Si la movilización de “auto convocados” mostró el distanciamiento con el gobierno de sectores capitalistas del agro (y gran parte de las cámaras patronales), existen otras evidencias que muestra que el capital financiero todavía sostiene al Frente Amplio (y al astorismo en particular).
La movilización de Durazno el 23E no implicaba automáticamente un pasaje a las filas de la ‘oposición’ blanqui-colorada: hay que recordar que los oradores realizaron duras críticas también a las Intendencias en manos de los blancos, y que uno de los principales discursos (el de Eduardo Blasina) reivindicó incluso al ex ministro de Agricultura y pidió apoyo para que el canciller Nin pudiera firmar más TLCs. La movilización ruralista marcó la posibilidad de un reagrupamiento capitalista de ‘oposición’, pero no una certeza.
La reciente colocación de deuda externa por parte del gobierno, se ha difundido como un récord por el vencimiento a largo plazo de los bonos (37 años a una tasa del 5%). El diario El Observador no vaciló en analizar que “Uruguay volvió a recibir un fuerte espaldarazo de los inversores internacionales que mostraron una fuerte avidez para financiar al gobierno, (…) pese al contexto de volatilidad e incertidumbre que aún reina en los mercados” (13/4).
El artículo publicado por el semanario británico The Economist (28/3) es también sintomático. La nota se titula “La magia de Montevideo”, pero no se refiere a las bellezas turísticas de la capital uruguaya, sino a la “racha económica ganadora” (sic) de Uruguay, el que según la nota “deja en vergüenza” a sus vecinos. Esta última afirmación no deja de ser llamativa, si se tiene en cuenta que está comparando con países dominados por la derecha de Macri y Temer. “Su suceso demuestra el valor de la apertura, las instituciones fuertes y la inversión en el know-how”, afirma el semanario vinculado al capital financiero. La referencia a las “instituciones fuertes” obviamente no significa un apoyo expreso al Frente Amplio, pero sí un voto en contra de cualquier aventura desestabilizadora al estilo de Brasil. La nota afirma claramente que “los gobiernos del FA mantuvieron las políticas económicas ortodoxas que heredaron, con prácticas que hacen al país atractivo para los inversores, como mantener los impuestos bajos y al Poder Judicial independiente de la influencia política”. Parece un llamado a invertir en Uruguay. El artículo reclama reformas laborales y previsionales, es decir, le reclama al Frente Amplio o a quien lo suceda un ataque en regla contra los trabajadores: “Uruguay tiene mercados laborales rígidos, el sistema educativo necesita una reforma, la población está envejeciendo”.
No puede dejar de percibirse que mientras The Economist habla de los “bajos impuestos”, los ‘auto-convocados’ señalan justamente lo contrario. Es claro que la política del astorismo defiende a rajatablas los intereses del capital financiero, pero ya no conforma a los que antes se refería como los “sectores productivos” (es decir, capitalistas del agro y la industria). El Frente Amplio debutó en 2005 refiriéndose a construir un “Uruguay productivo”, en oposición al “Uruguay de servicios” (sobre todo financieros) que afirmaban era el “modelo” de los partidos tradicionales. En 2002, el FA y la burocracia del PIT-CNT participaron de las marchas de la “Concertación para el crecimiento”, bajo las consignas de “rentabilidad o muerte”, que exigían la devaluación. Hoy, sin que pueda compararse el nivel de endeudamiento de los sectores ruralistas con el año 2002, se produce un ‘revival’ de aquella fronda capitalista que le daba la espalda a blancos y colorados. Tabaré Vázquez llegó al poder de la mano de los Gaggero y Fratti, dirigentes de la Federación Rural. Trece años después, la FRU -junto a otras cámaras ruralistas e industriales- amenaza con un cambio de frente.
Se ha terminado el período de altos precios de materias primas, y de bajas tasas de interés, y se agudizan las tendencias a la guerra comercial y el cierre de los mercados. Este cambio de situación es lo que motiva las demandas de fracciones burguesas. De todas formas, el capital financiero aún mantiene su apoyo al astorismo y espera que, si existen cambios políticos, estos sean ordenados y no convulsivos. Las distintas fracciones capitalistas coinciden en exigir la reforma laboral, la reducción del gasto estatal y la reforma de la seguridad social, es decir, un plan de guerra contra los trabajadores. Abierto en forma anticipada el período electoral, estas tareas parecen quedar para el próximo gobierno. La ‘oposición’ de derecha aún no ha demostrado que es capaz de seducir a la población ni de gobernar en forma cohesionada. Por otra parte, sus referentes internacionales (Macri, Temer, Kuczynski) no la están pasando bien (la caída del presidente peruano es una muestra de la precariedad de esa derecha continental).
La clase obrera debe constituirse en alternativa política, frente a las variantes burguesas en disputa. La izquierda revolucionaria no puede subordinarse ni al gobierno seudo-progre del capital financiero, ni a los ruralistas y capitalistas que reclaman un giro derechista. El PT convoca a construir una alternativa obrera y socialista, por un gobierno de trabajadores.
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