La Federación Nacional de Profesores (Fenapes) rechazó por unanimidad en la asamblea de delegados del 19 de agosto, la propuesta presentada por el Consejo de realizar la elección de horas por dos años, en el entendido de que no están dadas las condiciones. Esta “renovación” planteada no resuelve ninguno de los problemas estructurales de la educación. Presupuesto, salarios, estabilidad laboral, creación de cargos y concursos componen, junto con la necesidad de infraestructura edilicia y recursos, los reclamos impostergables para sostener el sistema educativo público al servicio de los hijos de los trabajadores.
Desde los representantes del gobierno y la oposición, con eco en toda la gran prensa, se dice que los responsables de la “crisis educativa” son los docentes y su resistencia corporativista a los cambios, y en especial los sindicatos, porque se oponen a las reformas y medidas propuestas, como el reciente rechazo a la elección de horas por dos años. Curiosamente, las fundamentaciones que explican la posición negativa tomada no son siquiera mencionadas, como si fuera una decisión caprichosa e infundada y no una resolución plenamente justificada. Por su parte, el gobierno y la oposición mantienen la política de recorte presupuestal para la educación pública: Anep y Udelar, mientras subsidian y fomentan la enseñanza privada, tercerizan servicios en manos de Ongs y entregan al lucro capitalista la satisfacción de las necesidades planteadas desde los centros educativos. (Ley de PPP).
Desde la década de los 90, con el discurso de mejorar la calidad educativa y adaptar el sistema educativo a sociedad del siglo XXI, es que asistimos, -y enfrentamos,- las propuestas impulsadas por los gobiernos de turno, sean de derecha o progresistas, por ser siempre privatistas y un ataque a las condiciones de trabajo de los docentes y demás funcionarios; un avance en la flexibilización y precarización laboral.
Las sucesivas reformas, más o menos parciales han significado también un retroceso respecto a los contenidos y la calidad de los aprendizajes de los estudiantes. Se trata de proveer sólo saberes y habilidades elementales, adaptadas a las necesidades del mercado laboral, es decir, mano de obra descalificada y flexible. Basta ver la reforma laboral en Brasil para conocer los objetivos del capital y las patronales, más allá de la viabilidad o no de una reforma similar en Uruguay por el momento, ese será su norte.
Como advertíamos, en ocasión de la lucha contra la Ley de educación, hace más una década desde las páginas de Tribuna, “la tendencia a la destrucción de la educación es parte constituyente del fenómeno de mercantilización sufrido por otras áreas (la salud, los servicios públicos, etc.). Es un importante campo para la expansión del capitalismo, mediante la producción de conocimiento y la formación de mano de obra especializada, a partir de los criterios del mercado. Recordemos que la OMC, en 1998, definió a la educación en sus diferentes niveles como uno de los 12 servicios púbicos que pasaban a considerarse bienes mercantiles transables”. (TT, 2008).
El capital, y su descomposición, es el que limita a la educación y no la educación la que frena el desarrollo social. La necesidad de mantener la tasa de ganancia y de convertir en lucrativa todo producto o actividad humana, destroza y descompone todas las esferas de la vida, incluida la educación. Defender la educación pasa entonces por enfrentar los planes de liquidación aunque se presenten como las soluciones mágicas a problemas actuales. Si el carácter de la reforma es de corte capitalista, con su financiación y de acuerdo a sus fines, no beneficiará a los trabajadores. No es solo una lucha ideológica y pedagógica, sino sobre todo una lucha económica por quien se queda con el beneficio de lo producido en esta área social: el capital o los trabajadores. Cada nuevo reclamo pone en evidencia toda una política educativa de abandono y liquidación que se manifiesta de forma muy cruda en el desempeño cotidiano.
En este sentido, la resistencia llevada adelante en cada centro de estudio, con ocupaciones y movilizaciones, enfrentando los recortes y las carencias, no es ni más menos que una preparación para la lucha general de conjunto que debemos dar, no solo para parar las reformas sino para conquistar el presupuesto necesario para poner en pie una educación al servicio de los trabajadores.
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