Un artículo publicado recientemente en el diario La Juventud por Andrés Freire, militante del Movimiento 26 de Marzo (26M), tiene la enorme virtud de clarificar la actitud de ese grupo político frente a las luchas obreras y la vanguardia clasista que pugna por reconquistar los sindicatos.
Apenas cuatro meses antes del inicio de la huelga de ADES, que sacudió como un terremoto a todos los gremios de la enseñanza y estableció la lucha más importante de los últimos años, Freire propagó desde CX36 su carta de renuncia a FENAPES y a AFUTU. Para el militante del 26M se trataba de organizaciones irrecuperables, como todo el PIT-CNT y la CSEU, a las que había que dar la espalda y construir “una nueva herramienta sindical, que retome una tradición de lucha, y el primer paso es dejar de financiar la cuerda con que me acogotan”. La carta de renuncia fue generosamente difundida y aplaudida por los medios orales y escritos del Movimiento 26M.
La derrota oficialista en las elecciones de ADES Montevideo, el fortalecimiento de agrupaciones clasistas en UTU, o la generalización de la huelga en la educación pública, no fueron motivos suficientes para que Freire o el 26M modificaran su caracterización, que es completamente desmoralizadora y derrotista.
El 24/7 se publica en La Juventud un balance del conflicto de la educación, que resume la postura de este grupo político frente al movimiento obrero. El artículo refleja a una organización que está completamente al margen de la lucha práctica de los trabajadores y los alecciona desde el balcón.
Freire afirma allí que “el conflicto de los gremios de la educación estaba perdido antes de comenzar”, “si entendemos por ganar un aumento de sueldo de dos dígitos por ejemplo, (…) nosotros teníamos en claro que era imposible”. La fundamentación de esta “imposibilidad” es que dicho aumento “debía tener una financiación que necesariamente implicaría un cambio real en la distribución de la renta, y no una transformación cosmética”; la lucha por aumento salarial está condenada de antemano si el gobierno es del Frente Amplio, y debemos suponer que también considerará idénticamente inconducente una lucha salarial bajo gobiernos blancos y colorados.
Freire va más allá: quienes creen que es posible arrancar un aumento salarial a través de la lucha están prisioneros de la tesis del “gobierno en disputa”. Critica por ejemplo al PT –sin nombrarlo, por supuesto–, afirmando: “cuando se edita propaganda diciendo ‘se puede ganar’ y se exhorta a la huelga general, se está partiendo del mismo error conceptual de la idea de que el gobierno puede moverse hacia otro lado”, “e ignoran o peor aún ocultan el hecho de que el bloque del poder está sólidamente unido y no existen todavía las condiciones sociales y políticas para generar una cuña suficientemente grande para que este se fracture y entre en una situación de crisis”.
Sin embargo el articulista considera “por sí mismo una gran victoria el hecho de los docentes digan basta a tanta miseria y reclamen una redistribución de la renta que implicaría atender su reclamo”, y “También [es una victoria] el hecho de que se haya desconocido a la burocracia sindical y hayan saltado por los aires unos cuantos mecanismos de control, evidenciándose el rol que está cumpliendo el PIT-CNT en el proceso histórico actual”.
Freire no somete a crítica su propia orientación y actividad en este proceso. ¿En qué colaboraron él y el 26M, con su orientación sectaria, para que “hayan saltado por los aires unos cuantos mecanismos de control” y más aún el Frente Amplio haya perdido por primera vez en la historia las elecciones en ADES? Su renuncia ha quedado en ridículo, así como el discurso derrotista de que no se puede cambiar los sindicatos y la burocracia es inamovible.
Pero el articulista sigue dictando cátedra y nos alecciona sobre lo que sí consistiría en un triunfo total: “Para que esta victoria sea completa es necesario que una buena parte del colectivo docente rompa con los actores que han propiciado este proceso que hemos descrito, es decir que no voten más al Frente Amplio, y que acompañen a la fuerza que represente los intereses contra-hegemónicos de los trabajadores y sus aliados: la Asamblea Popular y la Unidad Popular, donde unos miles lo hagan, podemos decir que entonces este proceso terminara con un gran triunfo” (La Juventud, 24/7).
Freire ha construida una nueva “ley de bronce del salario”: bajo los gobiernos del FA y los blanqui-colorados, la lucha sindical está condenada. Para que el salario pueda ser aumentado hay que romper el “bloque del poder”. Las luchas obreras están por lo tanto destinadas a la derrota. Pero no hay que desmoralizarse, lo bueno es que tenemos la opción de “votar bien” en la próxima elección.
A muchos compañeros esta tesis del 26M les debe resultar familiar. ¡Es que fue la fundamentación frenteamplista para la desmovilización del movimiento obrero durante décadas!
Esa fue la tesis central del Congreso Extraordinario del PIT-CNT de 1987 ‘votada por todas las tendencias con la única excepción de los delegados del PT’: que las huelgas estaban condenadas a ser derrotadas y que había que “cobrar el costo político” a los gobiernos de derecha por sus “victorias pírricas”, de manera de crecer en la próxima elección. Evitar las luchas, acumular fuerzas con las llamadas ‘culebras’ progresistas, y “votar bien”, era lo que aconsejaba la estrategia frenteamplista. En el mejor de los casos estaban permitidos los referéndum (algunos) siempre y cuando sirvieran para “acumular fuerzas” con fracciones burguesas ‘aunque ello requiriera dejar por el camino el programa y aceptar privatizaciones (como Pluna en 1992). Esta orientación desmoralizó en forma sistemática al activismo de izquierda y a los militantes sindicales. Los dirigentes del 26M acompañaron todo ese proceso en forma acrítica, apoyaron a Tabaré Vázquez ‘que salía semanalmente por CX36’ quien desde mucho antes había mostrado cuál era su programa político, de total sometimiento a Fondo Monetario.
La intervención de una izquierda revolucionaria en las elecciones debe estar al servicio de elevar la confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas, y no basarse en su desmoralización. El parlamento puede ser un punto de apoyo para la acción independiente de la clase obrera, además de una fenomenal caja de resonancia para la educación política de los trabajadores. Por ello proponemos a todos los militantes de izquierda y de la juventud, en especial a los compañeros que libran luchas muy profundas en la educación, en la salud y en los diversos sindicatos, a prepararse para librar también una pelea política fundamental en las próximas elecciones, construyendo un Frente de Trabajadores.
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