Al vencimiento de la fecha legal de presentación de alianzas para las Paso de agosto próximo y las generales posteriores en octubre, el Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad procedió a su inscripción y dio a conocer su programa. El FIT-Unidad será la única oposición a las diferentes coaliciones de partidos patronales.
Tres posiciones
La consagración del FIT-Unidad llevó un tiempo considerable, desde enero pasado. El Partido Obrero planteó la conveniencia de no demorar una definición, con el propósito de iniciar cuanto antes una campaña política. En marzo pasado se llegó a un acuerdo en el FIT acerca de la fórmula presidencial, mientras proseguían las tentativas de arribar a acuerdos con AyL, el Nuevo MAS y el MST. Antes de llegar a este acuerdo, el FIT incorporó a candidatos del Pstu, una organización trotskista, y a Poder Popular, nacionalista de izquierda.
La propuesta, por parte del FIT, de una coalición con el resto de la izquierda, respondió a estrategias políticas muy diferentes entre sí. La iniciativa la adoptó el PTS, quien desde el año pasado vino proponiendo “un partido único” de la izquierda, una suerte de ‘partido amplio’ entre corrientes contradictorias, de naturaleza movimentista, que hubiera debido funcionar como partido de tendencias. Izquierda Socialista abordó la formación de una coalición electoral más amplia, en función de su planteo permanente de ‘unidad de la izquierda’, en línea con el Frente del Pueblo e Izquierda Unida, del período 1985-90. La posición del PO fue claramente diferente a las anteriores, esto porque rechaza desde mucho antes la amalgama de tendencias contradictorias en un llamado ‘partido amplio’ y se ha opuesto desde siempre a la unidad por la unidad misma. Para el PO, resultaba necesario superar el obstáculo para conseguir mayores representaciones parlamentarias para el FIT en contados distritos – como ocurre , aunque no solamente, en la Ciudad de Buenos Aires. La maniobra que impulsaba el Partido Obrero no confundía principios, estrategias ni banderas.
Método oportunista
En los considerandos del documento-programa del FIT-Unidad se destaca, sin embargo, que “el FIT y el MST comienzan una experiencia común, luego de haber tenido no pocas diferencias políticas”. Este señalamiento, con toda claridad, diseña un acuerdo de largo plazo o estratégico, sin una discusión política previa y organizada, o sea, que va más allá del episodio electoral al que hay que hacer frente. No se trata entonces de un acuerdo estricto de candidaturas. Invoca “la catástrofe que amenaza al pueblo trabajador”, para justificar el planteo de “explorar en común un camino que comienza con la batalla política que tenemos por delante en las próximas elecciones”. Dos frases alcanzan, así, para envolver un acuerdo en la línea del ‘partido amplio’ o de la ‘unidad por la unidad’. Concluye: “De esta experiencia unitaria surgirán las bases que permitirán avanzar en acuerdos mayores o no”. Este enfoque sin principios envuelve el acuerdo con el MST; no se trata de un acuerdo estricto de candidaturas. Para que una ‘experiencia común’ puede servir de ‘bases’ para ‘acuerdos mayores’, debe haber antes un acuerdo de principios y de esta estrategia, capaz de ser puesta a la prueba de la experiencia común. El FIT blanquea la larga trayectoria de colaboración de clases del MST, con estas dos líneas de texto. Además, en el punto 19 de la plataforma de reivindicaciones se hace una concesión de principios al MST cuando se plantea “un gobierno de trabajadores y el pueblo”, o sea “el gobierno del 99 por ciento”, o frente popular – de colaboración de clases. Es una delimitación política del PO con el otrora ‘morenísimo”, que tiene medio siglo de vida.
Es muy sugestiva la apelación a “una experiencia común”, porque el acuerdo no contempla ni organiza una ‘experiencia común’, ya que no prevé la formación de bloques parlamentarios del FIT-Unidad. ¿Cómo podría haber entonces “una experiencia común”? Al adoptar esta terminología, el FIT oculta su propia falta de “experiencia común”, toda vez que sus partidos operan en bloques parlamentarios separados, y lo mismo ocurre en el terreno de los sindicatos, la lucha de la mujer y la juventud. El Partido Obrero ha mantenido en forma invariable la posición de bloques parlamentarios únicos del FIT y un frente único en todos los terrenos. Cuando la rotación de mandatos entre las distintas fuerzas, que prevé los acuerdos del FIT y ahora del FIT-Unidad, opera fuera de la existencia de bloques comunes, se convierte en un elemento más de división. La fragmentación ‘en la unidad’, cuando no un faccionalismo abierto, ha sido un impedimento para un mayor desarrollo de la izquierda y hasta un factor de retroceso, y un bloqueo a la experiencia común, que todo acuerdo de principios convierte de aleatoria en necesaria. La política de los ‘partidos amplios’ y de la ‘unidad por la unidad’ que preside la declaración programática del FIT-MST, convive con el más declarado divisionismo. El carácter, llamémoslo “positivo”, del desistimiento de competencia electoral entre el FIT y el MST, se convierte en un factor de confusión política y en un factor antagónico a la construcción del partido revolucionario de la clase obrera, que es la gran cuestión estratégica.
Estrategia, programa
La introducción a la plataforma de reivindicaciones que levanta el FIT-Unidad ofrece una caracterización unilateral de la situación polìtica. Denuncia una convergencia de fondo entre el macrismo, por un lado, y el kirchnerismo, por el otro, en tanto coinciden en seguir bajo la tutela del FMI. Denuncia asimismo una “polarización” electoral entre ambos bloques. La oposición del FIT-Unidad a todo el espectro patronal se desarrolla, como consecuencia, en un terreno completamente dominado por los partidos del capital. La victoria electoral de estos, un pronóstico que nadie disputa, “implica, dice el texto, la continuidad del ajuste y del pacto de coloniaje firmado por Macri”. Dentro de los límites de esta caracterización, “la otra salida”, la del FIT-Unidad, resulta propagandística y testimonial.
El texto omite lo fundamental: la crisis capitalista y la crisis de gobierno, de régimen político y de estado que ha engendrado, con el añadido de que Argentina se ha convertido en un terreno de disputa política internacional de primer plano. Es lo que señala un artículo de Prensa Obrera (13.6), simultáneo al acuerdo FIT-MST, que caracteriza “La ‘calma’ que precede la tormenta”, algo que no figura en absoluto en el programa en cuestión. El artículo califica como “grave” lo que denomina una “desaparición del crédito”, describe “una paralización de la producción”, y habla de una “crisis cambiaria (que) podría derivar en una corrida bancaria”. Estamos ante una caracterización catastrofista que prevé un colapso económico e inevitablemente político. El slogan “que la crisis la paguen los capitalistas” no agota la salida histórica a esta situación, y el programa que analizamos convoca a “impedir la fuga de capitales” y “brindar créditos baratos”, lo cual no es una salida anti-capitalista sino capitalista. Este cuadro catastrófico de situación cuestiona, objetivamente, la perspectiva del texto de una continuidad del ajuste tal como se va llevando y deja planteado un estallido del plan de coloniaje. El texto programático del FIT-Unidad ni siquiera insinúa, sin embargo, la variante de una enorme irrupción popular ante esta catástrofe, que no se limitará al proletariado. No desarrolla, por eso, ninguna tarea de preparación política de la clase obrera en este escenario, con planteos de poder ligados al desenvolvimiento de la crisis. La Asamblea Constituyente libre y soberana que reivindica el punto 18 del programa debe servir como guía política para “derrotar el pacto FMI-gobernadores”, para que la convocatoria de esa Constituyente sea el resultado político de la derrota de ellos a manos de la clase obrera. Enfocado de esta manera, es el método para abordar el paro activo de 36 horas y la huelga política de masas, que están ausentes del texto.
El voto por el FIT-Unidad
Esta crítica cuestiona la estrategia y la política del FIT-Unidad, no el voto por él. En todo enfrentamiento político entre las clases (las elecciones son uno de ellos) los revolucionarios (o sea el Partido Obrero) deben apoyar las expresiones de independencia del capital y votar y llamar a votar por ellas, en especial cuando formamos parte de ese frente con una posición propia, que es el programa internacionalista del PO. Al mismo tiempo deben desenvolver esa crítica y su propio programa socialista genuino. El frente de izquierdas no borra las fronteras entre ellas. Ponerlas de manifiesto en el marco de una acción común es una condición ‘sine qua non’ para proceder a un reclutamiento militante.
18 de Junio de 2019
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