Esta nota se terminó de redactar el lunes 31 de octubre. Publicada el jueves 3/11 en el semanario Voces


 

Al momento de redactarse estas líneas Jair Mesias Bolsonaro guarda silencio.  Este mutismo no es simbólico como se empeñan en señalar varios analistas, amparándose en que, al fin de cuentas, es el Tribunal Electoral el que entrega el poder al ganador. Lula ya cuenta con la proclamación de este organismo desde el mismo domingo a la noche, pero la negativa de Bolsonaro a aceptar el resultado tiene como complemento desde el vamos la movilización callejera, hasta el momento, de los camioneros, que montan piquetes en 16 estados, mostrando una capacidad de despliegue eficaz y de alcance vasto.

En una elección extremadamente peleada, el fascista logró captar nada menos que siete millones de votos entre la primera vuelta y el balotaje, contra tres millones de su contrincante. Sus aliados se quedaron con las gobernaciones de los tres estados mas poblados y exhiben también musculo en el congreso, aunque todavía esta por verse si constituye un obstáculo real en las cámaras donde el llamado “centrão” (partidos bisagra) tienen un peso decisivo. Según Folha de Sao Paulo, la suma de fuerzas con inclinación a Lula Da Silva reuniría 228 escaños, contra unos 200 del bolsonarismo. Independientemente de esto el PT aparece mas diluido que nunca en una suerte de federación de federaciones partidarias: “Vamos juntos por Brasil”, que amontonó desde el PSB de Alckmin hasta el PSOL. Sea como sea la gravitación del parlamento pasa a un segundo plano cuando se plantea la movilización y la acción directa. Brasil ha pasado a una etapa muy critica. Las advertencias reiteradas de distintos observadores sobre un “6 de enero” carioca, en referencia a la fecha de la toma del Capitolio por parte de los seguidores fasistoides de Trump en 2021, se proyecta con mas fuerza con el correr de las horas. La respuesta del candidato vencedor soslaya las acciones de los grupos reaccionarios, y multiplica las señales hacia la derecha. Lula inmediatamente conocidos los resultados ha remarcado, por si cabían dudas, que el suyo “no será un gobierno del Partido de los Trabajadores” sino un “gobierno de brasileños”. Lula sube en condiciones económicas internacionales harto mas desfavorables que sus anteriores mandatos, y con una debilidad política mas pronunciada. No se puede subestimar que quien acompaña a Lula como vice presidente y a quien también se maneja como posible ministro de economía (algo que la legislación brasileña permite bajo la denominación de acumulación de cargos) fue unos de lo principales promotores del golpe contra Dilma en 2016. En el PT declaran “off the record” que “Alckmin se ha comprometido” en el sentido de que no existirán pedidos de juicio ni impeachments. Con todo, la dinámica la marca el bolsonarismo y su movilización extraparlamentaria y paraestatal, que ya deja ver con que armas pretende dar la lucha política en la siguiente etapa.

El escenario pasadas las elecciones es incierto. La transición de gobierno también es excepcional, como ocurre en época de crisis. Lejos de sus mandatos anteriores, el que debe encabezar en la próxima etapa no se distingue por los altos precios de las materias primas sino de una exacerbación de la lucha entre todas las potencias por el mercado mundial. La nueva coalición armada por el centroizquierda esta plagada de banqueros y políticos de confianza del gran capital. Mujica, invitado de honor de Lula, se limito a una defensa abstracta de la democracia y a señalar los excesos verbales de Bolsonaro. La cantinela de la batalla contra el odio es repetida a nivel continental por fuerzas que capitulan ante los “odiadores” sistemáticamente. El trasfondo de todo este manoseo conceptual es que los explotados deben bancar todas las agachadas, porque si sacas a los moderados vienen los que “te odian”.

La izquierda y el movimiento obrero en Brasil tienen que discutir urgentemente una campaña de movilización política, que no puede esperar ni de la burocracia sindical ni de los aparatos pequeñoburgueses que permitieron que un aventurero reclutado en el bajo fondo fascista reuniera mas de 58 millones de votos.

 

Camilo Márquez

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