Publicado en el semanario Voces, 24 de agosto
El resultado de las Primarias argentinas con Javier Milei alzándose en primer lugar con algo más del 30% de los votos debe ser considerado un veloz ascenso de la reacción política. La advertencia tan reiterada a estas horas de que eso no significa que los siete millones de votantes sean fascistas es un señalamiento vacío. Un sector considerable de la clase obrera ha votado abrumada por la crisis, y por la bancarrota completa de un peronismo cien veces fracasado y una burocracia sindical desprestigiada. La apatía política vuelve a las masas presa de los demagogos, en este caso de uno violentamente contradictorio. Su prédica anti-casta choca con un entorno reclutado de los gobiernos anteriores o de sus márgenes.
El escenario político argentino se explica por la colosal crisis en todos los órdenes: desocupación crónica, desvalorización de la fuerza de trabajo, prolongación de la vida laboral, eliminación de derechos (salario mínimo, limitación legal de la jornada laboral) y una creciente represión a la protesta que en vísperas de la elección le costó la vida a un manifestante en las inmediaciones del obelisco.
El gobierno de Alberto Fernández se ha caracterizado por una violenta política de ajuste. El candidato del oficialismo es el actual ministro de economía, que producto de su pacto con el FMI es el responsable de la pulverización de los salarios y del poder de compra de la población. Como dijo alguien, el Massa candidato a presidente promete resolver los problemas que no puede solucionar el Massa ministro. El aparato peronista de la provincia de Buenos Aires rompió una nueva marca al brindarle al libertario los recursos para presentarse en todo lo ancho y largo de este estratégico territorio. “Autocrítica de los intendentes peronistas que armaron listas y fiscalizaron por Milei: “Nos fuimos de rosca”, titula el portal La Política Online, citando a un dirigente peronista de la provincia. El ardid consistía en hacer crecer al libertario con el objetivo de dividir el voto y perjudicar a Juntos por el Cambio. “Así explican que Milei sin fiscales ni candidatos conocidos superara los 20 puntos y en algunos distritos se acercara a los 30. Incluso que hubiera votos de Milei en la categoría de presidente y del peronista local en el tramo municipal de la boleta.” (LPO 14/8).
Mientras tanto el binomio presidencial sigue con paradero desconocido.
Milei se ha encargado de dejar claro que su enemigo no es sólo el estado sino también el comunismo, como antes lo hicieron Trump y Bolsonaro. La eliminación de ministerios está en línea con el ataque a las ayudas sociales y a las organizaciones de desocupados, que propicia un clima de hostilidad hacia los métodos de acción directa: piquetes, movilizaciones y huelgas, a los cuales se pretende prohibir. Se trata de un programa de guerra civil. El libertarianismo es la envoltura que ha encontrado la reacción para explotar el vacío político dejado por Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, es decir, Peronismo y Macrismo respectivamente. La combinación de un gobierno agotado por un lado con el de un macrismo aún demasiado fresco en la memoria como para fungir de relevo por el otro, ha propiciado el ascenso veloz de un advenedizo “anarcocapitalista”. Milei se valió de una retórica más decidida y para utilizar un término en auge, mucho más disruptiva que cualquier otro. Un discurso bélico para un periodo bélico, que es lo que define a la política y la economía hoy. Fuera de ello el programa de Milei sólo puede echar nafta al fuego. El planteo de eliminar el Banco Central encendió las alarmas del FMI. El de terminar con la obra pública, el de las cámaras de la industria. El de no hacer más negocios con China el de todo el resto. Los intentos por matizar esta hoja de ruta no alcanzan a disipar el recelo en amplios círculos de la burguesía nacional e internacional.
Todavía queda por ver si la burguesía se alineará detrás de la aventura Milei. Para graficar el estado de cosas, consultado por las protestas que inevitablemente desencadenaría una agenda como la suya Milei respondió “Si me rodean la Casa Rosada, me van a tener que sacar muerto de ahí, a mí no me van a sacar” (Infobae 15/8).
Por su parte, la izquierda parlamentaria se ha autoinfligido una herida de muerte en un in crescendo de agravios por ver quién encabezaba las listas electorales. Su periferia inmediata ha votado en gran porcentaje a Milei, es decir que su base fue colonizada por el enemigo. No es alternativa de nada.
El desenlace de todo este derrumbe político y económico aún está sujeto al desarrollo de los acontecimientos. La poderosa clase obrera argentina no ha sufrido ninguna derrota decisiva.
La crisis en Argentina debe ser estudiada por la vanguardia obrera y todos los luchadores de nuestro país.
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