Reforma económica, no pedagógica
Los nocturnos no reditúan. Si algo se debe reconocer de la gestión del CES, es su extraordinaria capacidad para percibir la relación costo/beneficio en educación. En este caso, en lo que atañe a los turnos nocturnos; eternos olvidados del CES.
Año a año, languidecen en una suerte de crónica de una muerte anunciada; orientaciones cerradas de forma arbitraria e inconsulta, a partir de un vidrioso criterio de mínimo de alumnos por grupo/orientación, teniendo como corolario el desplazamiento geográfico, de un cada vez más creciente grupo de alumnos (adultos y/o jóvenes trabajadores en su mayoría), que se ven obligados a recorrer considerables distancias, vulnerados indirectamente en su derecho al acceso a la educación, ya que la orientación de su elección no se encuentra disponible ni en su zona natural de residencia, ni en liceos de zonas circundantes (a veces porque ni siquiera hay turno nocturno).
Tal es el caso de los liceos comprendidos en la ruta 8 y Cno. Maldonado en las orientaciones Arquitectura y Agronomía, inexistentes en los liceos Pando Nº 2, Barros Blancos Nº2, y Nº 25 y 58 de Montevideo. Los únicos 4 liceos con bachillerato nocturno entre Pando y la zona de la calle Libia en Montevideo. ¿Consecuencia de un deliberado plan de centralización, focalización y “optimización” económica?
Así mismo, la especificidad propia de las orientaciones se obvia, “juntando” orientaciones por asignaturas, reportando esto un ahorro presupuestal adicional, ya que un mismo docente imparte clases a dos o tres orientaciones al mismo tiempo, percibiendo por ello una remuneración correspondiente a un solo grupo.
Para los alumnos de 1ero de bachillerato la situación no es más feliz. En base a un pobrísimo argumento esgrimido por años por el cuerpo inspectivo, que consiste en el importante volumen de deserción en este turno en particular, no se crean, ni se subdividen grupos, lo cual implica aulas con hasta 60 inscripciones registradas.
¿Solución? El sistema de cupos/listas de espera (Sí señor/a ciudadano/a, en la educación pública). Morbosa pseudo-estrategia, bajo la cual las direcciones de los liceos establecen este sistema para “resolver” la sobrepoblación en las aulas. (“Quién no retiró su numerito se quedó sin lugar”). ¿Seguimos hablando de criterios inclusivos? La pregunta obligada es: ¿la deserción (aún a través del sistema de cupos y las prometedoras listas de espera), no será una consecuencia de los grupos superpoblados (“Total, al principio son 60, pero después quedan 20”), la falta de personal de adscripción, equipos multidisciplinarios específicos (psicólogo) y en algunos liceos incluso inexistencia de P.O.B./P.O.I.T.E ?
Pareciera que la población del nocturno carece “per se” de apremios socio-económicos (porque son “adultos”), o incluso hasta el hacinamiento es aceptable (porque también son adultos). La prioridad del CES es clara: el menor presupuesto posible para sostener el ya conocido marketing pro-inclusivo; slogan que reportará, eso sí, el próximo préstamo del FMI, o del BID, más endeudamiento y -por tanto- más ajuste.
Docente de Filosofía y profesora adscripta de educación secundaria.
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