La República Democrática de Congo (nombre que recibió a partir de 1997, antes Zaire) se encuentra en el centro de África, limita con Angola, Zambia, República Centroafricana, República del Congo, Burundi y Uganda. En los últimos años, el accionar de más de 100 grupos armados, así como la escalada de la violencia política en el este del territorio, ha generado una devastación casi sin precedentes. Sin embargo, es poca la información que ha trascendido en los medios masivos de comunicación.
La República Democrática de Congo (RDC), es la principal proveedora de cobalto y de coltán a nivel mundial (cubriendo el 75% del mercado), un mineral esencial para la producción de baterías recargables a partir de la acción de iones de litio. Estos minerales, se concentran en la región de Kivu, escenario donde se ha concentrado el ataque a la población civil, perpetrada por los grupos armados, el ejército de la RDC y la MONUSCO, en un régimen privatizado y militarizado de trabajo minero, que cuenta con una larga tradición de impunidad.
Apuntes sobre su historia
Ex colonia de Bélgica desde fines del siglo XIX hasta 1960, período en que la región estuvo sometida a la confiscación del marfil y el caucho, primero, de metales preciosos y raros después, su trayectoria histórica recorre un larguísimo historial de opresión y vejámenes.
Una de las regiones más ricas del mundo por cantidad y calidad de sus recursos, ha sido escenario sangriento de los peores crímenes cometidos contra la humanidad a lo largo de más de 100 años de fagocitación imperialista, al igual que el resto del sufrido continente africano.
De los restos de los imperios del siglo XIX en África, surgen medio centenar de países, con muy diferente grado de independencia política y económica, enfrentamientos territoriales y étnicos y sobre todo, una producción que mantiene su estructura semi-colonial.
A partir de las luchas iniciadas tras la Segunda Guerra Mundial, conquista su independencia con el nombre de Zaire, en 1960. En 1961, el líder de este proceso Patrice Lumumba fue asesinado y su gobierno sustuído por un régimen dictatorial de Mobutu Sese, que desenvolvió una política económica de sometimiento a los capitales extranjeros, apoyado por Estados Unidos.
En la década de los ‘90, la población huntu desplazada de Ruanda, arribó en masa a la RDC (poblada por la etnia tutsi), generando un desequilibrio en el poder para Mobutu, que finalmente es desplazado del gobierno por otra facción, liderada por Laurent Kabila.
La intervención de ejércitos de decenas de países, no hizo más que generar nuevas convulsiones en el territorio, intentando apropiarse de los valiosos recursos mencionados, sobre todo tras el aumento de la demanda internacional de minerales fundamentales para la producción de dispositivos electrónicos como celulares y computadoras.
Las “fuerzas de paz” y la expoliación capitalista
La situación de la RDC en lo que va del siglo XXI -ocupada desde el 2003 por ejércitos de las Naciones Unidas-, no es sino la confirmación del grado de violencia que los regímenes capitalistas pueden inflingir sobre un pueblo con tal de expoliar sus recursos. Las cifras ocifiales muestran que en los primeros meses de 2024, más de 2100 mujeres han denunciado violaciones y otros delitos de violencia sexual en el sur del país -59% cometidos por el M23, un desmembramiento tardío del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo-, mientras que en 2017 UNICEF anunciaba la liberación de 20.000 niños utilizados como soldados a partir de los 10 años (se calcula un número superior a 30.000 reclutados), una práctica que no cesa, denunciándose más de 4000 nuevos reclutamientos forzados en los últimos años.
Todo esto sin contar que las explotaciones mineras se realizan a partir de una complemento del trabajo esclavo, forzado e infantil, basado en el uso de la fuerza militar, cuyos fines son mercado internacional, por vía “legal” e ilegal.
En este sentido, Estados Unidos, Rusia (antes la URSS estalinista), China e Israel son algunos de los países que lucran con el cuantioso tráfico de armas, indispensable para la disputa territorial en curso. Armamento pesado como cañones, fusiles de asalto, uniformes, etc, son parte del cuantioso mercado generado por el tráfico de armas.
A este panorama, se le suman los acontecimientos transcurridos desde fines de 2023, con el reinicio de los ataques del M23 (causando unas 200.000 muertes) y ocasionado nuevos contingentes de desplazados, que en lo que va de 2024 suman más de 7 millones, en campos de refugiados que están saturados, que sufren la persecución, a hambruna (por lo menos, 3 millones de niños están desnutridos) y la falta de agua potable, con la consecuente proliferación de enfermedades, así como violencia sexual. A pesar de sus enormes riquezas, el 80% de la población es pobre, dependiendo de la insuficiente y poco coordinada “ayuda humanitaria”. Esto repercute en la falta de asistencia médica y educación, dejando un analfabetismo del 20% global (que asciende al 34% en mujeres).
El escenario de enfrentamientos generado por la ocupación europea primero, las decenas de grupos armados y el gobierno sometido a Francia, se ve agravado por la injerencia de los ejércitos de las Naciones Unidas (MONUSCO), en una de las misiones más extensas y costosas el mundo, que no ha hecho sino agravar la rivalidad entre países, especialmente con Ruanda (que a su vez acusa al gobierno congoleño de colaborar con el genocidio de 1994)
Tshisekedi, quien ejerce el gobierno en la RDC, utiliza una retórica de defensa de los intereses económicos nacionales vinculados a la minería del estaño, el tantalio y el tungasteno (utilizados en la industria electrónica y médica), al tiempo que somete a los intereses imperialistas los recursos del país, haciendo uso de un aparato armado corrupto.
Denunciemos la barbarie y la impunidad
El silencio internacional encubre este genocidio, subsumiendo a la población a condiciones terribles. Junto a Gaza, son las regiones más peligrosas para la vida de niños, niñas y mujeres.
Un paso imprescindible en este camino es la caracterización de las fuerzas en pugna, así como de sus intereses y métodos.
Asimismo, es un deber de los socialistas denunciar la barbarie a lo largo y ancho del mundo, desplegando acciones de sustento a la población civil posibilitando las condiciones de su retorno y exigiendo la salida de los ejércitos de la ONU al tiempo que un alto al fuego permanente, elecciones libres de todas las autoridades y la ayuda humanitaria necesaria para emprender al reconstrucción de la base productiva del país.
La superación de este régimen capitalista de podredumbre a lo largo y ancho del mundo, es un deber de la clase obrera internacional.