Es con profundo asombro que asistimos a la resolución adoptada por el Comité Nacional del PO, que sólo puede entenderse como una expulsión no declarada de la fracción constituida por centenares de militantes, en torno al documento emitido inicialmente por Jorge Altamira, Marcelo Ramal, Juan Ferro, Daniel Blanco, Julio Quintana, Pablo Busch y Pablo Viñas.
El Comité Nacional sin embargo no asume la responsabilidad de una expulsión, sino que “considera que el grupo dirigido por Altamira ha resuelto romper con el Partido Obrero para formar su propia organización”. Más adelante, se habla de “ruptura declarada” –pese a que no hay tal declaración de ruptura, sino la constitución de una fracción, es decir, la proclamación expresa de que no se abandona el partido, sino que se librará una lucha política por una determinada plataforma que ha sido publicada. La expulsión de una fracción en forma sumaria va contra todas las tradiciones del marxismo revolucionario y el trotskismo, que siempre han buscado preservar la unidad del partido y la democracia en el seno de la organización revolucionaria.
En nuestra tradición, va de suyo que una fracción se dirige abiertamente a la clase obrera y no es un mero agrupamiento de cara a un congreso. ¿O acaso la Liga Espartaco de Luxemburgo-Liebknecth-Mehring-Zetkin no era una fracción pública? No hablemos de la fracción bolchevique en los períodos en que la socialdemocracia rusa estaba unificada. La Oposición de Izquierda de Trotsky no se proclamaba como partido, era apenas una fracción no reconocida, perseguida y reprimida por el aparato estalinista, que se dirigía a la clase obrera.
Sorprende, por ello, tanto énfasis en contra de una fracción “pública”, dado que la existencia de fracciones se produce precisamente cuando las diferencias políticas y metodológicas han superado los marcos “normales” del funcionamiento partidario. ¡Las fracciones espartaquista y bolchevique tenían publicaciones propias! Y libraban abiertamente una lucha teórica y política en el seno del partido, buscando ganar influencia en la vanguardia y las masas. La idea de que una fracción elabora únicamente textos para un Boletín Interno y que luego de perder una votación se calla, es ajena a la democracia obrera. El centralismo democrático concebido de esta manera es ajeno a nuestra tradición, compañeros.
En distintos documentos del CEN y el CN así como en las cartas que recibimos de parte de la Comisión Internacional del PO, se venía afirmando sistemáticamente la idea de que Altamira y Ramal preparaban la ruptura. Sólo podemos concluir que esta persistente afirmación, que también fue planteada por los compañeros Heller y Santos en la reunión que mantuvimos en Montevideo, venía preparando el ambiente para proceder a una purga –no puede tener otra denominación la exclusión sumaria de cientos de militantes, incluyendo al fundador del partido y su principal teórico y exponente público.
En la resolución del CN del PO –y en los documentos que vienen preparando esta expulsión– se afirma contradictoriamente que no existen diferencias estratégicas ni políticas profundas, y al mismo tiempo que Altamira y Ramal expresan una tendencia pequeño-burguesa. Nos preguntamos cómo podría ser posible que una tendencia pequeño-burguesa no tuviera diferencias políticas y programáticas en el seno de un partido obrero. Por el contrario, se argumenta para fundamentar la expulsión que la fracción recién conformada desarrollará una campaña electoral en apoyo al FIT-U con la consigna “Fuera Macri” –posición que habría sido derrotada en el Congreso partidario– es decir, se reconoce que hay una diferencia política. ¡Al punto de afirmar que le hace el juego al kirchnerismo! Según el CN, estas diferencias no serían reales sino inventadas, apenas justificativos para romper. Esto habría que demostrarlo precisamente a partir del debate político, no partir de un prejuicio y a partir de allí resolver nada menos que excluir a cientos de militantes.
Es que la resolución del CN es llamativa ante todo por su desprecio a la comprensión que puedan tener sus propios militantes (entre ellos, los cientos de expulsados, a los que se da por “perdidos” y se los trata como seguidores acríticos u obsecuentes de una persona), y por supuesto el conjunto del movimiento obrero y la izquierda –incluida la clase obrera internacional, frente a la cual se desprestigia al principal partido de la CRCI, y por supuesto a toda nuestra Coordinadora. Una ruptura no se procesa de esta manera, incluso en presencia de diferencias aún mayores, sino que en caso que sea inevitable debe demostrarse a través de la lucha política que existen diferencias políticas insalvables y perfectamente claras. La claridad es todo lo que falta en esta resolución, que niega que existan diferencias y atribuye todo tipo de intenciones incomprobables a la fracción opositora. La resolución también desliza insinuaciones que buscan desprestigiar especialmente a Altamira, que implican desmoralizar y ensuciar a todo el partido y la CRCI. Entre otras cosas se ha comparado al fundador del PO y redactor de las Tesis Programáticas de la CRCI, nada menos que con Plejanov. También se deslizan elementos que apuntarían a privilegios o corrupción, que no se habían mencionado hasta que Altamira y Ramal asumieron una lucha por una posición discrepante, como minoría del anterior CN. Aparecen recién ahora como instrumentos para difamar a esta oposición a la línea mayoritaria. ¿Es este el método bolchevique, trotskista? Claramente, no.
La forma burocrática en que se procesa esta situación, tratando con ligereza una ruptura nada menos que con el fundador del partido y cientos de militantes, es el mejor servicio a quienes calumnian sistemáticamente al trotskismo, al que colocan como una fuerza incapaz de desarrollarse e implantarse en el movimiento obrero, y condenada al sectarismo por sus constantes divisiones y fracturas.
El Comité Central del Partido de los Trabajadores llama al Comité Nacional del Partido Obrero a rever esta resolución, a dar todas las garantías estatutarias a sus militantes, a defender la unidad del PO. Otra cosa significaría un retroceso histórico para la clase obrera y los revolucionarios de todo el mundo, por lo que apostamos a que se retorne a las mejores tradiciones de nuestra corriente. Las organizaciones de la CRCI han solicitado una reunión urgente y están dispuestas a intervenir para evitar una fractura que sería liquidadora del PO. El PT de Uruguay se pronuncia por la defensa del centralismo democrático, lo que implica el derecho a tendencia o fracción, como mecanismo de defensa de la unidad del partido y de la CRCI.
Comité Central del Partido de los Trabajadores (Uruguay)
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