Publicado en el semanari Voces 4/06
El sistema político de Estados Unidos colapsó la semana pasada. Hay que decirlo sin rodeos pues muchos izquierdistas en un proceso acelerado de domesticación política y adaptación a la “opinión pública” han renunciado a desarrollar un planteo de poder, o en el mejor de los casos, lo alojan en algún lugar distante de sus elaboraciones y propaganda. ¿Por qué es importante este punto? El que le puso el cascabel al gato fue nada menos que Donald Trump: “Son los antifascistas y la extrema izquierda. ¡No echen la culpa a otros!” escribió en twitter, luego reiteró lo mismo con un fondo de estrellas y el logo de la NASA, en conferencia de prensa desde el centro espacial de Florida.
No se puede reducir esta crisis a un incidente represivo. La belicosidad de las protestas que Obama en un intento de mediar calificó como positivas y en las que sólo una minoría incurría en enfrentamientos, no se corresponde con la movilización de la Guardia Nacional, un cuerpo militarizado en 140 ciudades de una veintena de estados.
Todo el mundo advierte que hay una crisis que raja las paredes. Por eso hay un enésimo intento por fundar una especie de frente que se ha denominado “Internacional Progresista”. Una de sus impulsoras manifestó “El motor del capitalismo se ha averiado durante suficiente tiempo como para que podamos examinar sus componentes y buscar uno nuevo”. También dicen que hay que “negociar un nuevo contrato social” algo que por otra parte reclama hasta el Financial Times. Nadie se priva de registrar la crisis sistémica, pero esto ya es hasta una moda. Este armado es una improvisación de urgencia para desviar los procesos en marcha. Va desde el Frente Amplio chileno y el PT de Brasil hasta Voroufakis y Chomsky.
Hace 15 días en la prensa de todo el mundo se discutía sobre las movilizaciones de los sectores anti-cuarentena que se paseaban por las calles con armas automáticas. Hasta la semana pasada el tema era que EEUU llegaba a 100 mil muertos por la pandemia y era tapa de todos los diarios. La demolición de la infraestructura básica del país quedó de manifiesto por la rápida propagación del covid-19 que ya supera el millón de infectados.
Izquierda
La izquierda que se proclama revolucionaria no ha recogido el guante del presidente yanqui. Se limita a describir los hechos como cronista, mientras enchaleca la disputa con el ala progre del Partido Demócrata (Ocasio-Cortez/Sanders) en términos electorales. Esta izquierda siempre dubitativa tiene su expresión más reciente en el Frente de Izquierda de la vecina orilla. En la última cría que ha alumbrado sostiene que la burguesía tiene la iniciativa estratégica por todo un periodo debido a la ausencia de organizaciones revolucionarias que se propongan el socialismo y trabajen por ello. El pesimismo lo hace invertir la ecuación pues la organización (el aparato) no crea la política revolucionaria, es está la que engendra aquella. Una “tesis” estrecha que desoja la margarita y agiganta las capacidades de los Trump, como antes de los Macron frente a los Chalecos amarillos y de Piñera ante la revolución chilena. Trump ha entendido inmediatamente y en forma perfecta que el movimiento de masas tiene un impulso subterráneo que va muchísimo más allá de la indignación causada por la rodilla del policía Derek Chauvin que asfixio George Floyd. Mientras estas líneas son escritas despliega al ejército en Washington para combatir el “terrorismo interno”. Antes ha manifestado que “si comienzan los saqueos, empieza el tiroteo” (que twitter se vio obligado a eliminar) y sobre quienes manifestaban frente a la Casa Blanca: “nadie se acercó a atravesar la valla. Si lo hubieran hecho, habrían sido recibidos por los perros más feroces y las armas más amenazantes que he visto jamás.” Refiriéndose a sus matones del servicio secreto. Esto no es sólo fanfarronería, es el lenguaje de la guerra civil.
Ciega y sorda la rebelión pretende clausurarla con el rótulo de “espontanea”, que en el lenguaje de los escépticos es igual a “efímera”. Incapaz de registrar el viraje en el proceso político en marcha sueñan con su entierro, a decir de Lenin. En lugar de trabajar por elevar el movimiento a un grado superior cuando el espanto y las divisiones en la burguesía son más agudas que nunca. Marx no tenía mucha consideración por estos teóricos “Desde luego, sería sumamente cómodo hacer la historia universal si sólo se emprendiera la lucha cuando las probabilidades fueran infaliblemente favorables” (Carta a Kigelmann)
Este debate en la izquierda tiene un alcance internacional. Una rebelión popular que no es en la periferia, sino en el nido mismo de la clase capitalista. Una izquierda que no vea la potencialidad de lo que ocurre en el corazón del imperialismo, está muy cerca de dejar de ser izquierda en cualquiera de sus variantes.
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