El primer día de la huelga general por 48 horas ha sido acompañada por una vigorosa manifestación hacia el Palacio de la Moneda, la sede de gobierno. El intento del gobierno de neutralizar la movilización popular con el anuncio de un paquete de medidas, fracasó en forma rotunda. Ninguna de esas medidas ataca el monopolio capitalista sino que se asienta en adicionales a las jubilaciones o los gastos de salud, es decir que serán financiados por los contribuyentes y que apenas enfrenta el nivel de miseria en que se encuentra un 40% de la población y el retroceso social del conjunto de los trabajadores. Como ha ocurrido en los últimos quince años de luchas enormes, Piñera, como antes los gobiernos de centro-izquierda, procura vaciar la crisis política sin tocar la inmensa privatización de servicios públicos y sociales, que han salido airosos de todas aquellas crisis. La diferencia es que la rebelión en desarrollo aglutina al conjunto de las masas – no está confinada a docentes, estudiantes o jubilados y luchadores de derechos humanos por separado.
La crisis política ha golpeado también a los partidos parlamentarios de oposición, que se encuentran distantes de una posición dirigente del movimiento. El partido socialista rehusó reunirse con Piñera para una actuación conjunta frente a la crisis, apelando a subterfugios, como el rechazo a la negativa del Presidente de invitar al partido comunista. El partido socialista ha salido dividido en este episodio. El partido comunista, por su parte, ha declarado la intención de presentar una “acusación constitucional” contra Piñera, a quien atribuye la responsabilidad por la represión policial, incluidos secuestros y asesinatos, y por haber ordenado la intervención de las fuerzas armadas. Las organizaciones, encabezadas por la CUT, que han llamado a la huelga de dos días, “explicita”, en un comunicado, las “condiciones y voluntad de diálogo”. Este arco político, en el que se inscriben el partido Humanista y el Verde, en el Frente Amplio, rechaza el reclamo de numerosos sindicatos y de las calles para echar a Piñera y convocar a una Asamblea Constituyente. Existe un intento supremo por salvar a un gobierno que ya no tiene condiciones de gobernar. El desbarajuste del gobierno derechista plantea una crisis mayor al interior de las fuerzas armadas, que se ha protegido bajo el escudo del régimen y la Constitución pinochetista. La nueva etapa, potencialmente revolucionaria,
recupera la cuestión del golpe militar.
La manifestación a la Moneda, medio millón largo de personas (otro tanto en todo Chile), se ha mantenido a pie firme contra la represión. La represión no apuntó solamente a impedir la llegada de la marcha a la Casa de Gobierno sino a defender el toque de queda para la noche. Piñera se maneja en el límite político de la supervivencia. No tiene a mano la salida de un gobierno de coalición porque no está dispuesto a ceder concesiones sociales mayores, a riesgo de desatar una oposición final de la oligarquía financiera y de la cúpula militar. La inversiones mineras, que han anunciado compañías internacionales, de un lado, y de China, del otro, deberán entrar en ‘stand by’, en medio de una guerra económica de ambos bandos. Mientras el precio internacional del cobre se encuentra en caída, lo contrario ocurre con el oro, que sube en forma sostenida, no por la demanda industrial, sino la financiera – sea de fondos o de bancos centrales y privados. El estallido de una crisis financiera es inminente.
La izquierda parlamentaria y la burocracia sindical ocupan en esta crisis el lugar de guardia del régimen político. Es necesario un partido revolucionario, que reclute, mediante el esclarecimiento y la organización, el numeroso contingente de revolucionarios que cuenta Chile. Es necesario arrancar con una caracterización: el régimen político ha entrado en un impasse mortal, la reivindicación política más elemental, como es acabar con el sistema pinochetista, va más allá de las posibilidades de la democracia chilena. La intervención de las masas no es la respuesta a ‘un ajuste’, cuyo resultado podría prometer un nuevo equilibrio político dentro del sistema actual. Es una rebelión de masas de alcance revolucionario, que ingresa en una etapa de luchas y de organización de su vanguardia.
En el escenario inmediato se imponen las siguientes consignas:
–Fuera Piñera.
-Por una Asamblea Constituyente Soberana, que asuma la dirección política del estado.
-Por la formación de cordones industriales, por una dirección sindical independiente del capital, del estado y de sus partidos.
-Por un gobierno de trabajadores.
-Por la unidad socialista de América Latina
23 de Octubre de 2019
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