El referéndum del 21 de febrero que planteaba un cuarto mandato para Evo Morales expresó una derrota política para el presidente “indígena” y abrió un nuevo escenario político en Bolivia. En el resultado final el NO obtuvo el 51,30% de los votos – a pesar de todo el mecanismo de fraude ejecutado por el MAS-, mientras el SI apenas alcanzó el 48,70%. Con una participación de casi el 90% del padrón electoral de más 6 millones de personas, el voto nulo y blanco fue marginal apenas sobrepasó el 4%. Morales ha sido derrotado en 6 de los 9 departamentos y en todas las ciudades capitales del país con porcentajes de 52% en Oruro hasta 87% en Potosí. No son sólo porcentajes, sino una viva y concreta experiencia en las masas.
Gobierno en crisis
La crisis capitalista en curso puso al desnudo la crisis del propio gobierno. La baja en los precios de los minerales, del petróleo y la escasez de alimentos, junto a la contracción de la demanda del mercado Chino, significó un fuerte sacudón para el gobierno masista que tenía de soporte el “boom” ficticio de los altos precios de las materias primas y que, en los hechos, no rompió con la dependencia del capital financiero. En una década mantuvo la primarización de la economía nacional y postergó la industrialización del país. El gobierno de Morales acelera su derechización ejecutando salidas capitalistas: ajustes a los trabajadores (despidos, salarios de miseria, jubilaciones precarias, suspensión del doble aguinaldo), mayor endeudamiento (crédito chino de $ 7.500 millones) y entrega del país y sus recursos (incentivos petroleros) a las transnacionales imperialistas (Repsol, Petrobras). Morales hizo uso de las instituciones del estado (Asamblea Plurinacional y Tribunal Supremo Constitucional) para viabilizar un referéndum, buscando, con el triunfo del SI perpetuarse en el poder y “tener el aval” de los trabajadores para aplicar un ajuste sistemático. El resultado fue adverso: se generó una crisis al interior del MAS, que llevará a pugnas por negociar mayores beneficios que da el Estado y acelerará sus pactos con la derecha “neoliberal”.
El plebiscito expresaba por excelencia el mecanismo “democrático” que utilizan estos tipos de gobiernos bonapartistas con la intención de reforzar el estado para descargarlo contra las reivindicaciones y profundizar la explotación de los trabajadores; es un intento de imposición y perpetuación en el poder. El abstencionismo de un sector de la izquierda contribuyó con dejar a la clase obrera en manos de las presiones del nacionalismo indígena y de las tendencias burguesas que se oponen hoy al gobierno del MAS. Se trata de impulsar en cada fase de la crisis la intervención independiente de la clase obrera con un programa de reivindicaciones transitorias para que se transforme en un polo político antagónico al capital en todas sus variantes.
La posición del MAS frente a los resultados del referéndum demuestra que la llamada “revolución democrática” es ficticia y violentada por sus mentores. La reciente cumbre de Conalcam, que reunió a los burócratas sindicales del “proceso de cambio” masista, acaba de dictar la línea política: Buscar reformas para viabilizar arbitrariamente la repostulación de Evo-Álvaro en 2019. Es decir, alistan una maniobra política para pisotear el triunfo del NO.
Voto obrero y popular
La tendencia en las masas hacia el rechazo a la reelección de Evo Morales tiene su origen en el proceso político boliviano. Está precedida por luchas obreras, indígenas, estudiantiles y populares. Por ejemplo, el gasolinazo del MAS se enfrentó a una oposición obrera y popular que mantuvo al país paralizado por semanas; las multitudinarias marchas del Tipnis contra la carretera; la Huelga Obrera de Mayo por una jubilación del 100%, que duró casi un mes y unió a mineros, fabriles y magisterio; las luchas del movimiento estudiantil de la UMSS y UAJMS contra las camarillas docentes masistas; la UPEA y la lucha por el presupuesto universitario frente al recorte del gobierno nacional; y la combatividad de un mes del pueblo potosino por concretar un pliego postergado por Evo Morales. Esta intensa lucha de clases desembocó en tres derrotas políticas-electorales para el MAS: elecciones de gobernadores y alcaldes, referéndum por estatutos autonómicos y el actual referéndum de repostulación.
El triunfo del No es el resultado de estas luchas, por tanto, se constituye en un voto obrero y popular. El dato más sugerente lo constituye el distrito minero de Potosí donde el NO alcanzó el 53%. Esto echa por los suelos la “teoría” de que el voto por el NO era un voto “derechista”. Sin embargo, hubo sectores en la clase obrera que votaron por el SI, sobre todo el minero asalariado, pero presionado por la extorsión de Evo Morales en cuanto a dejar las minas estatales sin inversión, y también bajo la presión que ejerce la burocracia sindical. Que sectores de la clase obrera, clase media y sectores populares que antes votaban por Evo Morales, hoy hayan votado en contra, pone de manifiesto un proceso de maduración política relativa (relativa porque no hay definiciones políticas avanzadas, maduras porque comienzan a dar pasos en su desprendimiento del MAS).
No cabe duda que las oscilaciones en el movimiento obrero tenderán a profundizarse en la medida que la crisis capitalista golpee al conjunto de la minería, pero sobre todo si la izquierda revolucionaria decide intervenir en el escenario político que dejó planteada la derrota política de Evo Morales.
Derecha inestable y sin mandato popular
La oposición derechista no pudo capitalizar la victoria del NO; por lo contrario, expresó su inestabilidad. Primero porque tiene un pasado que la condena y las masas no lo olvidan. Segundo, porque su fraccionamiento y cooptación persiste. Con los datos preliminares del referendo, el sector a la cabeza de Rubén Costas y “Tuto” Quiroga salió con patada voladora contra Morales; hasta se animaron a barajar su candidatura para las próximas elecciones presidenciales de 2019. El sector de Doria Medina y Revilla declaró que no era momento de una revancha y convocaron al gobierno nacional a trabajar de forma conjunta en los restantes cuatro años de gestión masista. Este último sector de la derecha tiene conciencia de que el MAS sigue siendo la primera fuerza política del país y Evo Morales -con el proceso de agotamiento de por medio- aún da respiro a un régimen político que se funda en un bonapartismo personal. Es decir que comprende que la victoria sobre el SI, no le atribuye un mandato popular y sobretodo no la convierte en una oposición política real frente al nacionalismo indígena que mantiene la tutela sobre un sector muy importante de las masas. Con esto las fracciones de la derecha dejan en claro que marchan por caminos diferentes: un sector con un amplio sentido de confrontación; otro con vías a establecer un “acuerdo nacional” o lo que hemos conocido como una “megacoalición”. El golpe electoral al nacionalismo indígena ha causado pugnas al interior de las fracciones del MAS, pero también reafirma el fraccionamiento en la derecha “neoliberal”.
Por una Alternativa Política
Este cuadro político abre la perspectiva de debatir con la clase obrera y las masas bolivianas la elaboración de una agenda de los trabajadores, y pone a la orden del día la necesidad de tener un eje organizativo para conducir las luchas de los explotados, es decir la construcción de una Alternativa Política Independiente.
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