Un análisis más o menos elemental de la situación económica pone de manifiesto que la política de ‘ajuste’ del macrismo se encuentra en un completo impasse. La quiebra de las expectativas que sembraron los ‘executive officers’ del gobierno acerca de una reactivación de la economía o de una afluencia de inversiones e incluso de un freno a la espiral de los precios, en plazos que ellos mismos establecieron, tiene en vilo a todas las clases sociales – incluidos los especuladores nacionales e internacionales. El fracaso ha despertado la expectativa de una crisis política más o menos inminente. Numerosos sectores patronales reclaman la designación de un ‘zar económico’, o sea el abandono del ‘gobierno de equipo’. Este viraje entrañaría, más allá de la decapitación de algunos funcionarios de gabinete, un volantazo en la política económica. En una de sus derivaciones políticas podría implicar la formación de un gobierno de coalición o de semi-coalición, por ejemplo un Consejo Económico multipartidario.
Desequilibrio aumentado
Las contradicciones del proceso económico se manifiestan más allá de la caída del PBI (encima del 3%), del desplome de la industria (casi un 9%) y del derrumbe del empleo – en el cual deben computarse no solamente los más de cien mil despidos sino la cifra muy superior de suspensiones, incluso cuando se disimulan como un adelanto de vacaciones. El fracaso más acentuado se manifiesta en el agravamiento de los desequilibrios económicos y financieros que el macrismo supuestamente pretendía corregir. Es así que el déficit fiscal ha subido al 9% (7% del Tesoro y 2% del Banco Central), lo que no toma en cuenta del desajuste de las provincias. Esa brecha ha sido financiada por medio de una emisión monetaria de diversas fuentes – al mejor estilo del ‘populismo’. El servicio de intereses es el rubro que más ha crecido en el déficit fiscal
Además de los “adelantos transitorios” (que nunca se devuelven), del “reparto de utilidades” (que no existen) y del uso de reservas para pagar deuda externa (‘a la K), la emisión monetaria se alimenta a través de la entrada de divisas de la deuda externa nueva. Los ‘excutive officers’ financian gastos corrientes en pesos con endeudamiento en dólares. La absorción de esa esa expansión monetaria, por parte del Banco Central, mediante la emisión de deuda propia (Lebac), a tasas de interés promedio del 35%, ha elevado el costo del financiamiento al Estado a niveles de usura. Un ex gerente del Banco Central lo estima en 12% en dólares (Ámbito, 27.7), pero que en pesos roza el 50 por ciento. Junto al crecimiento enorme de la deuda del Central, el Tesoro ha emitido su propia deuda directa, con efectos similares. El desequilibrio financiero del Estado en su conjunto (Tesoro, BCRA, provincias) se ha acentuado.
La deuda del Banco Central con los bancos locales, los fondos comunes e individuos se encuentra próxima a los $ 600 mil millones, o sea u$s 40 mil millones – el 85% colocado a treinta días de plazo. Una venta de esas Lebacs provocaría una estampida inflacionaria, lo que explica la preocupación de ese ex gerente por “el stock de deuda del Banco Central”, o sea su monto rayano en niveles de insolvencia. Ya se advierte una tendencia en esa dirección: mientras el Cronista (20.7) ‘aconseja’ “dolarizar parte de esa cartera” (o sea salir de Lebac), Bae Negocios advierte, ese mismo día, que “Desde febrero los bancos redujeron casi un 25% las Lebac en su cartera”, mientras que “La banca extranjera vendió 41% de su stock”.
Hipoteca aumentada
Este pasaje de pesos a dólares refleja la expectativa de que el impasse económico desencadene una crisis política Lo que los diarios financieros no destacan (salvo entrelíneas) es quién es el gran beneficiario de esta política de vaciamiento financiero. El capital internacional, por un lado, obtiene tasas extravagantes a su favor, cuando se las coteja con las tasas mínimas del mercado internacional, y la burguesía local, sea para especular con la alta tasa de interés interna, sea para financiar sus negocios a la cuarta parte de la tasa local. El empeño ‘técnico’ por lograr un “arbitraje” (igualación) entre la tasa internacional y la tasa interna, mediante una inundación de divisas, representa una enorme sangría financiera para Argentina, que es pagada por los trabajadores. De todos modos, se trata de un intento inconsecuente: la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires acaba de decidir una colocación de deuda en forma directa, sin compulsa de ofertas, lo cual siempre encarece el préstamo. Néstor Grindetti, el tesorero de Macri durante la gestión porteña, está procesado por una operación de este tipo, que siempre supone que el oferente se quedó con algún ‘vuelto’. Cuando se pinche la ‘burbuja’, el movimiento contrario de salida de dólares será el doble o el triple del que representa la entrada – por las fabulosas ganancias que va acumulando.
Todo esto explica un fenómeno interesante: que, aunque la deuda pública con acreedores externos ha crecido u$s 20 mil millones y alcance al 45% del PBI, la deuda privada, en su mayor parte vinculada a la ‘bicicleta financiera’ del ‘arbitraje’, lo ha hecho en u$s 29 mil millones –un salto exponencial (Cronista, 24.6.16). El diario agrega: “Argentina ya representa el 40% de los flujos de los emergentes en el mercado de deuda”. El gobierno se vio obligado, el mes pasado, a limitar la tenencia de Lebac por parte de inversores extranjeros (Bae Negocios, 20.7). El ‘flujo’ financiero de la deuda de Argentina no ha impedido que la inversión privada haya caído fuertemente: es apenas del 17% del PBI; según Ferreres se contrajo el 5.7 por ciento. Cuando a esto se le descuenta la amortización de los equipos y las inversiones no reproductivas, el saldo es negativo. El macrismo está lejos de su objetivo estratégico – el crecimiento de la inversión privada.
(En diversos mercados, la tasa de interés de la deuda pública es negativa – por ejemplo, Japón, Alemania o Suiza. En enero pasado, se encontraban invertidos en esa tasa u$S 1.5 billones – en junio se aproximan a u$s 14 billones; la tasa que paga Argentina es una ofrenda griega. Esto demuestra que el gobierno está activando una bomba MUY SUPERIOR al dólar futuro de Cristina.)
Contradicciones aumentadas
La apuesta del gobierno al tarifazo y al blanqueo multiplica, a término, estas contradicciones. El tarifazo no enfrenta solamente el ‘obstáculo’ de la rebelión popular: por el impacto en los costos industriales significa un enorme multiplicador de los precios de la economía y vuelve a desequilibrar los costos de la producción interna con la internacional. El retiro de los subsidios a los servicios financia el otorgamiento de un subsidio a las compañías petroleras, las cuales están recibiendo del gobierno y de los consumidores un precio que duplica al internacional; el Estado cubre la diferencia entre el precio interno y el internacional de los exportadores. Se pretende subir en más del mil por ciento la tarifa de gas, cuando el precio internacional ha caído de u$s 12.50 a u$s 2.75. La adquisición, por parte de Pampa Energia, de la filial local de Petrobras, demuestra que el tarifazo apunta a financiar negocios privados para monopolizar en forma vertical el sistema energético. El gobierno cifra en el blanqueo la salida a todas sus penurias, pero no parece conseguir que vaya acompañado de un repatriamiento efectivo de capitales; el solo impuesto por blanquear no alcanzaría para pagar los compromisos judiciales con los jubilados.
La cuestión del repatriamiento pone en evidencia la falacia oficial acerca de las inversiones externas. La caída de la inversión directa este año revela un flujo negativo de capitales en este rubro. Una reciente inversión de Nissan, en Córdoba, sólo tuvo lugar cuando el Smata aceptó una reducción del 20% de los salarios y el gobierno subsidiar el pago de una parte de ellos (Infonegocios, 20.7). O sea que la condición para el ingreso selectivo de inversiones internacionales está vinculada a la eliminación del derecho laboral de Argentina, que es lo que proponen en forma insistente diversos ‘lobbies’ y medios de comunicación. No alcanza con levantar el ‘cepo’. La superación de las contradicciones del plan económico depende de una victoria fundamental del macrismo contra la clase obrera. El ‘ciclo’ que tiene que dejar atrás el Pro no es el kirchnerista – es el de la rebelión popular de 2001/2 (la insistencia en K por sustituir el ‘cacerolazo’ por el ‘ruidazo’ muestra su hostilidad a esa rebelión, que buscó domesticar por el llamado “retorno a la política”).
Los trabajadores
Estas contradicciones se traducen en la fisura que se va desarrollando en el gobierno. Los ‘ortodoxos’ reputan como inviable una política que no imponga el equilibrio fiscal por medio de un ataque los gastos sociales y en particular a las jubilaciones– algo que es el eje de la política del golpista Temer en Brasil. Asimismo denuncia la falta de “una política de ingresos” que contenga los salarios a la inflación que dictamine el gobierno para el futuro. Es claramente un planteo de guerra de clases, que el gobierno no asume todavía porque simplemente carece de los recursos políticos para ello.Las alternativas del gobierno oscilan entre la ‘implosión’ (recambio, gobierno de coalición) o la ‘explosión’ (reprimir una rebelión popular).
Al considerar la lucha contra el ‘ajuste’ y los tarifazos, el movimiento obrero tiene la obligación de tomar en cuenta el conjunto de la situación presente. El plan oficial es inviable, a término; hay que combatirlo con esta perspectiva. O sea que el movimiento obrero debe ofrecer su propia programa como alternativa y la estrategia política correspondiente. A las reivindicaciones urgentes como la anulación de los tarifazos; el ajuste de los ingresos populares salarios) a la inflación en forma automática; el cese de los despidos y suspensiones y el reparto de las horas de trabajo sin afectación del salario; a estas reivindicaciones hay que sumar la convocatoria de un congreso programático del movimiento obrero, donde los trabajadores del ferrocarril, de la energía, del petróleo, de la industria automotriz, del agro, desarrollen el plan alternativo al de la burguesía depredadora y vaciadora – y encolumne a todas las masas trabajadoras en una salida de conjunto.
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