones se vienen postergando desde fines del año pasado, y que lo mismo ocurre con el pago de los certificados de obra. La posibilidad de superar esta contingencia por el esquema de obras Público/Privado deberá esperar, porque el 90% de las inversiones exige un endeudamiento. El Cronista estima el encarecimiento financiero de la construcción en estos términos, en tres a cuatro veces mayor que los emprendimientos del Estado, pero que aún podría subir otras tantas veces cuando se concedan las obras finalizadas a las compañías que las pongan en servicio. La teta no da tanta leche.
Lo anterior vale para los tarifazos, que no son más que la dolarización de los servicios, cuando el salario mínimo no cubre la tercera parte de la canasta familiar. El gobierno de Macri ha mostrado la vulnerabilidad de su posición al ‘pedir’ que los combustibles no sean aumentados hasta dentro de dos meses, ¡mientras mantiene la amenaza del veto a la ley que disminuya el porcentaje de estos mazazos!
Un diario recuerda que CFK ya había enfrentado esta situación en enero de 2014, cuando el entonces titular del Banco Central Juan Carlos Fábrega reaccionó como ahora lo hace Macri-Sturzenneger ante una devaluación, con ídem resultado. Los K terminaron reforzando el cepo. Entonces, las Lebac recién arrancaban – ahora floran los u$s60 mil millones, con tasas usurarias. La situación se repitió cuando Macri levantó el cepo, pero la devaluación se detuvo por la emisión de Lebac, que ahora potencian la crisis. Algunos consejeros no solicitados proponen resucitar el mercado del dólar futuro – el mismo que le ha costado a CFK un proceso judicial por parte de Bonadío.
Pero el compromiso de comprar dólares más adelante a un precio más bajo que el que alcance en ese plazo, es como endeudarse a pérdida. El reequilibrio previo de todas las variables supone un golpe de estado social monumental contra los trabajadores, y una crisis política del mismo alcance.
Clase obrera y nueva situación
En las condiciones de un rodrigazo potencial, de un lado, y una crisis política importante, del otro, el movimiento obrero debe ponerse en estado de preparación para responder con el mismo alcance. El ajuste que se impone por medio de una ofensiva política del Estado no debe confundirse con el que produce el colapso económico de ese Estado -este último lo ejecuta una burguesía que ha perdido autoridad ante las masas, está confundida y se divide entre ganadores y perdedores. Desafía a los trabajadores a tomar una iniciativa de gran porte. Es fundamental comprender que la quiebra del macrismo no es un resultado de un desajuste ‘macroeconómico’, sino de una lucha de clase emprendida desde el comienzo de este gobierno: movilizaciones contra ‘reformas educativas’, contra los despidos, contra impuesto a ganancias, ocupación de Clarín Pepsico y otras empresas, 2×1, “ni una menos”, dos 8 de marzo, las movilizaciones del 14 y el 18 de diciembre, etc. El gobierno y sus mandantes están contra sus propias cuerdas debido a una insistente lucha popular. Ahora se presenta un desafío mayor.
El cambio de la situación política encuentra a la burocracia sindical en un estado de mayor bancarrota que el Banco Central. No tiene ninguna condición para ofrecer una respuesta eficaz o tomar la menor iniciativa. Solamente una gran acción de la vanguardia puede poner en movimiento a los sindicatos e incluso forzar a la burocracia a una adaptación mentirosa a la presión de las masas. Es hora de asambleas y congresos de delegados de base para adoptar un programa y un plan de acción. El programa debe insistir en el ajuste de salarios y jubilaciones y la oposición a despidos y suspensiones, de acuerdo a las consecuencias de la crisis. Pero debe ir más allá: contra todas las usinas provocadoras del colapso: los bancos que conspiran contra la moneda; los monopolios estratégicos responsables de los tarifazos; el negocio internacional, que retiene materias primas y acapara divisas. Nacionalización integral de estas industrias, bajo el control colectivo de los trabajadores. Es este programa o el de FMI.
Es la hora de multiplicar plenarios y asambleas para impulsar un Congreso de bases de las Centrales sindicales, y formar comités de huelga en todos los escalones del movimiento obrero, para lanzar un paro activo de advertencia y preparar la huelga general. La acción histórica de las masas aparece con frecuencia como una aspiración imposible hasta que se vuelve inevitable.
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