Un fracaso inevitable
El Foro de Davos, desde su fundación hace 50 años, fue la reunión donde los países imperialistas —y los que no lo son— discutían la situación económica internacional para encontrarle, o no, una salida. Pero, indiscutiblemente, se trataba de uno de los cónclaves clave en el mundo de la política y la economía internacionales. En el Foro de este año, la figura que llamó la atención de todo el mundo fue la del payasesco Jair Bolsonaro, quien anunció el retiro del su país del Acuerdo climático de París y su intención de “eliminar a la izquierda” en su país. Que ese personaje haya atraído la atención de la prensa mundial ya indica que el Foro de Davos fue un fracaso ruidoso, salvo por los encuentros entre 3 mil hombres de negocios que habrán hecho de las suyas. Por lo demás, Donald Trump no asistió por la histórica parálisis de la administración norteamericana (hay 800 mil empleados públicos suspendidos, no funcionan los museos ni los parques y en una semana se agotarán los fondos para emitir visas y pasaportes).
En cuanto al presidente de Francia, Emmanuel Macron, también debió quedarse en casa porque la rebelión de los “chalecos amarillos” no está para paseos por foros inútiles. Por supuesto, a la primera ministra británica, Theresa May, el hundimiento del Brexit (hundimiento si sale de la Unión Europea y hundimiento si se queda) también le impidió moverse de Londres.
En resumen, podemos decir que se trató de un foro devaluado, pocos meses después de la reunión del G20 en Buenos Aires que había reflejado las tensiones de la crisis capitalista en curso: la guerra comercial y las tendencias recesivas.
El foro, de todos modos, actuó en consonancia con la conspiración en curso contra Venezuela. El presidente español, Pedro Sánchez, protagonizó una reunión en ese sentido con el mandatario ecuatoriano Lenin Moreno y el presidente colombiano Iván Duque, piezas latinoamericanas del golpe y el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente.
Un hecho que sí fue subrayado por los medios es el regreso de Cuba al foro, tras diez años de no participación. La restauración es vista como una oportunidad de negocios para el gran capital.
El foro se ha desarrollado en medio de fuertes rivalidades interimperialistas. Estados Unidos acusa a Alemania de sobre-acumular capitales, mientras intenta colocar el gas norteamericano en Europa, en contra del convenio ruso-alemán a punto de acordarse, mientras China avanza sobre todos ellos a pesar de que sus grandes bancos se encuentran en estado de quiebra. Trump, por su lado, ha dicho que cualquier intento europeo de constituir una fuerza militar autónoma será considerado “casus belli” por Washington. A cada paso, la crisis económica y financiera se torna política y se desarrollan tendencias belicistas (no en vano hace pocos meses Rusia y China efectuaron las maniobras militares conjuntas más grandes de la historia).
El fracaso de Davos ha reflejado directamente la profundidad de la crisis mundial.