El excéntrico magnate finalmente pateó el tablero y contra todos los pronósticos es el nuevo presidente de los EEUU. Los intentos de H. Clinton por ganarse el voto de las mujeres, los negros, los hispanos, musulmanes y minorías sexuales, resultaron estériles. Estas elecciones se dieron en un contexto de profunda recesión económica y descontento social. La “agenda de derechos” de la desprestigiada Clinton se dio de frente con la crítica realidad de decenas de millones de estadounidenses. Trump recogió el voto de la clase media en declive y de los trabajadores más conservadores.
Su triunfo sólo se explica por la enorme crisis capitalista que sacude a EEUU y al mundo entero. El pasado 21 de agosto titulamos una nota en Tribuna de los Trabajadores N° 365 con este mismo título. Trump es “hijo” de la crisis, su emergente reaccionario y fascistizante. Su xenofobia y nacionalismo a ultranza hicieron carne en amplios sectores del electorado. Ganó en La Florida, donde el electorado latino es muy importante. Los latinos “americanizados” prefirieron la promesa de repatriación de las empresas en el exterior para recuperar el empleo de calidad perdido por la crisis. En Michigan, región de la quebrada y deslocalizada industria automotriz, sucedió otro tanto.
En encuestas previas a las internas del Partido Demócrata, el “izquierdista liberal” Bernie Sanders era visto como un mejor oponente de Trump que Clinton. Sanders tuvo un enorme apoyo entre los trabajadores sindicalizados y la juventud en general. Ofrecía un programa progresista limitado de salida a la crisis -aumento del salario mínimo y eliminación de aranceles en la educación-. Miles de sus votantes lo abuchearon cuando en la convención dio el apoyo a Clinton y no votaron a ésta el pasado 8/11. Sanders fue el emergente de “izquierda” de la crisis -a pesar de sus límites y claudicación final-.
Clinton era la candidata del sistema financiero y las grandes multinacionales. Ser un político profesional asociado a los “lobbies” jugó en su contra, en momentos en donde el sistema financiero arrastra un desprestigio de casi una década por desencadenar la crisis de las hipotecas. Esto sumado a pertenecer al Partido Demócrata de Obama, que no pudo recuperar a los EEUU de la crisis económica iniciada con la caída de la bolsa de valores en 2008. Los empleos generados hasta el presente son “chatarra” -tercerizados y con salarios bajísimos-. Hace tres décadas que el poder adquisitivo está estancado o en franco declive en los EEUU. Trump “hizo leña del árbol caído” presentándose como un “outsider” de la política del “establishment” -pese a ser un empresario multimillonario ligado también al gran capital-.
¿Ya moderó su programa Trump?
El primer discurso del futuro presidente fue claramente conciliador. Llamó a sanar las heridas y unirse todos los estadounidenses más allá de clases sociales, raza o religión. Clinton ofreció su apoyo diciendo: “será el presidente, le debemos una mente abierta”. Obama también le deseó “éxitos” en su mensaje de saludo y auguró una transición pacífica hacia el nuevo gobierno.
El aislacionismo y proteccionismo planteado por Trump choca con los dictámenes del gran capital estadounidense. Éste necesita del libre comercio y la movilidad de las inversiones para instalarse en donde los costos de producción -mano de obra barata, exoneraciones de impuestos- le aseguren rentabilidad. El Partido Republicano de Trump -ligado estrechamente al gran capital- es mayoría en el Congreso. Para ganar pudo prescindir en gran medida de los republicanos, pero para gobernar, no. La tendencia a la ruptura comercial está instalada -Brexit,Trump y otros- pero su viabilidad es casi nula por la interconexión e interdependencia de las economías mundiales.
En lo referido a la xenofobia frente a la inmigración – legal e ilegal-, y la pretensión de expulsar a latinos, musulmanes y demás, hay un pronóstico abierto. Sin dudas tendrá que haber un consenso
entre la elite dirigente para instrumentar el programa reaccionario de Trump a rajatabla. Lo mismo en cuanto al famoso muro fronterizo con México. Los conflictos raciales -simbolizados en el “gatillo fácil” de la policía contra los negros- pueden agudizarse. Buena parte del electorado del vencedor es “blanco, anglosajón y protestante” y partidario del porte de armas por parte de la población -además de abiertamente racista-.
Política exterior
En política exterior el belicismo de Trump y de Clinton son similares. Forma parte de la necesidad de las grandes corporaciones de imponerse en la economía mundial en crisis. Trump parece acercarse a Rusia y enfrentarse a China en el marco de los realineamientos internacionales de las potencias imperialistas. El conflicto comercial EEUU- China puede entrar en una fase más aguda producto de los grandes desequilibrios económicos que sacuden a ambas potencias. La sobreproducción y la caída de la rentabilidad en la economía mundial tiene su correlato en el belicismo creciente que hoy tiene su epicentro en Siria.
Para América Latina las perspectivas no son halagüeñas. La posibilidad de una suba de las tasas de interés dela reserva federal estadounidense (FED) acentuarán la fuga de capitales invertidos en latinoamérica. Asimismo el dólar cobraría valor frente a las monedas locales provocando devaluaciones y más inflación.
Astori ya “abrió” el paraguas frente a esta situación, a lo que se sumarían las políticas proteccionistas en los EEUU que dificultarían aún más las exportaciones de materias primas y alimentos hacia ese destino. Esto traería “desequilibrios macroeconómicos” para Uruguay -léase más ajuste y endeudamiento-.
Izquierda
El fenómeno ultraderechista deTrump como síntoma de la crisis capitalista, y el derrumbamiento de los regímenes “nacionales y populares” del pretendido “socialismo del siglo XXI” en América Latina, colocan la necesidad de un reagrupamiento de la izquierda revolucionaria a nivel latinoamericano y mundial.
El capitalismo sólo se puede sostener en base a un enorme retroceso de las condiciones de vida y trabajo de miles de millones de seres humanos. Los “progresismos” mostraron sus límites y desaparecen de la escena política salpicados por su inoperancia y corrupción. La izquierda revolucionaria debe desarrollarse al margen de las “burguesías nacionales” y en estrecho contacto con los trabajadores y la juventud clasista. Nunca más gráfica la expresión de Rosa Luxemburgo: “socialismo o barbarie”. Es la hora de la izquierda o sufriremos más “Trumps”.
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