Después de la reunión Trump – Putin
Las declaraciones de Donald Trump en una conferencia de prensa conjunta con Vladimir Putin, en Moscú, le han valido una ola de ataques sin precedentes de parte de los medios de comunicación, del partido Demócrata y de gran parte del partido Republicano, e incluso del jefe de la CIA, Dan Coats, designado por el propio Trump. A cuatro meses de las elecciones de renovación parlamentaria, la crisis política en Estados Unidos parece haber alcanzado un punto de no retorno. Trump, un macartista serial, ha denunciado que es víctima de “una caza de brujas” por el llamado “deepstate”, como se designa en Norteamérica al aparato de seguridad del Estado -CIA, FBI, NSA, y el ‘establishment’ económico y político del país. Frente a Putin y los medios internacionales, Trump había relativizado la injerencia que se le atribuye a Rusia en la elecciones presidenciales de hace dos años en Estados Unidos, y hasta admitido como válida la negación de esa injerencia y de ciberataques que le habría manifestado Putin. En menos de una hora, la CNN y el New York Times abrían su espacio para cualquiera dispuesto a calificar a Trump como “traidor a la patria” o para pedir que se lo lleve a un juicio político para destituirlo. Algunos entrevistados dieron a entender que apoyarían un golpe militar si los medios constitucionales no fueran viables.
Las excusas posteriores de Trump (“no me expresé bien”) no han atenuado la escalada en su contra, incluso porque volvió a decir que la injerencia en cuestión bien pudo ser llevada a cabo por gente ajena a Rusia. Algunos diarios internacionales caracterizaron que el mundo se encuentra ante “un derrumbe de la potencia hegemónica”.
Trump y Putin
Lo curioso, si se puede usar esta expresión, de todo este asunto, es que los medios que participaron de la conferencia de prensa no se interesaron por conocer los resultados de las discusiones entre Trump y Putin. Estados Unidos y Rusia se encuentran en ruta de colisión por la ocupación de Crimea por parte de Putin y el apoyo al movimiento de secesión en el este de Ucrania; por la presencia política de Rusia en Moldavia y regiones que se han separado de Georgia, o la situación en Chechenia; por las posturas enfrentadas, entre ambos, en la guerra criminal en Siria; por la ruptura unilateral del tratado nuclear con Irán por parte de Trump y la andanada de sanciones que ha desatado contra las compañías europeas que habían decidido invertir en el petróleo iraní; o por la evolución del principio de acuerdo de desnuclearización entre Estados Unidos y Corea del Norte y, no menos importante, el ataque de Trump a la construcción del gasoducto que debe llevar el fluido de Rusia a Alemania y al resto de la Unión Europea a través del Báltico. Hay que suponer que incluso Venezuela y Cuba debían haber estado en la agenda, debido a la presencia importante de Rusia en dos países con fuertes crisis económicas y choques con el imperialismo yanqui. En resumen, Trump ha aplicado sanciones económicas contra Rusia, que han obligado al Banco Central de Rusia a salir al rescate de bancos y compañías rusas golpeadas por esas sanciones. El tenor impuesto por los medios a la conferencia de prensa puso de manifiesto una política de boicot contra las conversaciones Trump-Putin. La conferencia de prensa escenificó una enorme crisis internacional, que corta horizontalmente al interior de cada una de las grandes potencias.
Cuando se toman en cuenta estos elementos en su conjunto, es claro que la oposición a cualquier tipo de acuerdo o acercamientos parciales de Estados Unidos con Rusia ha escalado en forma considerable. La reunión con Putin fue precedida por reuniones de Trump con presidentes de la Unión Europea y un encuentro de la Otan, en los que el norteamericano calificó de “delincuentes” a sus ‘colegas’; apoyó el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea; atacó a la primera ministra de dicho país por no optar por un Brexit duro contra Europa continental y exigió a sus pares que cuadrupliquen sus contribuciones a la Otan, en lugar de estar preparando la creación de una fuerza armada independiente. Trump fue a buscar a Rusia un acuerdo para que Putin apoye una desintegración de la Unión Europea e incluso un frente político común con los partidos europeos de ultra-derecha que abogan por eliminar el euro o poner fin a la unión política.
En este marco podría haber ofrecido una tregua política con los otros temas estratégicos en disputa y cambiar las sanciones económicas por un acceso ilimitado al mercado de bienes y de capitales de Rusia. Si vale la analogía, así como Hitler, que quería destruir a la Unión Soviética, pactó primero con Stalin, para tener las manos libres para atacar a Francia y Gran Bretaña, y de este modo asegurar sus espaldas en el oeste. Trump ha propuesto un acuerdo a Putin para quebrar la competencia europea en el mercado internacional. Es un camino plagado de crisis internacionales.
Decadencia
El núcleo de esta orientación política es el reconocimiento por parte de la camarilla de Trump y de sus defensores de la burguesía norteamericana de que Estados Unidos enfrenta una decadencia imparable, que se manifiesta por sobre todo en la crisis social del país.
Es un cuadro histórico similar al que determinó que en Gran Bretaña triunfara el Brexit o la tendencia disolvente en la Unión Europea. La crisis mundial penetra por los poros de todos los Estados capitalistas. China incluso enfrenta una crisis potencial, que se ha convertido en el tema más discutido en la prensa internacional: la quiebra del sistema bancario, formal y paralelo, que ha financiado el crecimiento de los últimos años. Esto explica que, en los últimos doce meses, hayan salido de China un billón de dólares y que sea el país donde más ha caído la Bolsa en el índice de los llamados mercados emergentes. Trump ha recurrido a medidas extraordinarias para sacar a la economía norteamericana del estancamiento -una rebaja fabulosa de impuestos a las ganancias para convertir a Estados Unidos en una suerte de paraíso fiscal que compita con el resto de la economía mundial y en especial contra la Unión Europea. Como consecuencia de esto, la deuda pública norteamericana aumentó en medio billón de dólares solamente en el primer trimestre de 2018 y ya equivale al ciento por ciento del PBI.
Robert Mueller, el hombre encargado de investigar la injerencia rusa en las elecciones norteamericanas, ha imputado por la infiltración en las computadoras del partido Demócrata a la agencia rusa de seguridad (GRU), sin presentar la menor prueba material. CNN ha calificado el hecho como una “declaración de guerra”, sin aclarar cuál debía la respuesta a esta “guerra”. Putin le ha ofrecido a Mueller la posibilidad de interrogar en Moscú a los agentes imputados, por ahora sin que la CIA acuse recibo. El involucramiento del ‘deepstate’ en la crisis política en curso, la convierte en una crisis de régimen. Los Bush y los Obama, que han desatado las guerras más criminales, apelando a las mentiras y falsificaciones más groseras para justificarlas (Afganistán, Irak -con un millón de muertos- y Siria), se indignan por ciberataques que no han podido probar y pretenden escalar la crisis en nombre de la ‘democracia’. Los trabajadores deben estar alertas ante esta evolución de la crisis internacional, porque ella anida más guerras y violencias contra los pueblos.
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