A su retorno de China, el presidente Vázquez y el canciller Nin Novoa han anunciado con bombos y platillos que firmarán un TLC con el gigante asiático. El anuncio ha sido tomado con frialdad por parte de la Cámara de Industrias. Su presidente Washington Corallo, “pidió tomar con cautela” esta posibilidad y afirmó que “es importante conocer la opinión que tiene el Mercosur, dado que Brasil y Argentina son grandes mercados para nuestro país”. Precisamente, los industriales de la región son los más preocupados por un ingreso libre de impuestos de mercancías provenientes de China, lo que conduciría a la bancarrota de sectores enteros. Macri declaró que “prefería” una negociación de todo el bloque regional, en tanto el canciller de Brasil José Serra directamente advirtió que “Uruguay va a tener que elegir” entre seguir en el Mercosur o firmar el acuerdo con China.

La poderosa FIESP (industriales paulistas), que estuvo detrás del golpe contra Dilma Rousseff, no va a permitir que Uruguay se corte solo. “La norma 32/2000 es muy clara. Y para Brasil la norma sigue vigente”, advirtió un vocero de la cancillería norteña. La norma 32/2000 es la que establece que para firmar acuerdos comerciales con otros países, se debe contar con la autorización del Mercosur, lo cual sucedió cuando Uruguay firmó en 2004 un TLC con México.

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Según el mismo vocero, cuando Vázquez se reunió con Temer en Nueva York, e interpretó que tenía vía libre para acordar con China, pudo haber algún “problema de interpretación”. Y fue más allá: “Tuvimos la semana pasada una reunión con la Unión Europea y nos fue muy bien. Otras negociaciones están empezando y con India vamos avanzando. En el Mercosur hay una posición bastante consensuada entre los cuatro socios. Nos parece muy raro que en este momento de sintonía aparezca la voluntad de uno de tomar otro camino” (Búsqueda, 20/10).

Mujica declaró: “Que quede claro que estoy de acuerdo con la negociación, pero si seguimos hablando de TLC vamos a generar que nuestros vecinos nos pongan trabas. Ellos van a interpretar que lo que puede estar en juego es que Uruguay sea una especie de zona franca de China y esa no es la idea. Eso se lo voy a transmitir a Tabaré cuando vuelva” (ídem). Sucede que esa es exactamente “la idea” por la que China podría firmar un TLC con Uruguay.

El acuerdo de un arancel especial (o la eliminación de los aranceles) para los productos chinos, podría inundar aún más el mercado regional de mercancías del país asiático. “Si se negocia por separado, ¿cómo podemos decir que somos una unión aduanera?”, se preguntó la misma fuente de Brasil.

Nin Novoa ha realizado declaraciones desafiantes frente al gobierno de Temer. Vázquez intentó obtener de Macri un apoyo para una negociación independiente, pero según “un legislador del oficialismo” citado por Búsqueda “la señal (de Macri) fue mala” (28/10).

Vía chilena’

El gobierno necesita ganar un primer round en el parlamento, con el TLC con Chile, que ha recogido resistencias de parte de los laboratorios. “Cada parte deberá hacer los mejores esfuerzos para ratificar o adherir al Tratado de Cooperación en materia de Patentes a la fecha de entrada en vigencia de dicho acuerdo”, dice el capítulo 10 (Propiedad Intelectual) del TLC entre Uruguay y Chile. El presidente de la Asociación de Laboratorios Nacionales, Alfredo Antía, dijo que el tratado implica que aumente la cantidad de productos farmacéuticos patentados; “la liberalización del patentamiento genera el monopolio y el monopolio el precio impagable” (El País, 9/10).

Según la ex directora nacional de Propiedad Industrial del Ministerio de Industria, Cristina Dartayete, la aprobación del Tratado de Patentes es “perjudicial”. El diputado oficialista Roberto Chiazzaro (PSU) dijo que el capítulo de propiedad intelectual “es muy peligroso” porque encarece la fabricación de los medicamentos. “Lo que preocupa es que se dijo que en este TLC no iba a haber nada referido a las patentes, pero el hecho es que hay una aparente contradicción” (ídem).

El TLC con Chile forma parte de un acercamiento a la Alianza para el Pacífico (y a los EE.UU.), y si bien no tiene mayor impacto desde el punto de vista impositivo (los aranceles ya están desgravados entre Chile y el Mercosur), sí tiene impactos sobre la liberalización de servicios. El gobierno había anunciado que habría salvaguardas respecto a telecomunicaciones, servicios financieros y patentes, pero todo indica que este anuncio no se cumplió.

Desindustrialización

El dirigente del PIT-CNT Marcelo Abdala dijo ser partidario de incrementar el comercio con China, Rusia e India, pero que eso no significa apoyar el TLC. “Los TLC no son sinónimo de desarrollo”, afirmó el secretario general de la central sindical. Por supuesto que Abdala se queda cortísimo. Un TLC con China agravaría la primarización de la economía nacional. Uruguay vende en el país asiático sobre todo soja, carne y celulosa. El TLC con China, como una nueva mega-pastera, significarán una mayor desindustrialización y terminarán de convertir al país en una república eucaliptera, sojera y ganadera. La industria “nacional” terminaría siendo arrasada.

La pretensión del PIT-CNT (y de los sectores supuestamente “críticos” del Frente Amplio) de construir “un país productivo con justicia social” (es decir, capitalista), ha quedado en un eslogan vacío. No es casual, dado que en el mercado mundial no hay lugar para una industrialización ni un capitalismo “autónomo” del Uruguay. El camino del gobierno conduce a la colonización económica y la desregulación laboral.

La tendencia internacional es a un creciente proteccionismo. De hecho, ha fracasado el acuerdo entre EE.UU. y la Unión Europea; la crisis política norteamericana –así como el triunfo del Brexit– muestran un proceso de creciente guerra comercial, no de liberalización del comercio. La crisis latinoamericana no tiene salida por la vía de los TLC, pero tampoco en los términos del nacionalismo burgués –que está fracasando una vez más como supuesto proyecto de emancipación o desarrollo económico. La vía para el desarrollo exige romper con el imperialismo, nacionalizar la tierra y los recursos naturales, reorganizar la economía sobre nuevas bases sociales –bajo control de los trabajadores.

Tanto el TLC con Chile como (con mucha más razón) el Tratado con China, generan grandes contradicciones en el seno de la clase capitalista, lo que por supuesto agravará los choques a nivel de todo el régimen político. Particularmente, se puede despertar una gran oposición desde el movimiento obrero, que será el principal perjudicado con dicho acuerdo comercial.

Ataque al movimiento obrero

El núcleo de un TLC es el ataque al movimiento obrero y sus conquistas, en nombre de “ser más competitivos”. Las declaraciones de Abdala y Andrade –quien declaró que el TLC con China “es un error”– son por lo menos tibias, no convocan a una lucha de conjunto contra el TLC, contra el ajuste en curso, porque ello exige romper con el gobierno que lo impone.

Frente a las pautas salariales de miseria, la cúpula del PIT-CNT se negó a encarar una lucha de conjunto. Abdala y Pereira rechazaron un paro general, y aceptaron como buenos los criterios de ajuste miserables ya establecidos en 2015. Con esta política, cada sindicato va a enfrentar por separado a las patronales y el gobierno, como ya le sucede a los supermercados y la construcción. Si el SUNCA pudiera quedar aislado, sería como consecuencia de esa orientación mayoritaria en la central sindical.

Los trabajadores de la construcción se han retirado de la negociación en el consejo de salarios y están convocando a una movilización para mantener sus conquistas. Si el SUNCA triunfa, es un triunfo de todo el movimiento obrero, mientras que una derrota de este gremio afecta a todos los sindicatos. Es necesario rodear de solidaridad la lucha del SUNCA, y ligarla a un programa para todo el movimiento obrero: salario mínimo de $ 35.000 reajustable como mínimo cada cuatro meses según la inflación; aumento general de salarios; prohibición de los despidos; eliminación de las Afap: no a la segunda reforma jubilatoria anti-obrera; que el capitalismo pague su propia crisis.

Alternativa socialista

El ajuste en curso contra los trabajadores y el impulso de los TLC demuestra que los trabajadores no inciden en el gobierno ni el Frente Amplio, que están al servicio del gran capital. Es necesario impulsar la independencia política del movimiento obrero. La oposición al TLC no debe ser pretexto para un nuevo frente con los sectores burgueses afectados por la crisis y los acuerdos comerciales, sino que debe vincularse a un programa obrero y socialista. No hay salida de la mano de la burguesía “nacional” postrada frente al imperialismo. Es necesario que gobiernen los trabajadores, en el marco de una federación de repúblicas socialistas de América Latina.

Rafael Fernández

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