A las fuerzas armadas de Turquía no les fue tan bien como a sus colegas de Egipto en el verano boreal de 2013. El golpe militar contra el gobierno electo de los Hermanos Musulmanes del presidente de Morsi fue ejecutado por un mando unificado, que se montó a su vez en un descontento creciente con el gobierno islamista e incluso en una oleada de movilizaciones. La asonada de hace dos semanas en Turquía, aunque encabezada por un tercio del generalato, se desarrolló, en cambio, por afuera de la cadena de mandos, contra un gobierno que conserva un fuerte aparato político y cuenta todavía con un fuerte apoyo en la mitad de la población. El contraste entre el desenlace en un caso y en el otro pone en evidencia un salto fenomenal en el desarrollo de la crisis en el Medio Oriente y dentro de los países de la región; las derivaciones no van a tardar en manifestarse. En Turquía, el aparato político oficial movilizó a sus grupos civiles armados, los cuales enfrentaron a los golpistas en las calles con la asistencia de la policía – que posee un fuerte armamento militar. El desarrollo de los acontecimientos alentó la participación de sectores populares oficialistas. La división de las fuerzas armadas tuvo su correlato en el terreno internacional: las cancillerías occidentales demoraron una definición al desarrollo de los acontecimientos, y cuando con posterioridad saludaron la victoria del gobierno ‘democráticamente electo’, evitaron mencionar a su titular – el presidente Erdogan. A partir de la derrota del golpe, Erdogan desató una represión furiosa contra sus oponentes (50 mil destituciones en las fuerzas armadas, el poder judicial y la educación, entre otros) y declaró un ‘estado de emergencia’ que le otorga la suma del poder público. El golpe derivó en un contragolpe, y la posibilidad de que se instaure una dictadura militar dio paso al establecimiento de una dictadura de virtual partido único. Los sindicatos combativos y el movimiento nacional kurdo se mantuvieron al margen del choque en desarrollo. Lo mismo ocurrió con la izquierda, incluso si algunos grupos de ella sacaron de las gavetas el manual anti-golpista y se pronunciaron con excesiva premura “en defensa de la democracia”.
Aprendiz de brujo
La conclusión más general que se desprende de lo ocurrido es que Turquía se ha convertido en una víctima de la crisis internacional de la cual pretendía sacar provecho. La ‘década ganada’ de gobierno islámico en Turquía se ha convertido en una pesadilla. El planteo fundacional del AKP, el partido oficial, consistía en ofrecer un puente entre el islamismo y la ‘democracia’, como la forma política adecuada para la estabilidad internacional del Medio Oriente. En última instancia, esto implicaba un acuerdo estratégico con el sionismo de parte de todos o la mayoría de los estados árabes e Irán. La base económica del planteo consistía en hacer avanzar los intereses de la burguesía turca en la región, en especial por el fracaso de las negociaciones para incorporar a Turquía a la Unión Europea. La precariedad de esta pretensión quedó primero expuesta como consecuencia de la invasión de Bush y compañía a Irak, y se expresó en la prohibición de Turquía al paso de las tropas norteamericanas por su territorio. El impasse criminal de la ocupación de Irak llevó a Turquía a negociar un acuerdo con el gobierno kurdo en el norte del país, así como un floreciente negocio de importación de petróleo. Esto abrió un marco de negociación con el PKK – el partido kurdo que lucha en el territorio de mayoría kurda en Turquía.
La llamada ‘primavera árabe’ pareció inscribirse positivamente en este desarrollo cuando dio lugar al gobierno de los HM en Egipto, pero se dio vuelta con el derrocamiento de este gobierno y el comienzo de la guerra en Siria. Erdogan rompe su alianza con Bashar al Assad, con el objetivo de instalar un protectorado turco en ese país. En esta línea alienta la intervención de Isis en esta guerra, que se extiende a Irak. La tentativa de hacer avanzar los intereses de Turquía por encima de la estrategia de la ‘coalición occidental’ en esta guerra, enfrenta un revés gigantesco cuando las milicias kurdas del norte de Siria comienzan a manifestarse como la única fuerza efectiva en la lucha contra el llamado estado islámico. El apoyo político y militar del PKK a estas milicias quiebra la línea del acuerdo con éste en el marco de un Estado turco unitario; Erdogan reanuda los bombardeos del Kurdistan y comienza a hostigar al partido pro-kurdo de Turquía, el HDP. La guerra en Siria reabre el mayor problema histórico del régimen turco después de la disolución del Imperio Otomano: la posibilidad de la unión nacional de todos los territorios kurdos – en Irak, Irán, Siria y la propia Turquía. Previsiblemente, los kurdos en estos países aseguran que no los guía otro objetivo que la autonomía política dentro de los estados existentes. Por razones de eficacia militar, Obama decide también apoyar en forma material a las milicias kurdas en Siria. Las premisas de una ruptura de Turquía con la OTAN evolucionan con rapidez, lo cual no es menor de parte de quien aloja su principal base militar en la zona y tiene el segundo ejército en términos numéricos. EEUU, a su vez, también comienza negociaciones con Putin, quien para ese tiempo había desplegado a su ejército y a su fuerza aérea para apoyar a Bashar al Assad. Este cúmulo de contradicciones estalla en resultados adversos para la política de Erdogan y por lo tanto para su régimen político. En las vísperas del golpe, el presidente turco pega un volantazo de primera: anuncia la disposición a negociar con Bashar al Assad; se disculpa ante Putin por haber derribado (intencionalmente) un caza ruso; y hace las paces con su ex mayor aliado, Israel, que lo había agraviado con el asalto a una nave turca que llevaba ayuda humanitaria a la población desguarnecida de Gaza. Según la información circulante, estas paces incluyen la explotación de gas en el Mediterráneo, lo cual implica a Chipre y la posibilidad de resolver la crisis con Grecia y la UE en la Isla.
La nave no va
O sea que el golpe frustrado ha tenido lugar en momentos en que Erdogan intentaba estabilizar un navío que marchaba a los tumbos en una crisis de amplio alcance internacional. Lo demuestra la cuestión de los refugiados en Europa y las acciones terroristas de ciudadanos musulmanes en Francia y Alemania, en medio de una bancarrota capitalista sin precedentes. Se trata de la población nacida en Europa que ha protagonizado enormes revueltas contra la miseria social en las periferias de ciudades como París. Todo esto ocurre, además, cuando Donald Trump y el partido Republicano anuncian una política chovinista y amenazas contra estados de la OTAN, como los bálticos, y cuando estalla el Brexit. La envergadura del impasse desatado por el Brexit queda demostrada por la declarada dificultad e incluso imposibilidad de llevarlo adelante, como ya lo están declarando el nuevo gobierno de Gran Bretaña, de un lado, y Alemania, del otro.
Una mirada de conjunto lleva a la conclusión que se han roto las bisagras de contención de la bancarrota económica y que la crisis mundial ingresa en una nueva etapa. Los emiratos del Golfo han sido sacudidos por la caída enorme del precio del petróleo crudo, al punto que han comenzado huelgas en empresas con la saudí Aramco. En la convención republicana se estableció dividir a los grandes bancos – un reconocimiento de que, una década más tarde, incluso los norteamericanos serían insolventes. En la eurozona se ha decidido violentar las normas recientes de rescate bancario, en el caso de Italia, y volver al salvataje con deuda estatal, que en todos los países supera holgadamente el ciento por ciento. El M5E de Italia, partidario de salir de la eurozona, se ha pasado a la posición contraria, aterrorizado por la posibilidad de la quiebra bancaria en la península. La ruptura de las bisagras económicas de una gran crisis, es una confesión de la inadecuación del orden político establecido. Es lo que estalla con el Brexit y la amenaza de desintegración político- militar de Turquía, y de sus relaciones internacionales. Un Turxit como una mayor crisis de Turquía con la Otan, sería demoledor.
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Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)