Desde hace casi un mes desde su estreno en la gran pantalla, y hace algunas semanas en Netflix, la película La sociedad de la nieve ha causado una enorme repercusión en todo el mundo, la nueva versión de “la tragedia de los Andes”, acaecida en Octubre de 1972, ha generado diversas recepciones críticas y un bullicioso clima de conversación en general, y particularmente en Uruguay.
Por supuesto que existen varias aristas para el análisis de un film de excelencia a diferencia de Alive (Viven), basado en una de los acontecimientos más popularmente conocidos en la historia del Uruguay. Además cuesta encontrar otra historia real que contenga tanta tragedia y épica, y al mismo tiempo alcance el estatus de mítico en esta penillanura de la medianía, quizás la heroica resistencia de Paysandú y Leandro Gómez ante el ejército de Venancio Flores, el suicidio político de Baltasar Brum, el héroe del Arroyo de Oro Dionisio Díaz; y por supuesto muchas de las historias de los mártires obreros que también con heroicidad cayeron bajo la bandera del proletariado.
Ahora bien, si algo demuestra esta historia es la completa ficción de la salidas individuales tan afines a la ideología burguesa y a estos tiempos de prepotencia “libertaria”, queda meridianamente claro que en momentos de supervivencia extrema como en los Andes, no hay salvación individual.
Por otra parte hace setenta años en Reino Unido se publicaba el que sería considerado uno de los textos más importantes de la literatura inglesa del siglo XX y que más tarde pasaría a formar del canon literario de la cultura anglosajona, enseñándose hasta nuestros días en las aulas inglesas y norteamericanas. En 1954 se publicaba El señor de las moscas de William Golding, una de las distopías más importantes de la tradición literaria británica, ya copiosa en narrativas apocalípticas y con rivales como Huxley (Un mundo feliz) y Orwell (1984) en el mismo terreno del siglo pasado.
La similitud entre la historia real de los supervivientes de los Andes y la ficción de Golding es sugestiva; ambas historias las vertebra un accidente de avión que en el caso de la novela deja varados a nueve niños y adolescentes en una isla desierta, a su vez en ambos casos estamos hablando de hijos de la burguesía que se enfrentan al dilema de la reorganización de la vida, en el caso ficcional se trata de jóvenes de la aristocracia inglesa, mientras que en la tragedia de los Andes son los hijos de la burguesía uruguaya.
No obstante, más allá de estas similitudes, el desenlace de las dos historias no podrían ser más disímiles, por un lado en la novela de Golding lo que empieza como una reorganización racional y democrática de un colectivo de chicos ante la adversidad vertiginosamente termina en la irracionalidad y el caos total, en este caso aunque no hay canibalismo si hay una lucha faccional más que por la supervivencia por la dominación de un grupo sobre otro, con el consecuente asesinato de algunos de sus personajes, además de otros ejemplos menores de crueldad y barbarismo.
La fábula moral de Golding puede resultar verosímil, y hasta eficaz con respecto a demostrar las consecuencias de una pedagogía extremadamente disciplinante de la conducta infantil y adolescente, sin embargo esta no es la cuestión fundamental, sino la metáfora que representa la quiebra de la caracola como la debilidad de la democracia burguesa y el consenso liberal (asunto que ya hemos planteado en nuestro anterior artículo.
Sin embrago, retomando el marco comparativo con la película La sociedad de la nieve, sería erróneo plantear una falsa oposición acerca de una naturaleza específica y ontológica de la condición humana, por un lado la de “el hombre es el lobo del hombre” de Hobbes o por el otro la de “el noble salvaje” de Rousseau; desde el marxismo si concebimos que “la vida real precede a la consciencia”, rechazamos por tanto ambas ontologías.
Aquí lo que vale es seguir el apotegma dialéctico del leninismo de “el análisis concreto de la situación concreta”, de esta forma vamos a ver que sin desvalorizar la épica trágica que protagonizaron los sobrevivientes de los Andes, lo real fueron las condiciones de extrema supervivencia que forzaron a un grupo humano a privilegiar exclusivamente lo colectivo y alejar lo más posible las tendencias individualistas en la montaña que hubiesen significado un verdadero suicidio colectivo.
De todos modos se podría argumentar que los protagonistas de semejante epopeya tuvieron que reorganizar la vida en algo bastante parecido al comunismo primitivo, aunque luego regresaron al capitalismo y sobre todo a la clase social que los vio nacer y ante la cual ratificaron su pertenencia, pero en la montaña no les quedó otra alternativa para sobrevivir que la socialización de las tareas, y la racionalización de los recursos.
En síntesis, si a alguna conclusión arribamos después de vivir la experiencia cinematográfica de La sociedad de la nieve, es que en este caso la realidad superó a la ficción de Golding, las limitaciones del pesimismo intelectualista de la teoría gris del autor inglés fueron superadas por medio de la experiencia mucho más compleja y vitalista del árbol verde de la vida humana, que siempre se salva y se preserva por la comunidad y el amor.
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