Políticas

Carnaval: La libertad de expresión bajo ataque del sionismo

La actuación de La Gran Muñeca denuncia el genocidio en Gaza

 

…en Palestina sufre un pueblo acorralado,

los quieren borrar del mapa pero la siguen peleando”

La organización B’nai B’rith lanzó un ataque público el 2 de febrero al grupo de parodistas Caballeros, a cuyo espectáculo para el Carnaval 2025 caracterizó como “antisemita”. El conjunto carnavalero representa una parodia basada en la famosa obra de Shakespeare “El mercader de Venecia”.

La declaración de la B’nai B’rith Uruguay se inscribe en la ofensiva sionista contra la libertad de expresión y de movilización contra el genocidio de Israel en Gaza, que ya tuvo otras expresiones como el intento de criminalizar la protesta en el marco del día internacional de la mujer (8M); en aquella ocasión se denunció judicialmente a un grupo de militantes que habían portado un emblema que representaba al Estado de Israel. La B’nai B’rith expresó “su absoluto rechazo al contenido de la actuación del conjunto de parodistas ‘Caballeros’ (…) basada en la obra de corte antisemita ‘El Mercader de Venecia’, reproduce estereotipos falsos y perjudiciales, que alimentan el odio, la discriminación, y la judeofobia” (https://archive.is/7Bp1O). El comunicado ataca la libertad del arte y el derecho a la libre expresión: “Las obras literarias y artísticas cuyo contenido constituye incitación al odio y discriminación no deberían ser reproducidas ni ser tomadas como fuente de inspiración”, “La naturalización de este tipo de mensajes es causa directa de la violencia antisemita”, y exige al conjunto Caballerosmodificar el contenido de su actuación” y “a la Intendencia de Montevideo en su calidad de organizadora del Concurso Oficial de Carnaval, a condenar este tipo de expresiones y garantizar la eliminación de todo tipo de discurso de odio del carnaval uruguayo” (ídem).

Inmediatamente se sumaron a esta declaración liberticida varios personajes de la derecha, como la senadora blanca Graciela Bianchi, el senador colorado Tabaré Viera, seguido de una gran campaña en las redes de representantes del sionismo. La reaccionaria senadora del PN tuiteó: “¿Esto es cultura popular? No, es antisemitismo y quien practica la judeofobia es fascista. Para ser más claros: es nazismo”. El legislador colorado (y ex ministro de Lacalle): “Comparto la denuncia y la demanda. La libertad de expresión es una cosa, la incitación al odio, la estigmatizacion como método de discriminación es muy otra”.

La campaña macartista del sionismo y sus aliados demuestra no solamente mala fe sino además una profunda ignorancia. Emprenderla contra El mercader de Venecia es una muestra más en ese sentido. Esta obra ha sido ampliamente representada en el teatro y en el cine (por ejemplo, en 2004 el célebre Al Pacino representó al prestamista judío Shylock). Cuando los defensores criollos del Estado sionista quieren cancelar la comedia de Shakespeare y exigen al gobierno montevideano su prohibición, caen en el ridículo: es probablemente una de las obras más representadas por la compañía teatral HaBimá instalada en Tel Aviv (reconocida como “teatro nacional de Israel”), que lo hizo por primera vez en hebreo en Palestina en el año 1936.

La parodia de Caballeros incluso no toma la figura de Shylock como centro de su espectáculo, y omite incluso el final (en que el judío es forzado a convertirse al cristianismo). El director del conjunto Raúl Sánchez luego aclaró que “Lo del conflicto [bélico entre Israel, Hamás y Hezbolah] ni lo tomamos en cuenta. A mí ni se me pasó por la cabeza, porque ni se me pasó por la cabeza que alguien pudiera molestarse por esto que estamos haciendo, que no tiene nada que ver ni con el antisemitismo, ni con la judeofobia, ni con el fascismo que nos han dicho”.

Todavía el 3 de febrero el director de asuntos políticos de la B’nai B’rith, Javier Galperin, la emprendía desde la red X: “Vergonzoso el comunicado de Parodistas Caballeros. Ni arrepentimiento, ni disculpa, ni intención de eliminar el mensaje de odio de su espectáculo. Mientras tanto, la Intendencia guarda silencio. ¿Otro acto de antisemitismo que queda impune? ¿Hasta cuándo?” (https://archive.is/iQWGl).

La acusación de judeofobia o antisemitismo está totalmente instrumentalizada para defender al Estado terrorista de Israel y su masacre contra el pueblo palestino, es por eso que una parodia carnavalera de una comedia estrenada hace más de cuatro siglos ha ocupado el centro de atención.

Como antecedentes recientes podemos recordar la presión del CCIU sobre hoteles que iban a alojar al músico Roger Waters, conocido por su apoyo a la lucha de los palestinos contra el Estado sionista. Waters actuó en Montevideo y respondió al presidente del Comité Israelita Roby Shindler: “¡Andate al carajo, Roby!”.

La cosa no terminó allí. El pasado 4 de febrero el Comité Central Israelita del Uruguay (CCIU) dio cuenta de una reunión con el conjunto parodista, en la cual según ellos recibieron “explicaciones” que “aceptaron”, así como el “compromiso” de los carnavaleros de “ajustar” su actuación “para evitar la perpetuación de mensajes antisemitas”. El director de Caballeros, sin embargo, transmitió otra versión: “Nos dieron su parecer y nos pidieron que no cambiáramos un ápice de lo que se dijo” (la diaria, 3/2).

La Gran Muñeca

El 4 de febrero, el CCIU sacaba un comunicado contra otro conjunto carnavalero, manifestando su rechazo contra “el discurso antisemita transmitido por la murga La Gran Muñeca que trae a la fiesta de carnaval un conflicto del que toma parte, posicionándose explícitamente en la denuncia parcial de los hechos, omitiendo que una de las partes es un grupo terrorista asesino, antidemocrático y discriminador” (https://archive.is/NvxFw). La BNBR por su parte repudió “un nuevo hecho de antisemitismo en el carnaval uruguayo, protagonizado por la murga ‘La Gran Muñeca’, que acusa al Estado de Israel de genocidio y limpieza étnica” (https://archive.is/M4mxm). Nuevamente se pretende identificar la lucha contra el Estado de Israel y el sionismo, con el antisemitismo. Una identificación que ha impulsado el imperialismo yanqui junto al sionismo, y ha logrado establecerlo en la legislación de muchos países.

El cuplé de la murga La Gran Muñeca (LGM) tiene un carácter diferente a la parodia de Caballeros, porque milita claramente en apoyo a la lucha del pueblo palestino, no solamente repudia y denuncia la masacre de la población gazatí sino que reivindica la rebelión contra este genocidio. Esto es lo que ha generado la rabia del periodista Sergio Gorzy (ex presidente del CCIU entre 2014 y 2016), quien había matizado su posición frente al espectáculo de Caballeros afirmando que “en ese caso sí había cuestiones discutibles: la censura, Shakespeare, y demás” (programa Buscadores). Gorzy ahora se lanza a declarar a LGM como antisemita, por supuesto, y una “bazofia”.

El cuplé de LGM es una denuncia de la guerra imperialista, tanto en Ucrania como en Medio Oriente. Con soberbias voces, la murga canta: “Ya se largó la carrera militar/ ya se anunció que otra guerra va a comenzar/ El mundo de hoy es una bomba que va a explotar […] Aumentaron las potencias el gasto en armamento/ llueven las amenazas, crecen los sufrimientos/ dicen que están luchando para vencer el mal/ pero se ve muy claro que el final es dominar”. Con el latiguillo de “caen bombas”, el coro continúa: “Lucha de territorios se vuelve genocidio/ fe ciega y peligrosa/ donde se matan niños/ bombas caen bombas caen bombas/ otra ciudad se desploma/ bombas caen y el mundo ya no se asombra/ intereses desmedidos y gastos innecesarios/ con lo que cuesta un misil, ¿cuántos comen por un año?”. El fragmento que más irritó a los exponentes del sionismo es el siguiente: “Las familias atrincheradas, escondidas en sus casas/ entre escombros y lamentos mientras la guerra no para/ tantas son las personas entre mar y desiertos/ hoy es la franja de Gaza cárcel a cielo abierto/ en Palestina sufre un pueblo acorralado/ los quieren borrar del mapa pero la siguen peleando”.

Campaña sionista

La identificación del antisionismo con el antisemitismo responde a una campaña internacional, que impulsaron Netanyahu y Trump (en su primer gobierno), utilizando para ello la definición de antisemitismo de la IHRA (siglas en inglés de la “Alianza Internacional para la memoria del Holocausto”): “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”. La interpretación impulsada por esta campaña sionista es que dentro de las “instituciones” judías está… el Estado de Israel. Por lo que la oposición al sionismo y a su Estado, o incluso las críticas a Israel serían expresiones de “antisemitismo”. El Uruguay fue el primer país latinoamericano en suscribir esta posición, nada menos que al finalizar el segundo gobierno de Tabaré Vázquez (27/1/20), y apenas unos días antes de pasar la banda presidencial a Lacalle Pou. Lo notable es que el propio redactor de la definición de antisemitismo del IHRA, “el abogado estadounidense Kenneth Stern, denunció que ha sido manipulada respecto de su propósito original con el objetivo de silenciar las críticas a Israel en los campus universitarios” (Brecha, 7/2/20). El mismo artículo de Brecha cita “un reciente artículo publicado en The Guardian titulado ‘Yo escribí el borrador de la definición de antisemitismo. Judíos de derecha la están usando como un arma’, Stern afirma que ‘la definición nunca estuvo destinada a silenciar la libertad de expresión’. Y agrega que un decreto del presidente de Estados Unidos del pasado 11 de diciembre, que incorpora la definición de la Ihra y sus ejemplos como guía para identificar y perseguir casos de antisemitismo en el Estado y las instituciones educativas, es un ‘ataque a la libertad académica y a la libertad de expresión, y perjudicará no sólo a los defensores de Palestina, sino también a estudiantes y docentes judíos, y a la misma academia’ (The Guardian, 13-XII-19)” (ver https://archive.is/7wplJ).

La definición de antisemitismo del IHRA ya ha sido utilizada para procesar al dirigente del MST Alejandro Bodart por afirmar en la red X que el Estado de Israel es “racista” y “genocida”. Esta definición del IHRA fue adoptada por ley por Argentina, con el voto de varios partidos integrantes del FITU (entre ellos Gabriel Solano del aparato del PO y Miriam Bregman del PTS). Bodart fue absuelto en primera instancia pero el tribunal de segunda instancia revocó esa decisión y está condenado a prisión por seis meses “en suspenso” por el delito de “incitación a la discriminación”. La fundamentación de la condena establece que “Las expresiones de Bodart constituyen una narrativa que proporciona las bases para deslegitimar la existencia de Israel y realizar un llamado a su destrucción que va más allá de cualquier opinión o crítica contra las acciones tomadas por las autoridades de ese país”; “bajo el ropaje de críticas legítimas, despliega un arsenal discursivo discriminatorio que contiene una comparación del movimiento político sionista con el nazismo”. (Infobae, 2/1).

Como vemos, las presiones públicas contra los espectáculos carnavalescos no son un hecho aislado sino parte de una campaña para intimidar y acallar las voces críticas contra el sionismo y su genocidio.

Defendamos la libertad de expresión en el arte y en todas partes, contra la pretensión de acallar las voces que defienden la justa rebelión del pueblo palestino contra sus opresores. Justamente cuando Trump anuncia la expulsión de los gazatíes para realizar un emprendimiento inmobiliario en la franja de Gaza (y convertirla en una “Riviera” para gente rica), el cuplé de La Gran Muñeca aparece como una bocanada de aire fresco que debemos aplaudir y defender -aún más cuando los dirigentes del Frente Amplio, próximamente a cargo del gobierno, han sostenido una posición favorable al sionismo y de complicidad con el genocidio en Gaza.

Rafael Fernández

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