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Elecciones: A donde va Francia

La acción terrorista que tuvo lugar ayer en el centro de París vino a añadir una mayor cuota de incertidumbre a unas elecciones que ya venían turbulentas. No hay que excluir en absoluto que haya sido una operación para-estatal destinada a volcar al electorado hacia los candidatos que esgrimen los planteos más reaccionarios, como ocurre con Le Pen y Fillon, dos derechistas que reclaman el cierre de fronteras y el establecimiento de un estado policial. Francia va a ir a votar el domingo próximo bajo un estado de emergencia establecido por decreto del propio gobierno ‘socialista’ de Francois Hollande. La instancia final al primer turno electoral la disputan cuatro candidatos, luego de una seguidilla de crisis partidarias que han dejado en el aire a los dos partidos principales de Francia – el socialista y el republicano. Con excepción de la derechista Marine Le Pen, los otros concurrentes ofician de candidatos uni-personales. Es altamente probable que el próximo presidente francés, que deberá ganar antes la segunda vuelta, sea un cacique sin indios. En estas condiciones, las elecciones legislativas que tendrán lugar dos meses más tarde, en junio, difícilmente habrán de servir a una compactación de fuerzas: por el contrario forzarán a rejuntes y amalgamas sin principios y a una Asamblea Nacional atomizada.

Eslabones y cadenas
Lo que ocurre en Francia encuentra su explicación en el desarrollo de la crisis mundial en su conjunto; no es para nada un fenómeno exclusivamente nacional. Dada la dispersión de sus regímenes fiscales, presupuestarios y bancarios, la zona euro ha sido mucho más golpeada por la bancarrota internacional que el resto de los países capitalistas desarrollados. La depresión económica ha generado un proceso de deflación y desempleo del cual recién ahora, dudosamente, parecen emerger los ‘brotes verdes’. Como medida de deflación extrema, las tasas de interés han llegado a niveles negativos. El rescate de bancos y empresas ha inflado el balance del Banco Central Europeo y elevado por encima del ciento por ciento del PBI las deudas públicas, o sea que la banca privada está sostenida por el piolín de la banca central. No puede haber, entonces, desenvolvimiento del crédito. El desequilibrio económico entre las economías del norte y del sur de Europa es mayor que nunca, lo cual resulta en mayores déficits de comercio y abultamiento de deudas para esta última. El sistema bancario de Italia y Portugal bordea el precipicio – la deuda bancaria de la zona en su conjunto supera el billón y medio de euros.
Francia es un eslabón de esta cadena precaria. Ocupa, en este escenario, un lugar propio. Los franceses hablan de “la década perdida”. La tasa de desocupación es superior al 10%, sin tener en cuenta el tiempo parcial y la reducción de la población activa por el escepticismo de encontrar empleo; bajo el gobierno ‘socialista’ se han perdido unos 700 mil puestos de trabajo. El superávit comercial se ha convertido en déficit. El eje industrial, el automotor, ha pasado de poco menos de cuatro millones de unidades a dos; la producción se terceriza a España, donde Renault ha firmado un “acuerdo sectorial”, que reduce un 27% los salarios. La deuda pública se acerca al ciento por ciento del PBI, lejos del tope del 60% establecido por la Comisión Europea y del 63% de Alemania. La crisis mundial ha acentuado la tendencia a la desindustrialización de Francia.

Brexit y Alemania
El impasse industrial y financiero ha socavado la alianza franco-alemana; el superávit comercial alemán sigue en niveles elevados, y crece aún más el endeudamiento del conjunto de la zona con la banca alemana. Alemania, desde una posición dominante y al mismo tiempo dependiente de la salud financiera de sus socios, ha bloqueado toda tentativa de relanzamiento económico financiado por gasto público y crédito. La consecuencia política de este marasmo es el completo fracaso del gobierno de Hollande para sacar la economía francesa a flote en base a la alianza ‘estratégica’ con Alemania.
El candidato de centroizquierda, Melenchon, un ex ministro ‘socialista’, y la chovinista Marine Le Pen, responden a esta crisis con el planteo de salir de la zona euro, aunque en realidad buscan una renegociación con Alemania (“Cambiamos la UE, dice Melenchon, o nos vamos”, Le Monde 15.4). También plantea inyectar 250 mil millones de euros en la economía, lo cual requiere el visto bueno imposible de Alemania y es puro humo si tiene que ser bancado por Francia sola. Le Pen promete, para las tribunas, abandonar el euro por el franco y pagar, al mismo tiempo, sin quita, la deuda pública de Francia, que está en poder (85%) de los bancos de su propio país. Macron, en tanto, el candidato favorito de las encuestas, ex ministro de economía de Hollande, y el derechista Fillon, es primer ministro del ex presidente Sarkozy, reclaman una “Europa reforzada” – mediante una ‘unión bancaria y fiscal’, el primero, o como una federación de estados, el segundo. Más de lo mismo, con consecuencias peores.
El Brexit ha agravado las perspectivas económicas y políticas de Francia, que no tiene las condiciones que Alemania para enfrentar una competencia comercial y, aún más, financiera con Gran Bretaña. Alemania se orienta a aprovechar el Brexit para reforzar su hegemonía continental, bajos formas políticas que aún no están claras. Francia se encuentra, como nunca antes, bajo la presión de someterse a una mayor dependencia de Alemania, con todas las consecuencias de ‘ajuste’ y deflación que conlleva. Una Francia ‘independiente’, atenazada entre Gran Bretaña, por un lado, y Francia, por el otro, es inviable. La desintegración de la UE y de la zona representa un debilitamiento de los estados nacionales que esas tentativas de “unidad europea” pretendían reforzar.

Transiciones
Esta transición de alcance explosivo se encuentra atravesada por otra transición – la de la crisis mundial en su conjunto, y en primer lugar las fuertes presiones hacia una crisis financiera en China. Un síntoma significativo de la impotencia de gobiernos y Estados para domesticar la crisis mundial, es la incapacidad de Trump para poner en marcha su programa de infraestructura multi-billonario, así como las oscilaciones acerca de las rebajas impositivas y la desregulación del sistema bancario. El crecimiento del PBI norteamericano, en el primer trimestre de 2017, ha sido de apenas el 0.5% anual. En el norte escasean también los ‘brotes verdes’, a pesar del inicio de la primavera. Este impasse generalizado del capitalismo es la base de las guerras imperialistas que se extienden hacia nuevos países y regiones, desde la guerra del Golfo y en Yugoslavia, en los 90, y que pusieron rápidamente fin a las ilusiones de un planeta en paz luego del fin de la llamada ‘guerra fría’.
El escenario político-electoral, en Francia, se encuentra inclinado, sin embargo, no hacia la izquierda sino hacia la derecha. No solamente porque hay tres derechistas con posibilidades de pasar al segundo turno (Le Pen, Fillon y Macron), sino por la derechización de la izquierda, que además se presenta en forma virtual o residual, o sea sin base en la clase obrera ni en los trabajadores en general. El atentado del jueves sumó al chavista Melenchon al pelotón que promete dar “la batalla al terrorismo”, o sea reforzar el estado policial (“aumentar los recursos de la justicia anti-terrorista” (Le Monde, 15.4), sin una palabra por el cese inmediato de las guerras imperialistas de Francia (“parar las guerras por medio de una diplomacia activa e independiente”).

Desarrollo combinado
La llamada ‘extrema izquierda’ se presenta en un estado de ‘extremaunción’, peleando contra los desfalcos de la “casta política” – “les affaires” -, sin el menor planteo de poder de un gobierno de trabajadores. Philippe Poutou, del trotskista-guevarista-feminista-pluralista NPA, plantea el “rechazo al libre cambio”, a “las normas presupuestarias europeas”, “controlar el movimiento de capitales” (Le Monde, 15.4) – al mejor estilo CFK/Kicillof. El NPA es el resultado estrecho, tanto histórico como numérico y social, del planteo de formar “partidos amplios” para enfrentar episodios electorales y en absoluto para preparar una vanguardia política de la clase obrera para desarrollos transicionales y perspectivas revolucionarias.
Asistimos a la enorme contradicción entre el marco histórico explosivo que se ha desarrollado a nivel mundial, en especial a partir de la bancarrota de 2007/8, por un lado, y la representación política de esta crisis, no solamente en la izquierda sino el conjunto de las tendencias y partidos políticos. El espacio político sigue dominado por el retrovisor, no por el parabrisas. Esto explica la aparición de fórmulas agotadas, como libre cambio versus proteccionismo; globalización versus mercado interno y estados nacionales; parlamentarismo versus presidencialismo (bajo estados crecientemente policiales y militarizados) – toda categorías de una etapa histórica superada. Se trata simplemente de rémoras, que serán barridas por una irrupción histórica independiente del proletariado.
Es necesario conquistar una conciencia clara de la historia presente y preparar su desarrollo revolucionario. La clase obrera de Francia ocupa un lugar eminente en esta perspectiva.

Jorge Altamira

Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)

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