Un poco de historia
Juan Lacaze tiene una rica historia obrera. Tal es así que la disposición del pueblo, es decir la forma en la que éste se organizó alrededor de las fábricas , es la imagen viva de una identidad histórica vinculada al trabajo de una población en una fábrica, que en suma, da como resultado, inexorablemente, una definida población proletaria.
La ciudad se fue construyendo a imagen y semejanza de sus dos principales fábricas: Campomar y Soulas S.A. y Fanapel. Es tan fuerte esta construcción que se empezó a gestar a finales del siglo XIX y principios del XX, que el trabajador de aquel momento tenía guardería, vivienda y trabajo en un espacio muy reducido. En fin,lo que quería remarcar es que el pueblo de Juan Lacaze tiene una identidad proletaria muy marcada.
¿Por qué lo planteo en estos términos de identidad y de historia?, porque Juan Lacaze es un claro ejemplo de cómo un bastión proletario es derribado por el interés de los grandes capitalistas, es la huella que quedará de la extinción del proletariado en una ciudad con pisada de zapato obrero.
Después del anterior periplo sobre algunas características de la identidad sabalera es necesario tocar el nervio de este asunto. Cuál es ese nervio: los despidos y la política que viene desde el gobierno del Frente Amplio de favorecimiento a los grandes capitales extranjeros, alentados por un programa político muy concreto y que además da evidencia de sus prioridades tales como: el pago de la deuda externa, los subsidios y exoneraciones al gran capital como los dados a las pateras UPM y Montes del Plata.
Si bien Fanapel empezó a decaer cuando Macri al asumir en Argentina abrió los mercados y le empezó a comprar más barato el papel a China y,evidentemente, ese cambio modificó la economía de la fábrica porque el 70% de lo producido se vendía allí, el problema es más de raíz. Vazquez hace lo mismo que Macri en ese sentido, porque compra papel más barato de otros países y le da “miles” de facilidades a, por ejemplo, las pasteras ya mencionadas.
En primera persona
Mientras escribo esta nota Tabaré Vázquez se reúne con los empresarios finlandeses para garantizar inversiones de gran talla, cosa que ya es una apuesta habitual del actual gobierno que es la instalación de nuevas industrias de pasta de celulosa en el país. La contradicción, y lo que demuestra el negocio de las pasteras en el país, tan estimulado en el último tiempo, es que la industria nacional involuciona, y lo que esto genera y es más grave aún, es que en la calle van a quedar 300 familias, como es el caso de Fanapel, y por otro lado los empresarios se frotan las manos para venir a invertir al país y llevarse lo que producen para Europa.
Pero tranquilos que son gente de bien, porque cuando se llevan la pasta de celulosa para Europa y hacen el papel allá con la celulosa producida acá, nosotros desde acá le compramos el papel hecho allá. ¿Me siguen? Espero que sí. No pierdan la calma que hay datos más esclarecedores todavía: “De acuerdo al último “Informe anual de comercio exterior” de Uruguay XXI, el año pasado, mientras Fanapel reducía su actividad, el país importó 155 millones de dólares en papel y cartón. Es el octavo rubro de importación.” (Brecha, 20/1/2017)
Esto le da otro sustento a lo que decía anteriormente. No se trata de un caso aislado por otra parte, porque los cierres de fábricas vienen siendo algo que nuestros oídos están, lamentablemente, acostumbrados a oír en el último tiempo. Fripur en Agosto de 2015, donde más de 900 trabajadores, en su mayoría mujeres, se quedaron sin trabajo; Ecolat en Nueva Helvecia, ciudad vecina de Juan Lacaze, donde 400 trabajadores se quedaron también sin trabajo; Agolan en la propia ciudad y ahora se suman Fanapel y el Molino de Dolores.
La salida de este estancamiento
Tanto el gobierno como el sindicato Cuopyc han barajado siempre la posibilidad de negociar con la empresa y se han subordinado a la voluntad de ésta. Esta claro, a nuestro entender, que la salida no es esa. De hecho, las restantes fábricas que mencione cerraron bajo un cuadro muy similar. Negociación con la empresa y “apoyo” del gobierno.
La salida no es esa. La salida se va a aclarar mucho más cuando los trabajadores construyan su propia alternativa. ¿Cómo construyen los trabajadores su propia alternativa?, tomando en sus manos su propia dirección, su propio trabajo. En concreto, si Fanapel cierra, como ya es un hecho, no pedir ayuda al gobierno por la inviabilidad de esa salida, quedó resumido con el ejemplo de las importaciones de papel que hace Uruguay y con las declaraciones de Juan Castillo en los medios y las acciones de Vázquez en su búsqueda de seguir atrayendo capitales extranjeros al país.
¿Cómo el gobierno puede darle, en este rubro y en otros, una salida a los trabajadores, cuando importan el papel de otros países y por tanto se le pone al desarrollo de la industria nacional un cepo? Ese cepo nos ata a mantener el orden de cosas tal cual esta. Los trabajadores de Fanapel deben construir una alternativa política que se delimite de los gobiernos que favorecen al gran capital (nacional y extranjero) y de ser necesario, de los sindicatos que apoyan las políticas del gobierno y frenan una posible delimitación con éste; porque contienen el potencial de cambio que se acumula en el conjunto de las masas trabajadoras.
¡Esta lucha no está perdida! ¡que los trabajadores sean protagonistas de lo que ellos con sus propias manos generan!
¡Basta de despidos y de cierres de fábricas!
¡Qué la crisis la paguen los capitalistas!
Gustavo Fernàndez
(Juan Lacaze)
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