Las provocaciones constantes del estado sionista contra el pueblo palestino han desatado una reacción de represalias que tiene como protagonistas a muchachos incluso de poca edad, que actúan en forma solitaria contra ciudadanos israelíes. Es una suerte de guerrilla de tipo singular, que nace de la desesperación ante la opresión sionista, que escala en sus proporciones como si no tuviera límites.
No es una Intifada (rebelión popular), ni indica que sea precursora de una. Se trata de una ilusión fomentada por un progresismo occidental desorientado, que está siempre al acecho de un acontecimiento redentor. La región se encuentra dominada en la actualidad por una guerra contrarrevolucionaria de alcance internacional. El gobierno sionista ha acordado con Putin un reparto de tareas, como lo señala la visita de Netanhyau a Moscú; lo mismo ha hecho Obama. En su gran mayoría, las fuerzas populares o de centroizquierda son apéndices de alguna de los estados en disputa. Las que procuran mantenerse al margen de estas fuerzas, buscan consuelo en que esta guerrilla adolescente no respondería a ninguna dirección política establecida; deducen entonces la inminencia de un retorno a la Intifada. Pero la ausencia de una dirección propia es testimonio del impasse en que se encuentra cualquier resistencia popular en un cuadro político tan denso. En este escenario participa con mayor fuerza en la resistencia al sionismo la población palestina dentro de Israel, un 20% del total, pero por eso mismo la mera espontaneidad popular tiene menores posibilidades de progreso o victoria.
Luego de las dos Intifadas del siglo pasado, una nueva Intifada debe estar dirigida contra los gobierno de Hamas, en Gaza, y de la Autoridad Palestina, en Cisjordania, para construir un verdadero poder revolucionario contra la dominación sionista. Hamas se encuentra bajo la dependencia de un bloque de estados del Golfo y la AP es una dependencia de EEUU. A pesar del antagonismo irreconciliable entre el sionismo, de un lado, y la autonomía nacional palestina, del otro, los representantes de la burguesía palestina se encuentran sometidos en lo económico y político al imperialismo mundial. No se puede esperar nada de estos regímenes. El acuerdo de Oslo, firmado por Arafat, que nunca entró en vigencia, fue una muestra de ello, pues su único objetivo fue acabar con las Intifadas. La opresión sionista se acentúa de día en día, hasta lograr la ocupación de todo el espacio histórico de Palestina, como consecuencia del desarrollo de la crisis capitalista mundial y de la guerra en el Medio Oriente.
La tarea de los socialistas es, por supuesto, en primer lugar, defender la causa nacional palestina y la lucha desesperada de los niños y adolescentes de Palestina. Pero su orientación debe consistir en desenmascarar el ‘kerenksimo’ nacional, en referencia a los sectores cuya política es la conciliación con el imperialismo y el combate contra toda forma de independencia política de las masas oprimidas.
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