Las recientes elecciones generales en Italia han sacudido a la prensa internacional y al progresismo de todas las latitudes. El resultado arroja como primera fuerza -con el 26% de los votos- a la ultraderechista Giorgia Meloni y su partido Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia). Quien al haberse presentado en coalición con La Lega de Mateo Salvini (8,8%) y Forza Italia de Silvio Berlusconi (8,1%) logra sumar un 16,9% de los votos, redondeando un 43% para dicha coalición. En segundo lugar se ubicó el centroizquierdista Partido Democrático (PD) de Enrico Letta con el 19,1% – alcanzando un 26,5% junto a sus socios. Cerrando el podio Giuseppe Conte encabezando la lista del Movimiento 5 Estrellas (M5S) con un 15,4%. Luigi Di Maio, que venía de romper con Conte y el M5S, perdió su banca al sumar el 0,6% del total, hecho que anticipa su renuncia como ministro del gobierno. El abstencionismo fue del 37%, el más alto desde la caída del fascismo en Italia. Las zonas más afectadas fueron al sur del país, lo que perjudicó a Conte que tiene sus mayores porcentajes en dicha zona del país.
La derecha internacional ha salido a celebrar el triunfo del tridente Meloni-Salvini-Berlusconi como una victoria que refuerza a las distintas variables derechistas en cada país. Lo cierto es que el sistema electoral italiano permite una distorsión gigantesca de los resultados a la hora de asignar las bancas. Una reforma en la distribución de las mismas otorgará casi el 60% de las mismas al tridente derechista, obteniendo así una mayoría absoluta en el parlamento sin llegar siquiera al 45% de los votos totales.
Las estimaciones realizadas en la televisión pública italiana (RAI) ubican en 240 bancas (sobre 400) a la coalición derechista en diputados. Para la cámara alta el número ronda las 110 bancas (sobre 200 escaños). El PD obtendría cerca de 95 bancas en diputados y 40 en senadores. Mientras que Conte debería contentarse con 45 diputados y 25 senadores. Durante la campaña electoral Meloni y sus socios advirtieron que de obtener la mayoría absoluta en ambas cámaras buscarían modificar la constitución para dar mayores poderes al ejecutivo, señalando que la crisis italiana está cimentada en el propio sistema de gobierno parlamentario.
Este solo hecho anticipa choques brutales al interior de una coalición inestable, mientras la prensa coloca a Meloni como Primera Ministra, ignora por todos los medios las sucesivas alusiones de Berlusconi. Quien tras votar durante la mañana del domingo aseguró “yo voy a estar en la cancha para ser el director técnico del nuevo gobierno.” (Página/12, 26/9) Por otro lado, Salvini no abandonará tan alegremente sus intenciones de llegar a ser premier.
De conjunto, el ascenso de Meloni se ha colado como en el pasado los ascensos meteóricos del M5S y de La Lega de Salvini. Quienes tras su gobierno de coalición tuvieron que entregar rápidamente el poder a Mario Draghi como resultado de su fracaso. Conte buscaba recuperarse tras haber roto con Draghi en el Congreso, hecho que precipitó estas elecciones y con una campaña centrada en otorgar diversos bonos y subsidios a las familias para afrontar los aumentos en las boletas de luz y gas, cercanos al 700%.
Meloni, quién se muestra como una alternativa novedosa en la política italiana, ha sido ministra de la juventud durante el gobierno de Berlusconi. En 2018 había alcanzado un magro 4,5%. Su ascenso es indisociable del desarrollo de la crisis humanitaria ocasionada por la pandemia y la guerra mundial en desarrollo.
Berlusconi, un amigo directo de Vladimir Putin, ha explicado en diversos medios que la solución a la crisis italiana es retirar algunas sanciones a Rusia. Esta visión es compartida por su “pollo”, Salvini. Meloni se ha mantenido férreamente encolumnada con la OTAN contra Rusia. Este solo hecho ha bastado para ser saludada por el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken.
Los gobiernos europeos y la Unión Europea (UE) han manifestado sus temores ante desvíos autoritarios y la vulneración de derechos. Esto sin sonrojarse por los millones de dólares empleados en armar hasta los dientes a Ucrania y en dejar morir congelados a sus poblaciones, fundamentalmente ancianos y niños.
El próximo gobierno no está definido. El 13 de octubre será el momento que asuman los nuevos parlamentarios sus bancas. Hasta ese día, el presidente Sergio Mattarella tiene a su disposición la potestad de convocar a quién considere a formar gobierno, incluso puede convocar a un miembro civil. Históricamente este llamado se ha dado al líder del partido más votado, para eso Meloni debe pasar las pruebas vitales de la burguesía italiana. La bolsa de Milán abrió en alza tras el triunfo de la derecha, mientras las demás bolsas europeas se encuentran en rojo.
Las próximas semanas serán vitales en la reconfiguración del cuadro político italiano. Que anticipa aún más choques y crisis tanto nacionales como a nivel europeo.