Es historia conocida que el 23 de febrero (8 de marzo según el calendario gregoriano) era el Día Internacional de la Mujer en Rusia y en los países que adherían a esta jornada de lucha. Resuelta en la II Conferencia de Mujeres Socialistas (1910) y celebrado al año siguiente por más de un millón de manifestantes en todo el mundo, se había conmemorado por primera vez en Rusia, a instancias de los bolcheviques, en 1913. En 1917, “a nadie se le pasó por la cabeza que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución. Ninguna organización hizo un llamamiento a la huelga para ese día” relató Trotsky (1), lo que incluía a su propia organización – el Comité Interdistrital- y a los bolcheviques. Incluso el comité más combativo de todos en San Petersburgo – Viborg, llamó a no ir a la huelga.
Dando la espalda a esta orientación, miles de obreras textiles se declararon en huelga y enviaron delegadas a los metalúrgicos pidiéndoles que acompañaran su movimiento. ¿Qué pedían? Pan. En Febrero de 1917 el 47 % de la clase obrera de San Petersburgo eran mujeres y muchos de sus maridos estaban en el frente. Antes de ir a sus fábricas, hacían colas interminables para conseguir algo de comida, llegando a acampar a la noche en el impiadoso invierno ruso. Se ha resaltado el papel de las mujeres en el primer día de la Revolución, empalideciendo su decisivo papel posterior. El 24 de febrero el movimiento se amplió mucho más, a iniciativa de piquetes de mujeres que recorrieron las fábricas, y casi la mitad de obreras y obreros se declararon en huelga. Pero hubo otro cambio; las masas no solo exigieron pan, enarbolaron las consignas de “Abajo el Zar” y “Abajo la guerra”. Y ese mismo día 23 afrontaron otro desafío: ¿cómo enfrentar a los cosacos, que han recibido la orden de reprimir? “Las obreras tomaron la iniciativa, rodearon a los cosacos con una compacta cadena humana. Gritaban ´nuestros padres y hermanos están en el frente…ustedes también tienen madres, esposas, hermanos e hijos, ¡exigimos pan y el fin de la guerra¡´” (2). En el momento culminante, los cosacos fueron y volvieron, pero no reprimieron. Escribió Trotsky; “la mujer obrera juega un gran papel en el acercamiento entre los obreros y los soldados. Más audazmente que el hombre, penetra en las filas de los soldados, coge en sus manos los fusiles, implora, casi ordena: ´Desviad las bayonetas y venid con nosotros´ Los soldados se conmueven, se avergüenzan, se miran inquietos, vacilan; uno de ellos se decide, las bayonetas desaparecen, las filas se abren…la revolución ha dado otro paso hacia adelante” (1). En el día 25, sábado, se produjo otro vuelco decisivo al sumarse la fábrica Putilov (30.000 obreros) y los estudiantes. Apretando los dientes, los bolcheviques han pegado un giro y llamado a la huelga, secundados por mencheviques y social revolucionarios. El lunes 27 se organizaron mítines sobre los cuarteles y el regimiento Volynsky se rebeló, ajusticiando a varios oficiales. Aprendiendo de obreras y obreros, marcharon sobre los cuarteles pidiendo que se siguiera su ejemplo y la oposición fue mínima. A esta altura las comisarían habían sido asaltadas o abandonadas y el ejército no recibía órdenes. La insurrección había triunfado.
¿Por que qué las mujeres?
En la década anterior a la Revolución de Febrero hubo un crecimiento gigantesco del movimiento de lucha en favor de la emancipación de las mujeres organizado por la clase trabajadora europea, con centro en Alemania. El movimiento de mujeres de la socialdemocracia alemana (SPD) pasó de 4.000 miembros en 1905 a 10.493 en 1907, 82.642 en 1910 y 174.754 en 1914 (3). En este cuadro, ¿cómo desconocer la importancia que el partido bolchevique dio al trabajo revolucionario sobre la mujer? Durante el período de ascenso obrero de 1912/1914, previo al desvío nacionalista que significó el ingreso de Rusia en la Primera Guerra Mundial, los bolcheviques organizaron (1913) el primer acto de lucha en Rusia por el Día Internacional de la Mujer y dedicaron una página del Pravda a la mujer trabajadora. En 1914 el CC lanzó una nueva revista (Rabotnisa, Mujer Obrera), con un consejo de redacción integrado, entre otras, por Krupskaya e Inessa Armand. Fue una tribuna de denuncias y de lucha política contra el movimiento feminista burgués que se agotaba en el reclamo del derecho al voto. En este debate a escala internacional las bolcheviques defendieron el punto de vista según el cual la lucha por el derecho al sufragio no podía concebirse como una lucha del sexo femenino sin distinción de clase contra el sexo masculino, sino sólo como la lucha de clase de todos los explotados, sin distinción de sexo, contra todos los explotadores, también sin distinción de sexo.
Fue este Consejo de Redacción el que viabilizó una iniciativa de Lenin de convocar a una conferencia no oficial con el propósito de unir a la izquierda de la Segunda Internacional y lograr alinearla en una Tercera contra los “socialistas” que se habían alineado con las burguesías de los países en guerra. La ponencia bolchevique frente a la guerra – a cargo de Inessa Armand- llamó a luchar contra la “paz civil” y la “defensa de la patria” y defendió el derrotismo revolucionario, al plantear que “en la lucha contra la guerra, el proletariado debe perseverar hasta el final y no debe temer una derrota de la patria. Dicha derrota tan sólo facilitaría la lucha revolucionaria y la guerra civil del proletariado” (4). La resolución fue rechazada (21 contra 6) por una mayoría que entendía que la tarea fundamental era la lucha por la paz, no la transformación de la guerra imperialista en una guerra civil.
Una corriente de la historiografía hostil a la Revolución Rusa sostiene que la Revolución de Febrero fue un acto “espontáneo”. Es un hecho que no fue convocada por el Partido Bolchevique ni ninguna otra organización. “Pero miles de obreras no abandonan el trabajo, levantan otros gremios, controlan el transporte y fracturan al ejército ´espontáneamente´. Fueron el detonante de la furia popular por la debacle de la guerra, los muertos y el hambre. Pudieron serlo por el inmenso trabajo de politización y organización que, desde el comienzo de la guerra, encararon las mujeres bolcheviques y del Comité Interdistrital sobre la parte más plebeya y ´atrasada´ de la clase obrera. Y por la capacidad de las trabajadoras de procesar vertiginosamente esa experiencia” (5).
El relato del estalinismo ha oscurecido el papel de Kollontai, Krupskaya o Armand como dirigentes de la Revolución Rusa.
Notas:
1- León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, T.I. Editorial Indoamérica, Buenos Aires, 1954.
2- Richebacher, Sabins (1982) citado por Daniel Gaido y Cintia Frencia en El marxismo y la liberación de la mujer trabajadora, En Defensa del Marxismo 48, agosto 2016, Ediciones Rumbos.
3- Memorias del obrero bolchevique Gordienko, tomado por Jonathan Daly y Leonard Profinov en Rusia en la Guerra y la Revolución 1914/22. Hackett, Londres, 2009.
4- J.J. Marie, Lenin, Ediciones POSI, Madrid, 1998.
5- Altamira, Duarte, Oviedo, Poy, Rabey, Rieznik, La Revolución Rusa en el siglo XXI, Ediciones Rumbos, Buenos Aires, 2008 y 20017.
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