Publicado el jueves 9 de julio en el semanario Voces
Es expresivo que la pregunta de la semana no esté relacionada a la muerte por frío de un joven en situación de calle que solicitó ser ingresado en un refugio en plena tormenta y por toda respuesta fue remitido a la policía, que luego de arrestarlo lo volvió a dejar en la calle que había infructuosamente intentado eludir esa noche.
Quiere decir que los periodistas del semanario han advertido que el alcance de la salida del ministerio de Ernesto Talvi es lo suficientemente significativo como para prevalecer sobre una muerte precedida de toda una serie de negligencias y arbitrariedades por parte del estado. Es decir, hay problemas como para hacer dulce.
La salida de Talvi significa la quiebra del gabinete diseñado por Lacalle a solo cuatro meses de asumido el gobierno. Mas ampliamente expresa la división de la propia burguesía que se puso en la fila de los multiderechistas. Incluso en un momento donde el gobierno aparecía aprobando la LUC, es decir que ni en el curso de una victoria de lo que aparece como el buque insignia del presidente (recordemos que la LUC es antes que nada una criatura del sector Todos del Partido Nacional y no de la coalición como tal) puede mostrar signos de fortaleza o al menos de estabilidad.
La salida de Talvi era cuestión de tiempo. Las desavenencias con el presidente se fueron acumulando, a su vez las diferencias internas en el partido colorado se volvieron enfrentamiento abierto. A la cabeza del ministerio de relaciones exteriores Talvi se negó a referirse a Venezuela como una dictadura y el presidente le pasó factura por medio de su todopoderoso secretario, Álvaro Delgado, que le replicó que el gobierno uruguayo considera al venezolano como un régimen reñido con la democracia. En ese momento el canciller hablo con Lacalle y pidió que no lo desautorizaran y el presidente le solicitó que no tomara decisiones en forma inconsulta. Desde entonces la coalición quedó pegada con cola. Según Nelson Fernández, dos días después de este contrapunto entre presidente y ministro, Talvi leyó en el diario el país dos notas que no pudo dejar pasar: una que afirmaba que Lacalle le había pedido “congruencia” en relación a Venezuela y otra donde se deslizaba que algunos pasajeros repatriados en el marco de la operación “todos en casa” (a cargo de cancillería) estaban generando contagios de covid-19 en el país. Talvi olfateó una operación en su contra “y decidió dar «su» versión, haciendo trascender su disposición a renunciar” (Nelson Fernández, el observador). Por último, pero no menos importante, es la diferencia existente entre Talvi y Lacalle respecto al apoyo que el ultimo dió al candidato de Trump para presidir el BID. Es este el único punto en que las dos mitades del Partido Colorado estaban alineadas.
Como apunta Botinelli la relevancia de esta crisis está en “la salida del gabinete del único líder allí sentado de una fuerza decisiva para la conformación de la mayoría parlamentaria”. El Observador 5/7). El divorcio tan anunciado obliga a Lacalle a una serie de enroques que aparenten un equilibrio entre las fuerzas cada vez más imposible, es que con Relaciones Exteriores ahora en manos del Partido Nacional “Queda la imagen de un gobierno monopartidario” (ídem). Siendo estrictos el de Lacalle es un gobierno con marcados rasgos bonapartistas; designaciones y relación con los aliados. “Hiperpersonalizado” ha sido el apelativo usado por algunos analistas.
Esta configuración tiene el obstáculo de una base legislativa impropia; 30 diputados en 99 y 11 senadores en 31. La salida del colorado no debe ser considerada una alteración menor.
En materia laboral el enfrentamiento que se prepara apenas se insinúa en la ley ferrocarril votada de izquierda a derecha en estas horas por el parlamento cómplice.
Lacalle tiene dilemas tácticos. Ha tomado el camino de golpear primero y a repetición. Eso es la LUC en última instancia. Si hacemos caso al periodista Nelson Fernández Talvi habría perdido el apoyo de los empresarios que lo respaldaron en su lanzamiento partidario (Ceres) “Lo financiaron porque querían que encabezara un buen gobierno, o que si era socio minoritario diera apoyo firme a la administración”. Lo que vale para Talvi vale para el conjunto del gobierno. La crisis internacional va a horadar esta tendencia.
La burguesía tendrá que hacer frente a la crisis con una estructura política inviable.
El Frente Amplio ha decidido recluirse en la guarida parlamentaria, gira en circulo en torno al estado capitalista del cual no sale jamás. Teje alianzas con proyectos increíblemente moderados para conmover a algún legislador adversario. Un apoyo que finalmente no llega y que le habilita interminables lamentaciones sobre “la correlación de fuerzas” desfavorable y la necesidad de aguatar el temporal.
En el mismo sentido va la aprobación en el senado de las venias para los directorios de los entes autónomos (votados por unanimidad). Los simpatizantes del FA no deberían pasar por alto este ultraje al mandato que le otorgaron a sus representantes en términos de oposición. Los senadores frentistas le dieron el ok a los fachos de Cabildo Abierto, que luego el propio Manini Ríos debió bajarle el pulgar por sus declaraciones contra feministas, izquierdistas y homosexuales. Incluso para justificar este acomodamiento la bancada del FA emitió un comunicado donde ponía negro sobre blanco que se trataba de un toma y daca en el que se aseguraban los puestos para los directores propios en la medida que votaban los del gobierno. Es decir, confesaban sin sonrojarse que sólo los movía su apetito por puestos remunerados. La centroizquierda está completamente pervertida y postrada, ahí no hay nada.
La izquierda que levanta la necesidad de superar este cuadro viene animando movilizaciones cada vez más concurridas. No se ha quedado en la crítica a la centroizquierda vaciadora. Es necesario darle continuidad. Convocar a una deliberación al activismo obrero y juvenil a partir de planteos y en base a programas. El debate político debe desplazar prejuicios y maquinaciones que superen la vía muerta del FA y la burocracia dialoguista.
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