Las obreras textiles norteamericanas tuvieron huelgas feroces, muchas victoriosas, en la primera década del siglo XX. Luchaban contra las horribles condiciones de trabajo, que incluía estar encerradas bajo llave en talleres sin luz natural y rodeadas de materiales inflamables, que muchas veces provocaban incendios.
Porque debían pagar hasta la electricidad y las agujas, y también severas multas si cometían algún error en la factura de las prendas. Contra los altos alquileres de las piezas donde vivían, siendo la mayoría jóvenes migrantes sin familia. Contra el asedio sexual y el maltrato de capataces y patrones. Y también por los derechos al voto y a la afiliación sindical.
El 3 de mayo de 1908, en el teatro Garrick de Chicago, en medio de una oleada de huelga de las obreras del vestido, el Partido Socialista organizó un primer acto por “El Día de la Mujer”. Un año después, el 28 de febrero de 1909, miles de mujeres celebraron el Día Nacional de la Mujer organizado por el Partido Socialista. Unas 15.000 trabajadoras desfilaron en Chicago y en Nueva York en honor a la huelga que las trabajadoras textiles –“las camiseras”- habían protagonizado el año anterior. Reclamaban la reducción de la jornada laboral, mejores salarios y derecho al voto.
La huelga de las camiseras de Nueva York de 1909-1910 -la insurrección de las 20.000- fue determinante para que, un año después, las delegadas del Partido Socialista norteamericano llevaran a la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en Copenhague, la propuesta de fijar un Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Recibieron el apoyo de la mesa, que presidía la socialista alemana Clara Zetkin. Se votó que, en lo sucesivo, las organizaciones presentes se comprometían a celebrar un día de lucha específico para las reivindicaciones de las mujeres. No se fijó cuál.
“Se debe proclamar y sustanciar en la manifestación anual del Primero de Mayo (cualquiera sea la forma que asuma) la solicitud de plena igualdad política de los sexos. De acuerdo con las organizaciones políticas y sindicales con conciencia de clase del proletariado de su país, las mujeres socialistas de todas las nacionalidades deben organizar cada año un Día de la Mujer, el cual, ante todo, tiene que promover la agitación por el sufragio femenino. Esta reivindicación debe ser explicada en relación con toda la cuestión de la mujer según la concepción socialista. El Día de la Mujer debe tener un carácter internacional y debe ser preparado cuidadosamente”, dice la resolución, fechada el 27 de agosto de 1910.
En 1911 trabajadoras de numerosos países europeos y de Estados Unidos salieron a la calle. Eligieron el 19 de marzo en conmemoración de la Revolución de 1848 y de la Comuna de París. En 1913 y 1915, las movilizaciones se centraron en la condena a la guerra. El 8 de marzo de 1917, las obreras rusas iniciaron la huelga general que terminó con el zarismo. En su honor, en la década siguiente se estableció que el Día Internacional de la Mujer Trabajadora fuera, en todo el mundo, cada 8 de marzo.
Así nació: de las mujeres de la clase obrera y bajo las rojas banderas del socialismo.
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