Es menester analizar en Uruguay qué ideologías influyen en las organizaciones de la diversidad, y así por tanto, comprender la agenda que empujan y empujaron, y en qué forma ésta es favorable o no a los intereses de los trabajadores y las trabajadoras, miembros de la diversidad sexual.
En este artículo no nos proponemos brindar una orientación ideológica abstraída de las realidades locales, sino que pretendemos ejemplificar concretamente las situaciones y reivindicaciones con las que el movimiento de la diversidad se alía o aparta de los verdaderos intereses históricos de la “comunidad lgtb” trabajadora.
Empecemos por lo primero: ¿qué es lo LGTB?
La sigla es el resultado de un proceso histórico que pretendió inicialmente visibilizar a la comunidad “gay”, y fue expandiéndose luego al reconocimiento de diferentes orientaciones y configuraciones del sexo, y la orientación. Tal es así, que si bien la sigla pretende visibilizar a la comunidad de lesbianas, gays, trans(géneros/sexuales), y bisexuales; también pueden encontrarse siglas que visibilizan otras taxonomías/clasificaciones tales como la intersexualidad, la pansexualidad, entre muchas otras que conforman lo que también se denomina, sencillamente, “comunidad de la diversidad sexual”.
Hablar de lo lgtb es entonces hablar de una voluntad política: ¿por qué –más allá de las peculiaridades lógicas- los derechos de los gays, iban a estar separados o ser distintos de los de las lesbianas, bisexuales, trans, o de los de lxs intersexuales, pansexuales, etc.?
Al día de hoy, es claro que el proceso de agenciamiento de la diversidad sexual fue, además de una necesidad práctica y una conveniencia política, lo que permitió la reivindicación colectiva de sus demandas.
La pregunta que cabe realizarnos es precisamente: ¿Cuáles demandas? ¿Qué acciones?
Si nos retrotraemos algunas décadas atrás, estas demandas son patentes: aún patologizada la homosexualidad, y perseguida como política de estado (eran frecuentes las razzias contra la comunidad lgtb), las primeras acciones de las primeras organizaciones (que operaban en la clandestinidad) estuvieron orientadas a detener las razzias en particular, y la persecución a la comunidad como política de Estado y social en general. Tiempo después, cuando las condiciones lo permitieron, emergieron las primeras organizaciones públicas, siendo quizá sus principales hitos públicos la primera concentración convocada por Homosexuales Unidos en el 92, o laprimera marcha de la diversidad realizada en el 93.
Aquéllos no eran tiempos de grandes pretensiones…
Las primeras consignas fueron “basta de discriminación” (1992) y “por un libre ejercicio de la sexualidad” o “el miedo mata, la solidaridad protege” (1993). Faltaron muchos años, varias marchas y organizaciones, para que en el 2003 se incluyera en el Código Penal a la discriminación por orientación e identidad sexual: la primera gran conquista legal.
Hasta aquí hemos hecho un repaso por las organizaciones que desde la clandestinidad bregaban por preservar la vida misma de una comunidad en tinieblas, hasta la visibilización y primeras conquistas.
Ahora veamos, ¿Qué tendencias ideológicas influyeron e influyen en esta lucha? A continuación, cito textual una nota perteneciente al blog Sexualidades Subversivas.
A nivel internacional, podemos observar que la lucha de las personas que conforman la diversidad sexual, se vuelca en dos tendencias paralelas:
La primera es la ‘tendencia reformista’, que es una especie de hibrido entre liberalismo y socialdemocracia, y cuyas características principales son: la defensa de los derechos y libertades individuales de las personas LGBT, la lucha por el reconocimiento y por el ejercicio de su ciudadanía plena, la reivindicación de la familia homoparental como una forma legítima de familia, la defensa del derecho a que los gays y las lesbianas puedan contraer matrimonio y adoptar, la exigencia de una ‘política pública LGBT’ para ejercer todos los derechos, y la lucha contra las leyes represivas, todo esto con el fin de que las personas que son reprimidas por su sexualidad puedan encajar en la sociedad. Su discurso tiende a legitimar o simplemente a no cuestionar ni el Estado liberal-burgués ni el sistema o los sistemas que los oprimen; su discurso tiende a no ser radical, sino más bien, tiende a ser un discurso ‘light’ y tienden a legitimar el ‘Ghetto Gay’, y la reproducción de los roles sociales y sexuales dentro de la vida familiar reduciendo la forma de relacionamiento a una ‘pareja monogámica’, y repitiendo la relación entre dominante – dominado u oprimido-opresor. Es la tendencia que apela por el ‘orgullo gay’, y que históricamente tiene su principal impulso en los ‘Disturbios de Stonewall’.
La segunda tendencia es la ‘tendencia revolucionaria’, de corte anarquista o comunista, por lo que su discurso tiende a ser radical, y en lugar de reivindicar los derechos civiles e individuales de las personas LGBT, su lucha apunta a la destrucción del sistema o de los sistemas que los oprimen y los explotan (el capitalismo, la falocracia, la heteronormatividad, el ghetto), con el fin de crear una sociedad nueva (sin encajar en la establecida) constituyendo nuevas formas de relacionamiento. De esta manera, la tendencia revolucionaria sostiene la tesis de que la cuestión de la libertad tanto de personas LGBT y de mujeres solo se puede llevar a cabo con la emancipación de la sexualidad (y por tanto de la sociedad en su conjunto), y no solo con la ciudadanía plena y con la garantía de sus derechos. Critican la identidad homosexual, el Ghetto, las relaciones sociales establecidas, la familia nuclear-burguesa-monogámica-‘Mayo Francés de 1968’.”
En Uruguay, podemos afirmar que la corriente mayoritaria de los movimientos de la diversidad sexual, se encuentran inscritos en la primera tendencia. La lucha por la diversidad en Uruguay, es la lucha por encajar en una hegemonía que históricamente la aplazó. Pero es además, una lucha que en los hechos es subsidiaria a una agenda progresista que solo se traduce en prerrogativas burguesas.
La “nueva agenda de derechos”, es en realidad un proyecto que amplía una hegemonía que más que cuestionada, se ve legitimada a través de esas políticas públicas, mientras que en el debe quedan aún, las realidades de una comunidad que sigue siendo postergada.