Movimiento Obrero

Breve historia de la Huelga de la Construcción de 1993 [Primera Parte]

Un día como hoy, se reunía la asamblea del gremio de la construcción que dio comienzo a la Huelga más larga que haya ocurrido en Uruguay


“Cuando ha transcurrido cierto periodo de tiempo

la verdad puede ser revelada;

la ilusión se desvanece,

la mascarada ha terminado”.

 

Viernes 28 de mayo de 2021

Hoy se cumplen 28 años de la huelga más importante de las últimas décadas en Uruguay. Me refiero a la huelga de la construcción del año 1993.
La asamblea que resolvió declarar la huelga por tiempo indeterminado, se realizó un viernes 28 de mayo, para dar comienzo a la medida el lunes 31.
Desde principios de los años 90, se había producido un auge de la industria de la construcción, en un contexto de miseria creciente, donde prevalecía la rebaja salarial y se había desatado una inflación que pasaba el 60% anual. Para fines de marzo, el convenio llegaba a su fin y las cámaras de la construcción se negaban a concluir en un nuevo acuerdo. Esto soliviantó el ánimo de los obreros de la construcción, lo cual, nos informa de su perspicacia de clase, pues, las patronales se disponían a liquidar el convenio colectivo, con el fin de proceder a una rebaja salarial más severa aún. Algunos empresarios ya habían empezado a traer trabajadores de Brasil, a los que les pagaban más de la mitad que a los uruguayos y pretendían establecer esa diferencia salarial por escrito. Las patronales se estaban preparando para liquidar el convenio colectivo y la ira de los trabajadores daría paso a la acción para defenderlo.

Ese viernes 28, las instalaciones del Palacio Sud América estaban, como pocas veces se había visto, atestadas de obreros de la construcción, cuya mayoría llegó a la asamblea con una única idea en la cabeza: Declarar la huelga por tiempo indeterminado hasta obtener un resarcimiento por la pérdida salarial, resultado del sistema de ajustes del convenio, establecer un salario mínimo para el ramo, reajustes mensuales al 100% del IPC,( pues ya, para ese entonces, los ajustes eran al 90% de la inflación), y convalidar los 22 jornales asegurados, éste último, un reclamo largamente esperado por los trabajadores del gremio.
La idea de ir a una huelga por tiempo indeterminado no fue concebida de la noche a la mañana, sino que fue el momento culminante de un largo período de incubación en la conciencia de los trabajadores de la construcción.

Prueba contundente de este momento crucial fue el masivo abucheo que sufrió el secretario general del Sunca de aquel entonces, llamado Jorge Mesa, (1) cuando intentó argumentar en contra de la medida de huelga, proponiendo proseguir el convenio por un ajuste más. Mesa se vio obligado a abandonar la asamblea escoltado por una pandilla de cinco hombres armados, para resguardarlo de la ira de los obreros, tanto de los que pertenecían a la lista 4, como de todas las otras corrientes opositoras sin distinción. O cuando Miguel Guzmán (2), integrante, en ese entonces, de la directiva, intentó explicar las “bondades” del convenio salarial con la ayuda de un pizarrón. No pasaron dos minutos de su intervención, cuando una sonora y masiva rechifla obligó al hombre y su pizarrón a abandonar la palestra.
10 días antes, se había producido una de las camionadas más grandes, de las realizadas por el Sunca, y tal vez, por gremio alguno en la historia sindical uruguaya. El 18 de mayo, día de la batalla de Las Piedras marchamos hacia allí para hacer conocer nuestros reclamos a la población. Más de 2000 trabajadores distribuidos en 50 camiones se hicieron presentes allí y le arruinaron el acto a Lacalle padre. Cada vez que intentaba articular palabra alguna de su discurso un griterío ensordecedor se lo impedía. Los gauchos con sus caballadas, siempre afines a los sectores del poder, terminaban saludando amistosamente a la barra bulliciosa de los obreros. El público allí reunido festejaba calurosamente cada interrupción del discurso y se unía al griterío. El acto terminó con una marcha de 10.000 personas al centro de Las Piedras. El apoyo popular a los reclamos de los trabajadores de la construcción se puso de manifiesto y la huelga ya era una cuestión de tiempo.
Ese año, el número de muertes de trabajadores de la construcción iba en aumento constante, ante la pasividad de la dirección del sindicato. Cuando en una de las asambleas previas a la huelga, dimos la noticia publicada por la revista Posdata, que refería a la existencia de ataúdes en los sótanos de la obra del Victoria Plaza, con el agravante de que esto estaba en conocimiento de la dirección del Sunca y no la habían denunciado, la indignación de los obreros no tuvo límite.
Muertes y ausencia de seguridad en las obras, otro de los elementos que contribuyó al estallido de la huelga.
Desde los primeros días de ese año, tanto los plenarios de delegados, como las asambleas de centros de trabajo en casi todo Montevideo, daban cuenta de la belicosidad que se venía registrando en la mayoría de las obras. Esa combatividad iba dirigida, tanto hacia las patronales, como a la dirección burocrática, dirigida por la lista 4, integrada por gente del CONFA, (escindidos por la derecha del PCU), y la lista del propio PCU. No fueron pocos los episodios en que los dirigentes de la lista 4 fueron expulsados de las obras, ante la indiferencia de éstos frente al pisoteo permanente de los derechos más elementales de los trabajadores por parte de las patronales. Tampoco escasearon los incidentes como el de una obra de Techint, cuando los obreros le tiraron una zorra con materiales a la casilla del capataz. Durante todo el período precedente a la declaración de la huelga, se había instalado un escenario de conflictos casi a diario: reclamos de sobrelaudos, pisoteo de derechos por capataces serviles, trabajadores en negro, altos ritmos de producción, trabajo a destajo, falta de mínimas medidas de seguridad en la mayoría de las obras, muertes de compañeros, bajos salarios, pérdida salarial, pasividad de la dirección. A medida que se iba desarrollando esta serie de conflictos, y como en muchos de ellos, se tomaban medidas que duraban varios días, se fueron instalando fogones casi permanentes en las obras (La Cruz de Carrasco, Obra del Pereira Rossell, Tres Cruces, Obra del Palacio Legislativo, Andamios Tubulares, Cerro, Etc.). En las últimas semanas se había creado una red de fogones que venía adquiriendo cada vez más protagonismo, para convertirse luego, en un pilar fundamental de la lucha.
Estos fueron los factores que contribuyeron tomar el camino de la huelga. La huelga de la construcción de 1993 no fue una decisión tomada en un momento de euforia.
Por aquel entonces, formaba parte de la agrupación Lucha Obrera, fundada por el Partido de los Trabajadores allá por la mitad de la década del 80, e integrada por nuestros militantes y compañeros independientes. Desde los inicios, la razón de ser de la agrupación, venía dada de la caracterización de la existencia, en el seno del movimiento obrero, de una burocracia sindical dirigente, cuya principal función consistía, (y consiste), en amarrar a los sindicatos a la órbita del Estado capitalista. Dado el predominio de esta burocracia sindical en el movimiento obrero, la tarea fundamental de las agrupaciones clasistas era, (y aún sigue siendo), introducir la conciencia en la clase obrera de la necesidad de expulsar a esta casta y recuperar los sindicatos para los trabajadores.

Varios meses antes, tanto en las reuniones de Lucha Obrera, como en las de nuestro partido, (El partido de los Trabajadores), habíamos llegado a la conclusión de que el desarrollo de los hechos conduciría en un tiempo más o menos breve, a un estallido huelguístico de grandes proporciones. La caída del salario era tema recurrente en las obras. Para ilustrar esta afirmación, se había instalado una serie de luchas por sobrelaudos en la mayoría de las obras. En algunas, no se obtuvieron, pero en muchas se conquistaron. La pérdida registrada en el transcurso del convenio que estaba a punto de finalizar, era tan ostensible que, por más que se esforzaran los espadachines de la burocracia del Sunca por dar una explicación convincente, acerca de las ventajas del convenio en materia salarial, no lograban convencer. La suma de efectivo que quedaba en los bolsillos obreros cada quincena no estaba en correspondencia con los números engañosos de la paramétrica. Y este punto era un argumento lapidario. Cada vez con más frecuencia prestaban oídos a nuestras explicaciones de las causas de esa fuga de dinero hacia las arcas empresariales, que residían en el propio sistema de ajustes del convenio.

La orientación que defendíamos, partía de una crítica del convenio, planteando la necesidad de recuperar lo perdido por la vía de un aumento sustancial, reclamar los ajustes automáticos al 100% del IPC y asegurar los jornales los días de lluvia. Y para alcanzar estos objetivos no alcanzaba con un paro de 24 horas, había que disponerse a un plan de lucha más enérgico y decidido, que incluyera dentro de sus condiciones la posibilidad de ir a la huelga indefinida. Parte fundamental de nuestro planteo era desplazar a la burocracia sindical de la dirección del sindicato. De hecho, la consigna central era: Recuperar el Sunca para los trabajadores. Nuestro objetivo era ir preparando una dirección de combate, capaz de derrotar a las patronales y conducir la huelga a la victoria. Con estas pautas repartimos volantes en multitud de obras, defendiéndolas en los plenarios de delegados y en las asambleas.

Cuando llegamos a la asamblea del 28 de mayo, la agrupación Lucha Obrera, no sólo tenía un prestigio, ya ganado en las luchas de los años precedentes, sino que ahora aumentaba el número de sus militantes, entre los cuales revistaba una importante cantidad de delegados de obra. Alrededor de Lucha Obrera se fue concentrando la flor y nata de los obreros combativos de la industria de la construcción.
Hasta ahora no hay noticias de que haya habido una asamblea igual en la historia de los sindicatos uruguayos. Ninguna que haya expulsado al secretario general del sindicato e inmediatamente procedido a elegir, para dirigir la huelga, a un comité de delegados de los fogones, pues la dirección no les merecía confianza.

Sin dudas, fue una asamblea de características únicas.

Notas

(1) Jorge Mesa: Oriundo del Partido Comunista del Uruguay, formó parte del CONFA, luego de la división del PCU, ahora es un “frenteamplista independiente. Después de su paso por la dirección del Sunca, fue director de Recursos Humanos de la Intendencia de Maldonado, desde 2013 a 2015, durante la gestión del frenteamplista, Óscar de los Santos. Más tarde, asumió al frente de la Dirección Nacional de Trabajo (Dinatra) en 2017. Antes de ocupar el actual cargo en la intendencia de Montevideo como director de Gestión Humana, lideraba la Dirección Nacional de Coordinación en el Interior (Dinacoin), dedicada a coordinar las oficinas departamentales del país. ¡Como se puede observar, Mesa es todo un “cuadro político” …del Estado capitalista!

(2) Miguel Guzmán, “hombre de armas tomar”, militaba en su juventud en los grupos GAU (Grupos de Acción Unificadora), tuvo un pasado de preso político en la dictadura, militó en el Sunca desde su reorganización en el 85. Guzmán fue la cara visible y líder de la burocracia del Sunca, luego de la gestión de Mesa y le tocó el lugar ser el miembro informante en la asamblea que levanta la huelga en el antiguo Cilindro Municipal y hasta su muerte secretario general del sindicato. Su historia es la historia del “sindicalista combativo”, poco menos que un guerrillero, convertido, “mutatis mutandis”, en burócrata sindical.

Antonio Buday

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