El último capítulo del drama que atraviesa Fanapel se cierra con la aprobación por parte de sus trabajadores para habilitar la negociación del despido de los 300 compañeros.
Según informan diversos medios, la modalidad para el pago de indemnizaciones es mas que escabrosa e incierta. Los obreros del papel recibirían parte del pago a mitad de año y el grueso (un 70%) a final del mismo, con la venta del stock de mercadería o en su defecto de la maquinaria de la fábrica.
La empresa venía siendo desmantelada desde hace cuatro años, cuando ocupaba a 1080 trabajadores hasta alcanzar los 260 trabajadores directos y 40 indirectos de hoy.
“Reconversión laboral” o sálvese quien pueda
Desde el ejecutivo del PIT-CNT y principalmente sus dos mayores figuras, Abdala y Pereira, tempranamente se inoculó en los trabajadores la necesidad de apuntar a una “reconversión laboral”. Esto se aceitó con la colaboración activa del sindicato de la planta que difundía desde el Facebook oficial del mismo los formularios del INEFOP para proporcionar “cursos de capacitación”. Lo más pérfido de la operación fue que esto se presentó como “parte de nuestra lucha”. Quedaba en evidencia que nunca existió el más mínimo intento de pelear consecuentemente por la reapertura de la fábrica sino lo contrario, se trabajaba febrilmente para instalar un ‘lobby’ por la aceptación de la propuesta de negociar despidos. El “luchismo” se reducía al llenado de un hoja impresa.
La burocracia abandona y aisla a los obreros
La fenomenal ausencia de la central sindical y más precisamente de su cúpula durante los dos meses que van desde el envio al seguro de paro de todos los compañeros hasta la aceptación de los despidos, sólo puede interpretarse como un boicot organizado a conciencia para no verse obligados a dar respuestas o comprometerse ni siquiera de palabra con los trabajadores.
La dirigencia del PIT-CNT, subordinada políticamente al gobierno ha permutado las fuentes de sustento de trescientas familias obreras con el fin de alcanzar un objetivo no menor. El levantamiento de la denuncia que las cámaras empresariales mantienen en la OIT. La transacción aún no alcanza. Las patronales se mantienen firmes en su propósito. Es de esperar que los Abdala y Pereira entreguen más ofrendas como muestra de buena voluntad y para galvanizar un pacto con los Maihlos y compañía.
Para la burocracia sindical, Fanapel es un peón en el tablero que bien puede ser sacrificado en aras de llegar a un entendimiento con los propietarios burgueses. La ilusión legalista del Cuopyc quedó girando en el vacio al subordinar cualquier acción ofensiva a las negociaciones tripartitas en Montevideo. La ocupación de la planta era una necesidad objetiva que se imponía por fuerza. La ocupación hubiera llevado la lucha a un plano superior si se acompañaba con la exigencia de un paro general del conjunto del movimiento obrero en un escenario de despidos y cierres en otras ramas de la producción. La burocracia desenvolvió una campaña subterránea para desalentar la ocupación de la planta, transformándose en cómplice del gobierno y la patronal. “Nos alegra que Tabaré Vázquez plantee que se deben buscar alternativas -dice Olaverry, respecto de las declaraciones que el presidente emitió desde Rusia-,pero se tiene que comprometer, porque durante su campaña electoral se quedó en las promesas. Todo el mundo se preocupa, pero ahora hay que empezar a ocuparse.” La expectativa en una solución cuando incluso ni siquiera existían “promesas” por parte del Poder Ejecutivo se transforman en un factor de desmoralización mayúsculo. Esta línea conservadora se mantuvo inalterada hasta el final, incluso cuando el “compañero” Juan Castillo afirmó que “estamos en una sociedad capitalista, manda el capital. Si quieren hacer un parrillero con la fábrica de papel pueden hacerlo” Admitiendo que los explotados somos un juguete en manos de la burguesía, con el detalle que él es parte del gobierno que permite tal orden de cosas.
Quien quiere el fin, quiere los medios
El desenlace final no podía ser otro que el de la derrota. Los acontecimientos aportan cierto número de pruebas a la justeza de esta afirmación: dice Olaverry, presidente del Sindicato de la planta “La fábrica no quiere abrir, y el Poder Ejecutivo, más allá de lo energético, tampoco se jugó entero. Y ahora una asamblea habilitó a CUOPYC a negociar los despidos, dando por cerrada la fábrica.” Es imposible hacer la guerra sin desear la victoria y para tal fin se imponen ciertas formas. Se rechazaron los métodos históricos de lucha, por miedo a “morir abrazados a las maquinas”. Por miedo a espantar a los accionistas. Por miedo a aislarse. Todo debidamente condimentado con frases sin sentido, como “bloque social de Juan Lacaze”, “fuerzas vivas del departamento” y otros espejismos por el estilo, cuando lo único real eran los trabajadores de un lado y la burguesía y el gobierno del otro. Y aquí los perjudicados han sido los compañeros papeleros. Este balance es ineludible. El período que se abre es más difícil que el anterior, por que partimos de una derrota.
Hay que sacar todas las conclusiones. Lo que ha fracasado en este conflicto, donde lo que define son las orientaciones estratégicas, ha sido la línea de la menor resistencia. Los trabajadores han sido retirados del campo de batalla sin disparar un solo tiro y con las manos vacías.
Este duro revés debe ser asimilado y comprendido profundamente, para preparar las batallas que se avecinan.
Hay que recuperar los sindicatos y expulsar a esta dirigencia colaboracionista y temerosa. Es la única garantía.
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