A pesar del llamado a la ‘calma’ por parte de Astori y cía, el escenario político nacional no puede sustraerse a las profundas contradicciones abiertas en los procesos políticos y económicos de la región (y mundiales) . En un mes, la devaluación trepó el 11%, se aceleró la inflación y cayeron las reservas del Banco Central. La crisis regional refuerza la tendencia al impasse económico, mientras los voceros de las cámaras empresariales y acreedores financieros señalan que esta situación requiere más que nunca rebajar el salario y el gasto público -para elevar la tasa de ganancia, pagar la deuda pública y mantener los subsidios al gran capital.
‘Contraofensiva’ en crisis
Este planteo de una ofensiva más decidida contra las masas que encare el rescate capitalista ha entrado en crisis en Brasil y Argentina.
Temer militarizó Brasil para enfrentar una huelga de las patronales y trabajadores del transporte (mal llamada “huelga de camioneros”) luego de un incremento brutal del precio de la gasolina, que buscaba cubrir el agujero de la quebrada Petrobras y el abultado déficit fiscal. La huelga o lock-out hizo retroceder al gobierno, pero abrió una crisis política con el anuncio de aumento de impuestos y el fin del subsidios a algunos sectores industriales que suplantaría el tarifazo del combustible. Lo que entró en crisis terminal es el propio golpe que inició en 2016. Luego de dos años de ajuste brutal sobre las condiciones de vida de los trabajadores, la caída industrial y las inversiones continúan, mientras crece el desempleo. La política de privatizaciones de sectores estratégicos y la reforma laboral no generaron, como se esperaba, una nueva onda de inversiones extranjeras o nacionales. La popularidad de Temer cayó a casi 0%, mientras que su candidato, Meirelles -ministro de economía de todos los gobiernos desde hace 15 años- se derrumba en las encuestas.
Macri recurrió al FMI para contener la salida de capitales y hacer frente al pago de la deuda. Fue un salvavidas de plomo. La devaluación del peso de un 25% en mayo y la elevación de la paga de interés de la deuda a un 40%, tuvo como consecuencia un crecimiento extraordinario de la deuda externa (y sus intereses) y del déficit fiscal. El FMI se negó a financiar una contención del dólar, mientras le presenta al gobierno como programa de ‘rescate’ la liquidación de salarios y jubilaciones, y proceder a un despido masivo de empleados estatales. Es decir, un programa que agrava la crisis en lugar de atenuarla. En este escenario, las huelgas amplios sectores de trabajadores se agudizan conformando una reacción popular que comienza a gestarse (docentes, estatales, petroleros).
En este escenario, el lulismo en Brasil y el kirchnerismo en Argentina actúan como furgón de cola de los recambios derechistas, luego de haberles pavimentado el camino. El PT de Lula señaló que la huelga de los camiones busca desestabilizar al gobierno de Temer quien sería el garante hacia las elecciones de octubre; mientras que el PJ-kirchnerismo le garantizó a Macri la aprobación de más 100 leyes que le permitió cogobernar con la (pseudo) oposición.
La crisis de la llamada ‘contraofensiva derechista’ pone al descubierto la incapacidad de la burguesía para resolver la parálisis de las fuerzas productivas, primero bajo la forma del derrumbe de los gobiernos nacionales y populares y ahora por medio de las tentativas thatcherianas, que carecen de los recursos políticos para desenvolver sus objetivos. En América Latina, con sus particularidades nacionales, queda expuesta a una crisis de poder en el marco de la bancarrota capitalista. El desenlace de la crisis dependerá del resultado de los grandes choques de clases que plantea la nueva etapa.
El bloque social y político del ajuste (y de la represión)
La política fondomenetarista están provocando revueltas y sublevaciones (Nicaragua, Brasil, Argentina). Vázquez y Astori deberían poner las barbas en remojo. Como hemos señalado desde estas páginas, el núcleo del ajuste pasa por el achique del gasto social en la Rendición de Cuentas que el gobierno presentará esta semana al PIT-CNT y la bancada oficialista y en las pautas de rebaja salarial en los Consejos de Salarios. Pero no sólo esto. La devaluación en curso tiene como consecuencia una depreciación del salario por partida doble; por un lado cae el poder de compra medido en dólares, al tiempo que el encarecimiento de las importaciones golpea al salario. En contrapartida, mejora el posicionamiento de los exportadores que obtienen más pesos por dólar exportado. Se trata de una transferencia del bolsillo de los trabajadores al capital. La devaluación tiene también como efecto un incremento del déficit fiscal y de la deuda externa (dolarizada), lo que desbarata el armado presupuestal que proyecta un incremento que se producirá sólo si crece la economía. Es el presupuesto del FMI, que había recomendó bajar el déficit al 2,5% del PIB.
Lo ocurrido en el último mes advierte sobre las bases precarias y frágiles por las que transita la economía nacional; a pesar del apoyo de las calificadoras de riesgo al financiamiento del gobierno, la tendencia a la fuga de capitales es de toda América Latina. La suba de tasas de interés y la quita de impuestos al gran capital en EEUU reorienta las inversiones hacia el norte. Todo esto plantea un cuadro de agravamiento de las contradicciones económicas en el próximo período. El ‘contagio’ brasileño y argentino ha comenzado.
En esta perspectiva de crisis, se refuerzan las tendencias represivas y de militarización de todo el régimen político contra la juventud y la protesta social. Este es el contenido de la propuesta reaccionaria de Larrañaga de que los ‘militares salgan a las calles’, que no hace más que continuar con una política iniciada por el gobierno del Frente Amplio que reforzó el aparato represivo -ver artículo la inseguridad sólo la pueden combatir los trabajadores. Se trata de una tendencia continental.
El cambio ajustador y represivo se opera bajo el gobierno del Frente Amplio.
El bloque independiente de la clase obrera
Las corrientes mayoritarias que triunfaron con un 60% en el Congreso del PIT-CNT tienen la caracterización opuesta: el gobierno del FA pertenece a un bloque junto al movimiento sindical y popular, al igual que el kirchnerismo en Argentina o el lulismo en Brasil. Agitan la ‘contraofensiva derechista’ para regimentar la luchas que se vienen detrás de la política fondomonetarista del gobierno. Y más aún, implicó extender por anticipado un cheque en blanco al Frente Amplio en las próximas elecciones, incluso sin saber cuál será el candidato que impulsará la coalición de centroizquierda.
Un sector de la oposición sindical crítica del gobierno (divida en dos corrientes) destacó los avances del movimiento obrero durante el período ‘progresista’ para señalar que se viene la ‘derecha dura y pura’ a arrebatar las conquistas. Para la izquierda revolucionaria la lucha contra la derecha continental significa defender las posiciones conquistadas por la clase clase obrera frente a la ofensiva capitalista -de ningún modo apoyar a los ajustadores nacionales y populares. No defendemos el ‘mal menor’ sino la posición conquistada por el proletariado dentro de la sociedad y el Estado capitalista frente a ambos bandos del capital. El marasmo en el que se encuentra la ‘derecha dura y pura’ continental cuestiona la tesis de su irrefrenable avance en Uruguay, por el contrario, la preparación del salto en calidad del ataque del Estado capitalista contra las masas tiene al gobierno del Frente Amplio como la punta de lanza. Esto coloca como punto de partida la necesidad de la independencia política del movimiento obrero.
Las próximas luchas en el terreno presupuestal y salarial, contra las privatizaciones, la entrega del agua, la defensa de la juventud y las libertades democráticas contra la militarización, tienen un trasfondo electoral que está abierto. Un escenario polarizado entre variantes ajustadoras. La clase obrera debe intervenir en todos los terrenos de manera independiente, construyendo una alternativa propia que luche por un gobierno de trabajadores frente al ataque del capital. Para que la clase obrera no tenga que elegir un gobierno ajustador es necesario que el movimiento obrero presente sus propios candidatos, independientes del Frente Amplio.
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