El estado de la economía y el PCU

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Es una apelación recurrente en los gobiernos entrantes el lamento por las condiciones en las que reciben la cuentas públicas y la escasez de recursos. El prosecretario de la presidencia, Jorge Diaz quedó enredado en una polémica involuntaria con el ministro de economía Gabriel Oddone, al retratar la situación económica heredada del país como una “Ferrari fundida”. El titular de economía se desmarcó: “La situación económica del país es la situación de un país sólido, que tiene grado inversor, que tiene una economía que funciona, pero que tiene grandes oportunidades de mejora. Además tiene una situación fiscal que es manejable, pero es frágil”.

En cuentas resumidas, Uruguay crece hace más de una década en el orden de 1 punto anual. Una economía inercial. Oddone sostiene en su libro “el despegue” que el país debe crecer a una tasa mínima de 3% anual: “no podemos esperar que cada X cantidad de años un shock externo nos impulse”. Sobre esta base se propone “distribuir mejor” a la “medida que se crece”. Es decir, si no crecemos no se puede conseguir nada. Hasta acá no hay ninguna novedad. La realidad sin embargo desmiente todo este armado interesado, que entre otras cosas sirve para justificar los enormes beneficios que se conceden a las empresas con el verso de generar empleo. Las exoneraciones impositivas y las renuncias fiscales, como atestigua Yasaky (autopartista japonesa), que luego de recibir todas las facilidades, cosecha el lucro fruto de toda un serie de subsidios concedidos por el estado y se retira del país dejando un tendal de despidos.

La expectativa del flamante oficialismo está dominada por la idea de que cuenta con un espacio de tiempo económico y social lo suficientemente largo para cumplir con un programa de crecimiento sostenido más o menos ininterrumpido. El estado de la economía y la perspectiva política internacional echan por tierra este tipo de propósito. Este curso era algo poco probable incluso antes de las medidas arancelarias de Trump, que ahora están en pleno apogeo. Se trata de medidas que están quebrando las cadenas de producción a nivel mundial. Ahora con una guerra comercial en todos los niveles, y con la guerra lisa y llana desatada, un “despegue” de las características descriptas no resiste el menor análisis. Estamos en medio de violentos giros, y de un rearme que anaboliza la economía de las principales potencias. El nivel de endeudamiento de los estados es sencillamente fenomenal. El capital se invierte en la especulación y no en la producción porque el resultado no encontraría quien lo adquiera. El mercado se encoge.

PCU

En este marco es ilustrativa una entrevista que el semanario Brecha le realiza a Bruno Giometti, uno de los nuevos diputados del oficialismo, perteneciente al Partido Comunista. Giometti está vinculado al PIT-CNT ya que trabajó durante un periodo importante en el Instituto Cuesta Duarte como asesor. El título de la nota es categórico: «Tenemos el desafío de evitar un conflicto entre el movimiento sindical y el gobierno». El entrevistado se esfuerza por mostrar cómo en el fondo los planteos del PCU son compatibles con el rumbo ya señalado por el propio gobierno y que no se contraponen al interés de todas las partes. Así, a cada propuesta le sigue una nota al pie: “Algo que reivindicamos y que, a veces, es una mala palabra en la discusión económica es el tema de la planificación. No decimos que haya que pensar en una planificación como la del siglo XX, con planes rígidos, pero sí que el Estado dirija mucho más el capital privado, que debe tener rentabilidad, porque, si no, sería como decir que no exista.” (…) “Necesitamos que el capital privado invierta, que genere actividad económica y crecimiento, pero enmarcado en una estrategia que priorice algunos sectores con potencial de desarrollo y capacidad de crear empleo de calidad. Tampoco ponemos en discusión la importancia de los equilibrios macroeconómicos” (…) “Creemos que el tema de las exoneraciones fiscales es una discusión que hay que dar en lo inmediato. No estamos hablando de sacarlas de un plumazo, pero sí de analizarlas con sintonía fina.” Y así de seguido. A cada idea le sigue una disculpa. La pregunta que se impone es ¿Adonde va el PCU?

Giometti explica lo que dieron en llamar “estrategia nacional de desarrollo”. Contrario al gobierno de Lacalle Pou que apostó por los «malla oro» “Nosotros tenemos una visión distinta, que es plantear un rumbo y decir «el país tiene que ir para acá». Para eso tiene que haber una coordinación entre las políticas industriales, macroeconómicas y tributarias que orienten en esa dirección” (…)no nos resignamos a decir que, como hay déficit fiscal, lo que hay que hacer es achicar el Estado.”

Consultado si esto es viable teniendo a Oddone a la cabeza del equipo económico el diputado piensa que “es algo que están dispuestos a conversar”. Todo este cúmulo de buenas intenciones al fin de cuentas estará supeditada, a “Si la economía crece más rápido que en los últimos años, habrá una recaudación incremental que va a abrir un espacio fiscal para destinar a las distintas prioridades”. Es decir, los progresos están condicionados a un crecimiento futuro que además debe acelerarse.

Giometti menciona la pérdida de participación que experimentó la masa salarial en la riqueza nacional de 2002 para acá, y que eso debe revertirse: “Por supuesto, esto tiene que ser compatible (sic) con que la economía siga creciendo y que no haya pérdida de empleo, porque, en definitiva, el aumento salarial para alguien que perdió el trabajo es cero.” Se trata de una vulgaridad sin atenuantes. Así la lucha por el incremento salarial estaría siempre condicionada a ser compatible con los niveles de empleo, algo que no depende del trabajador, sino del capital que presiona constantemente para estrujar más la fuerza de trabajo por un salario menor. La preocupación de Giometti en cambio es estabilizar la acumulación.

La burguesía condena al trabajador con un salario miserable al mismo tiempo que lo amenaza con el despido, apoyándose en la masa de desocupados (palabra que no aparece en toda la entrevista), el “ejercito de reserva”, para plagiar a Marx. Con la lógica del diputado no se habrían conquistado las 8 horas, que eran denunciadas por la burguesía como un proyecto de ruina “incompatible” con el progreso económico. Giometti intoxica a la clase obrera repitiendo categorías burguesas. Pero el problema no es económico sino político. La crisis de 2002 llevó a los trabajadores a niveles de despojo sin precedentes, la salida de ella significó la consolidación de salarios de miseria, que se mantuvieron en el tiempo. El ciclo de precios extraordinario de las materias primas permitió una recuperación parcial de esos salarios pero a costa de una mayor capacidad del capital de extraer valor de la fuerza de trabajo. Esto último explica porque una parte de las patronales buscan, bajo ciertas circunstancias, el acortamiento del tiempo de trabajo (reducción de la jornada laboral), atándola a las necesidades de producción. Algo que el PCU también presenta en forma distorsionada como una panacea. Las jornadas laborales extensas, en algunas ramas, repercute negativamente sobre el volumen de la producción. Por eso cualquier planteo sobre el acortamiento del tiempo de trabajo debe estar acompañado de que el salario por esa jornada no pueda ser nunca inferior, por ejemplo, a la canasta familiar. Ninguno de estos planteos fundamentales está presente en la “estrategia nacional de desarrollo”. Por el contrario, abunda la preocupación por la productividad, el tipo de cambio y la competitividad.

En una reciente entrevista el senador Oscar Andrade, del mismo partido que Giometti, puntualiza que de los 540 mil trabajadores que ganan menos de 25 mil pesos por mes, más de doscientos mil son cuentapropistas, por tanto no están regulados por el consejo de salario. Otros 120 mil están en la informalidad o en el subempleo. Lo mismo, quedan por fuera de cualquier negociación colectiva. Y de lo que queda, “Hay una parte importante, a la que no le respetan el laudo hoy o sea es el trabajador que trabaja en la pizzería y le pagan $100 pesos por día por la hora (…) le están pagando menos hoy de lo que es el laudo, o sea moviendo el laudo no lo estás tocando.” El panorama que pinta es el de una precariedad que engloba al 30% del total de trabajadores. Un diagnóstico tormentoso.

El papel del PCU, en este escenario tan perjudicial para la clase obrera sería, según explica Giometti, evitar el choque entre el gobierno y los sindicatos: “Si eso ocurre, quiere decir que el gobierno se planteó un sesgo muy claro hacia un lado [¿cual?] o que los trabajadores tuvieron una posición muy extrema” (sic). Asombra el vocabulario empleado. Es un discurso enteramente patronal.

El problema es qué clase social organiza la producción en función de sus necesidades: la necesidad de la burguesía es la maximización de las ganancias, la del proletariado el fin de la explotación.

Los socialistas peleamos por el reparto de las horas de trabajo íntegras. Llamamos a movilizar a los trabajadores por el reparto de todas las horas entre ocupados y desocupados por un salario igual a la canasta familiar. La desocupación, precarización y flexibilización laboral sólo van a ser acabadas con un Gobierno de Trabajadores que utilicen los avances de la ciencia y la tecnología en función de liberar el desarrollo de las capacidades humanas.

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Author: Camilo Márquez

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