Un reciente artículo del diario Le Monde traza un escenario sombrío del Nuevo Partido Anticapitalista, formado por alrededor de una decena de organizaciones de la ‘extrema izquierda’ (como se la denomina en Francia) y de corrientes feministas y ecologistas. Asegura, desde el título, que el NPA se encuentra “amenazado de implosión”. De acuerdo a un informe de la fracción mayoritaria de la organización, que el diario cita, “el colectivo no existe más: cada vez menos cotizaciones pagas, al extremo de poner a la organización al borde de la quiebra, comités locales abandonados en beneficio de las reuniones de fracción, decisiones que son cuestionadas en forma incesante”. Para la articulista del diario, “Acosado por una crisis de militancia (…) Esta crisis interna es un paso más de un lento desmembramiento…”. Con nueve mil militantes al momento de su fundación, en 2009, se le atribuye solamente dos mil en la actualidad – “sus tropas se disuelven y se alejan por oleadas en dirección al Frente de izquierda y a la Francia Insumisa”, que dirige el ‘soberanista’ Jean-Luc Mélenchon. El NPA no tendría ahora más que dos mil militantes y, siempre según Le Monde, “el partido no tiene existencia nacional”.
Le Monde advierte que esta situación podría derivar “en una escisión” cuando se reúna en diciembre el Congreso del partido. La fracción mayoritaria, que dirige el conocido Olivier Besancenot, planearía a la oposición “una ruptura amigable”. Denunciando un abismal “aislamiento político”, esta corriente buscaría una alianza con la misma Francia Insumisa y con el Frente de izquierda de un modo general. El 1 de Mayo pasado dio su apoyo a una manifiesto suscripto por ONGs ecologistas y, en otro plano, armó un frente con FI y otros en diversos municipios en ocasión de las elecciones recientes, con especial destaque en Burdeos, donde consagró concejal a su ex candidato a Presidente, Philippe Poutou. La lista fue formada con organizaciones asociativas y ecologistas. La corriente ecológica-verde fue la gran ganadora de esos comicios a nivel nacional. De acuerdo a Le Monde, las fracciones opositoras denuncian esta política como “reformista” y reñida con la “pureza revolucionaria”.
El NPA es una suerte de frente de izquierda, con la peculiaridad de que pretende desarrollar una vida orgánica por medio de un estatuto. En el NPA tienen presencia todas las corrientes del FIT-U de Argentina. Mientras el NPA retrocedía a pasos de gigante, las fracciones minoritarias ganaban peso relativo. La crisis se hace abierta cuando la fracción dominante ha perdido la mayoría de la dirección, que por momentos logró retener por medio de alianzas internas. El NPA sigue el derrotero del italiano Rifondazione Comunista, otro frente de izquierda con estatuto añadido, el cual se fundió a toda velocidad luego de un cierto desarrollo electoral. Una réplica de estas combinaciones políticas se encuentra en Brasil, donde el partido socialista y libertad, PSOL, agrupa a la mayor parte de la ‘extrema izquierda’, con la salvedad de que las corrientes mayoritarias están muy lejos de ver amenazada su primacía. La mayoría del PSOL considera la posibilidad de promover “un frente amplio” para las elecciones de 2022, con el PT por supuesto, pero también con el partido de Ciro Gómez, ex gobernador del estado de Ceará.
El reclamo de los opositores, para que el NPA se convierta en un partido revolucionario, representa, más que una contradicción, un desatino. La iniciativa de formar el NPA fue tomada por la Liga Comunista Revolucionaria luego de un larguísimo período de abandono de las premisas del marxismo. Siguió, en el campo de la IV Internacional, el mismo derrotero de la socialdemocracia, primero, y el stalinismo después, en el desarrollo de su integración al estado. El partido comunista italiano pasó del “compromiso histórico” con la democracia cristiana, para eludir el veto de la Otan a su participación en el gobierno, al eurocomunsimo, hasta su completa disolución, en un “partido democrático” que hoy es una sombra política en el tablero de Italia. Lo mismo vale para su socio español, que hoy se recoge en Unidos-Podemos. La LCR arrancó con el abandono de la dictadura proletaria por la democracia y el señalamiento de que la época de las revoluciones proletarias había concluido. Como LCR, en 2002 obtuvo el 5% de los votos en las presidenciales, un 10% para la izquierda trotskista si sumamos el porcentaje de Lutte Ouvriere. Ahora, como partido amplio, apenas llegó al 1 por ciento. El veredicto no tiene atenuantes. El sacrificio del programa, o sea de una perspectiva de construcción sistemática, ligada a las ondulaciones de la crisis del capital y la lucha de clases, por el ventajismo electoral acabó en un desastre
Por todo esto, la pretensión de re-convertir al NPA en un partido marxista, es un dislate. Quienes ingresaron al NPA sabían muy bien lo que estaban haciendo: ofreciendo cobertura a una liquidación contrarrevolucionaria. En este sentido existe una diferencia de grado con Rifondaziones Comunista, incluso en el nombre, que surgió como reacción a la disolución del partido comunista oficial. Para añadir al dislate el grotesco, los opositores (una decena de tendencias), no logran, ellos, agruparse en un partido revolucionario. Podría ocurrir, entonces, que si prospera la expectativa de la primera minoría del NPA, precisamente los ex LCR, de proceder a una ‘ruptura amigable’, los opositores se dispersen como las hojas en otoño. El NPA concluiría como comenzó, como una operación liquidacionista. Las huelgas generalizadas que sacudieron a Francia hace poco, por un lado, y las movilizaciones de los chalecos amarillos, por el otro, pusieron al descubierto la inviabilidad de una ‘extrema izquierda’, o sea revolucionaria, que muta a movimientista y electorera.
Los partidos revolucionarios no prueban su vigencia por parámetros exitistas. Sus programas y métodos de acción y organización deben ser juzgados en el terreno de la lucha de clases. La crisis de dirección del proletariado se hace presente en cada giro fundamental de la lucha de clases, cuando se cotejan las premisas de la vanguardia con la acción de las masas. Todo momento histórico ha conocido una crisis de dirección – que unas veces derivaron en victorias y otras en derrotas, incluso estratégicas. La praxis de la construcción del partido revolucionario ha sido sustituida en la izquierda por la maniobra.
El Frente de Izquierda en Argentina se convirtió en un NPA, donde el estatuto son los acuerdos impuestos por una pulseada política entre los integrantes. Como dice el PTS: “es un campo de disputas”, que no es lo mismo que la delimitación de ideas entre unos y otros No es un frente de acción, que une fuerzas en la práctica cotidiana, sino un frente programático, como se pone de manifiesto en las elecciones. Quienes sostienen que el FIT es la contracara del NPA se equivocan a sus propias expensas. Hay una diferencia formal. Los protagonistas coinciden.
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