El Partido de los Trabajadores ha concretado un acuerdo político-electoral de cara al próximo período electoral, junto a la Unidad Popular y el Frente de Trabajadores en Lucha. Este bloque de organizaciones de izquierda se constituye en oposición a la falsa polarización electoral que se ha instalado entre la coalición derechista gobernante y el centroizquierdista Frente Amplio.
Cuando faltan seis meses para las llamadas “elecciones internas de los partidos políticos”, y diez meses para las elecciones de octubre del año próximo, la campaña electoral está lanzada desde los principales partidos del régimen. Como dice el documento que establece el acuerdo, esos partidos y esos candidatos compiten pero “van a mantener los acuerdos con el FMI, el pago puntual de la deuda externa, las exoneraciones fiscales a las grandes empresas, la continuidad de las AFAP, los beneficios a UPM y otras empresas instaladas en zonas francas, por lo que una vez más postergarán las necesidades populares en función de beneficiar al gran capital”.
La aprobación de la reforma jubilatoria dictada por el Fondo Monetario Internacional, que contó con los votos de la derecha y la quietud cómplice de la centroizquierda, es un claro ejemplo de la continuidad en las grandes cuestiones nacionales. La derecha está mintiendo descaradamente para desprestigiar el plebiscito lanzado por los sindicatos y las organizaciones sociales, que busca tirar abajo esa reforma y restablecer la edad de retiro en 60 años, eliminar las AFAP (administradoras privadas de fondos previsionales) y aumentar las pasividades más bajas. Desde el Frente Amplio también se han lanzado ataques, al punto que se ha prohibido a los Comités de Base de la coalición de centroizquierda que realicen campaña por el plebiscito. Desde el FA se plantean mantener las AFAP y no cuestionan el aumento de la edad de retiro sino que proponen “discutir excepciones” al mismo (algo que prevé incluso la ley derechista).
Este plebiscito “es extremadamente clarificador. Genera una nítida divisoria de aguas en torno a un programa mínimo de la clase obrera, que confronta con la política del Fondo Monetario Internacional y los intereses de los grandes empresarios y con los banqueros que lucran con las AFAP. Quienes han dado la espalda a esta campaña revelan en definitiva qué intereses representan, por más que se digan defensores del pueblo” (documento de UP-PT-FTL).
La pretensión de algunos sectores de “izquierdizar” al Frente Amplio ha fracasado ya estrepitosamente. Yamandú Orsi ha atacado abiertamente el plebiscito y defendido la continuidad de las AFAP, mientras que Carolina Cosse no se ha pronunciado sobre el fondo de la cuestión y apenas plantea firmar para habilitar la discusión. Sin embargo, Cosse no ha defendido el derecho de los Comités de Base a realizar campaña por el plebiscito (ni lo hicieron el PCU, el PS o el PVP). Ya durante quince años de gobierno frenteamplista, quedó claro el sometimiento a los mandatos del FMI, el impulso y los subsidios estatales a las multinacionales contaminantes, el avance de la concentración y extranjerización de la tierra, y también los ataques a la clase obrera y los estudiantes, con prohibición de huelgas y ocupaciones, y con brutal represión policial. No hubo “gobierno en disputa”, sino subordinación de las direcciones sindicales a un gobierno de la pequeña-burguesía fondomonetarista.
Tras cuatro años de gobierno derechista, los salarios y pasividades tuvieron pérdidas frente al costo de vida, lo que fue posible por la parálisis de las cúpulas sindicales y de las organizaciones de jubilados. Avanzó el achique del Estado, eliminando vacantes en las empresas públicas y promoviendo más tercerizaciones, se aprobó la entrega total del puerto a un monopolio privado y un negociado entreguista en torno a la potabilización del agua para consumo humano (Proyecto Neptuno). Todo esto se ejecutó sin oposición real de los líderes y parlamentarios del Frente Amplio.
El gobierno de Lacalle afirmaba venir a generar un crecimiento económico en base a atacar al movimiento obrero, a impulsar el comercio exterior con los TLC con EE.UU. o con China, a atacar la corrupción y a bajar impuestos. La caída de la producción en el último año, así como del comercio exterior, muestra el fracaso de esta política. En la educación han producido un retroceso aún mayor al que ya existía, generando un sistema de promociones que favorece el pasaje de año pero no mejora el nivel del aprendizaje, y achicando las horas de clase y la currícula. Los liceos que se prometía construir brillan por su ausencia.
La fantasía de Lacalle de alcanzar el libre comercio con los TLC con China y EE.UU., no tiene ninguna viabilidad en el mundo de las guerras comerciales y confrontaciones militares entre potencias. Muestra la improvisación y la inviabilidad de la burguesía y la oligarquía criolla, como antes la pretensión de Mujica de “subirse al estribo de Brasil” (poco antes del golpe contra Dilma Roussef y el ascenso de Bolsonaro) expresaba la charlatanería de los pequeñoburgueses que hablan de la unidad latinoamericana mientras se someten -todos juntos- ante el imperialismo.
Mientras la economía está estancada, lo que se destaca es la bancarrota de la coalición de gobierno en torno a escándalos de corrupción de toda índole, que han provocado la caída de gran parte de los ministros. Las encuestas marcan la tendencia ya irreversible al declive de la coalición derechista. La novedosa emergencia del partido derechista de Manini Ríos está hundiéndose sin pena ni gloria. Un partido que recogió el 11% del electorado (captando sobre todo votos del FA y el MPP) ahora marca un 2% en las encuestas. Los restantes partidos del gobierno no están mejor, también están en retroceso.
Una reciente encuesta de Factum muestra que el 62% de la población cree que triunfará el Frente Amplio en las elecciones. Con la probable candidatura de Yamandú Orsi, una reedición del mal llamado “progresismo” plantea el camino a una nueva frustración popular. Todas las experiencias latinoamericanas de los K, los Boric, los Lula 2, etc., muestran un mayor sometimiento al imperialismo y el gran capital. De los fracasos del nacionalismo y el centroizquierdismo de principios de siglo, se engendraron los Bolsonaro, los Milei y los Lacalle y Manini Ríos. Una repetición empeorada de aquellas experiencias no plantea ninguna salida ni camino progresivo. La clase obrera no debe tropezar dos veces con la misma piedra, necesitamos una salida obrera y socialista.
En un contexto mundial de crisis capitalista, que engendra guerras, masacres como la de Gaza, ataques a los derechos laborales y las conquistas sociales, es imposible apostar a una salida electoral y parlamentaria. La bancarrota del capital y de sus regímenes políticos conduce al agravamiento de la lucha de clases, a los levantamientos populares y a las intentonas fascistas o golpistas, es decir, a una perspectiva convulsiva y de grandes giros políticos, no de un ilusorio progreso paulatino y ascendente.
La intervención en las elecciones debe estar por lo tanto al servicio de luchar por la independencia política de la clase obrera frente a las dos variantes capitalistas del FMI que compiten por el voto popular, y a preparar las futuras luchas de masas, donde la eventual conquista de una bancada parlamentaria debe estar al servicio del apoyo y el impulso a la acción extraparlamentaria de los explotados.
Ya en 2014 el PT había propuesto una alianza a la Unidad Popular, con una sola condición: poder desenvolver con claridad nuestros planteamientos y nuestro programa. Aceptábamos ir bajo el lema de la “Asamblea Popular” y con sus candidatos. Sin embargo, nuestra propuesta fue rechazada. Diez años después, este acuerdo ha sido posible, y genera un nuevo escenario para nuestra campaña electoral.
La alianza del PT con la UP y el F.T.L. apunta a evitar la dispersión y fragmentación de fuerzas entre los militantes y agrupamientos que han roto por izquierda con el Frente Amplio, de forma de contribuir a un reagrupamiento que impulse la movilización popular. El acuerdo se ha sustentado en acciones en común como la defensa de la campaña por el plebiscito de la seguridad social, o la solidaridad con la lucha del pueblo palestino y contra el genocidio sionista, dos ejes fundamentales de la acción política actual y futura. Es inocultable que existen diferencias políticas y programáticas entre los participantes de este acuerdo electoral. El documento de acuerdo prevé explícitamente que el PT tendrá autonomía para desarrollar su campaña y sus planteamientos políticos y programáticos, teniendo en cuenta por otra parte que el sistema electoral admite la competencia y la sumatoria de las distintas listas dentro de cada lema. Para el PT se inicia entonces una campaña fundamental, en la cual desarrollaremos a fondo una lucha política contra los partidos del régimen del FMI, por la independencia de la clase obrera ante la pequeña burguesía que dirige el Frente Amplio, y detrás de un programa de lucha hacia un gobierno de trabajadores y por la unidad socialista de América Latina.
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