Las elecciones provinciales del llamado ‘Superdomingo’ pasado, han sido analizadas por la gran prensa desde dos ángulos. El primero de ellos oscila entre caracterizar los resultados de ellas, por un lado como victorias de “los oficialismos” y, por el otro, como expresión de “la polarización”. El segundo examina las batallas políticas que ofrecen esos mismos resultados para alinear a los vencedores en los campos que se disputan la elección nacional.
La tesis de las ‘victorias oficialistas’ recupera el hecho de que las estructuras sociales y políticas de muchas provincias ofrece al gobierno de turno las ventajas de un estado fuertemente clientelar, tanto en términos de asistencia social como de empleo público. Los gobernadores recurren por este motivo al desdoblamiento de los comicios, que además les ofrece la oportunidad de una gran movilización del aparato comunal y distrital que busca renovar posiciones. Una estadística publicada por estos días muestra que solamente la Ciudad y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, escapan de esta regla, con otras muchas en posiciones intermedias.
Esta tipología que algunos han denominado “feudal” tiene la limitación, sin embargo, de que deja de lado la política del momento – concretamente, el desarrollo de la enorme crisis económica y política. En 2017, cuando el bombeo de capitales del exterior incentivó las posibilidades del macrismo las elecciones de medio término, hubo un consenso en interpretar los resultados en la mayor parte de las provincias como una adhesión al gobierno nacional y por lo tanto como un valor agregado al triunfo del gobierno nacional. Después de todo, habían aprovechado la ‘apertura de mercados’ para endeudarse en el país y en el exterior, con la garantía de una mejora módica de la coparticipación federal. El peronismo que triunfaba en varias provincias integraba la coalición parlamentaria con el bloque de Cambiemos en el Congreso, en oposición al kirchnerismo, cuya jefa era derrotada por Esteban Bullrich en el territorio bonaerense.
Realineamiento y contradicciones
Las elecciones desdobladas que tienen lugar este año parecen iguales pero son diferentes. El macrismo propiamente dicho se desploma en todos lados, inclusive en Jujuy, donde ganó a costa de la pérdida de quince puntos, o sea un 30% menos de votos. La coalición parlamentaria, aunque no está rota, no es el eje del proceso político. Muchos de los ganadores del peronismo se pronuncian ahora por una potencial adhesión a la fórmula F-F, cuando en realidad habrían preferido el “ancho camino del medio” de los desnortados Lavagna, Massa y Schiaretti. Los oficialismos provinciales han retenido su posición debido a un giro oportunista que les ha sido impuesto por el derrumbe económico y la crisis política. El domingo que viene se pondrá a prueba la tesis de las ‘victorias oficialistas’ en Santa Fe, pues una victoria del ex menemista Perotti (de la mano kirchnerista de Marìa Eugenia Bielsa), contra el oficialismo ‘socialista’, dejaría en evidencia el predominio de la tendencia a poner fin al gobierno macrista.
Es precisamente este escenario el que ha movido al kirchnerismo a lanzar la operación Alberto Fernández, que intenta repetir con Massa – para conjugar una alianza con los ex coaligados al macrismo y con representantes de mayor confianza del capital financiero. CFK no solamente ha dejado la candidatura a la Presidencia a un privatizador probado, sino que procura una coalición con un personal de provincias, vinculado a las oligarquías locales. La tesis de la “polarización” no se sostiene, salvo en poquísimos casos, pues las victorias oficialistas fueron ‘unipolares’ – del otro lado so hubieron oposiciones minoritarias. El desafío que presenta una caracterización de las elecciones desdobladas es integrar sus resultados a la crisis nacional, no perderse en una simplificación de causas institucionales o sociológicas. Como observé en su momento acerca de la “profundización de la crisis del proceso electoral”, la ‘grandiosa’ victoria de Schiaretti, en Còrdoba, no abrió el paso a la ‘tercera vía’ – la cerró sin atenuantes.
El macrismo no se ha dado, sin embargo, por vencido. Discierne, más allá de los contundentes resultados desfavorables, la posibilidad de plegar al peronismo victorioso en las provincias, su aliado hasta hace poco, para frenar al binomio F-F. A esto apunta la probable ‘ampliación’ de la fórmula macrista, incluidos algunos peronistas, en una reminiscencia del monumento a Perón que hizo levantar Macri frente a la Aduana, en el puerto, en 2015. Procura revolver en los contenedores de la ‘tercera vía’, aplicando incluso la presión internacional. El bastonero de esta movida es el senador Piccheto, que no dejar pasar entrevista sin destacar la necesidad de que las elecciones no desairen a los aliados del exterior. El guardián de los fueros de CFK, no se refiere sólo al FMI, sino por sobre todo a los intereses ‘geopolíticos’ del imperialismo en América Latina. En efecto, los llamados del brasileño Bolsonaro y del colombiano Duque a votar contra el “populismo”, han oficializado el ingreso de las elecciones en Argentina a la crisis internacional. Una operación similar se encuentra en marcha en Uruguay, donde Bolsonaro ha ordenado el desmantelamiento de Petrobras y otras inversiones de Brasil, en lo que se interpreta, en la otra orilla, como un sabotaje al Frente Amplio. La oficialización de los acuerdos para instalar telefonía G5, de la china Huawei, en Argentina y Uruguay, demuestra, al mismo tiempo, que las contradicciones de la banda que comanda Trump, se caracterizan por su explosividad.
El FIT y sus justificaciones
El desplome del voto al Frente de Izquierda, que destaqué en forma oportuna en las elecciones de Córdoba, se ha repetido – en especial por los resultados en las Paso de Mendoza y en las generales de Jujuy. Los que “repudiaron” mi análisis de semanas atrás pontifican que estos retrocesos de ahora constituyen una “advertencia”, sin pedir perdón por el plagio. El FIT levantará los votos en las finales mendocinas, cuando se retiren los contendientes que no superaron el piso proscriptivo del sistema. El 3.5% del domingo pasado es, sin embargo, el resultado más bajo desde 2013, cuando el FIT alcanzó un espectacular 7%, que sobrepasó luego en todas las elecciones posteriores. En Jujuy, luego de conseguir un 18.3 % extraordinario en 2017, el domingo pasado obtuvo el 3.5% de los votos, debajo del piso necesario para ingresar legisladores. Las diferencias hacia abajo son abrumadoras.
La magnitud de estos retrocesos ha sido justificado ‘ex post’, o sea luego de conocidos; un polemista del PTS, Guillermo Pistonesi, en su respuesta a mi análisis sobre Córdoba, dijo que cada provincia era una realidad distinta; por otro lado, el porcentaje del retroceso, en Jujuy, Mendoza y Córdoba, es extraordinario. Una justificación para semejante derrumbe no podría ser la “polarización”. La otra sería el “conservadorismo” de los trabajadores, lo cual anula a la polarización en tanto causa. La “polarización”, dicha así nomás, es una falacia, porque siempre que los otros sacan más uno mismo saca menos – y viceversa, claro. El FIT enfrentó con éxito otras ‘polarizaciones’ en ocho años y medio de existencia. Tanto en Jujuy, (peronismo dividido) como en Mendoza hubieron otras terceras opciones; en Tucumán hubieron cinco, aunque las centenas de colectoras operan como un fraude de todas ellas, contra la izquierda. La polarización es discutida en los medios políticos con relación al balotaje.
La otra justificación, el conservadorismo de las masas, es una tesis relativamente novedosa, que no fue esgrimida en las movilizaciones de diciembre de 2017, de modo que si no es usada como una falacia adaptada a esta votación, sería transitorio, que puede ser combatido, incluso en el corto plazo. Dada la generalidad del concepto, el conservadorismo, a la hora de votar, no alcanzaría solamente a la clase obrera afectada por el desempleo, sino también a los movimientos de derechos humanos y de las mujeres, que se encuentran por el contrario en plena ebullición, y a los movimientos de desocupados, que se han movilizado sin cesar. La ‘polarización’ y el ‘conservadorismo’ pecan de “objetivismo”, o sea esquivan la crítica a la política y a la actividad propia – de modo que sería insuperable o, como dije acerca de Córdoba, “derrotista”.
Repito, entonces, una caracterización que ya hice: una alternativa, en un proceso electoral o, en otro sentido, en un momento decisivo, se construye antes, por medio de un trabajo político preparatorio – un trabajo preparatorio en la clase obrera y una agitación entre todas las clases sociales. Este trabajo exige una estrategia y un programa, no una plataforma de reclamos electorales. Plantea explicar el proceso político a las masas y ofrecer conclusiones políticas de conjunto. El FIT, en cambio, como fuerza política militante no existe, sólo tiene aparición electoral – sigue conservando un carácter oportunista, que lo desgasta.
Hasta octubre
Es necesario establecer una unidad política de acción, sobre la base de un método y un programa. Antes que nada hay que explicar, por medio de la propaganda y la agitación, que este proceso electoral es incapaz de desembocar en una salida a la presente crisis económica y de régimen político, porque está atado a todos los condicionamientos del capital en su conjunto y el FMI. Que, en oposición a una salida en el actual régimen político, planteamos una Constituyente Soberana, que aborde una salida integral de la crisis mediante un plan económico votado y ejecutado por los trabajadores. En este marco planteamos romper con el FMI y poner fin a la deuda financiera pública, e impulsar la unidad política obrero-campesina de América Latina.
Es necesario advertir, asimismo, a los trabajadores, las contradicciones políticas del proceso electoral, que incluyen la presión política abierta de la burguesía mundial y, por otro lado, un carpetazo judicial que puede demoler las elecciones mismas. Estas contradicciones pueden desembocar en otro estallido económico antes de octubre, que golpeará todavía más a los trabajadores. Para combatir esta perspectiva, planteamos Fuera Macri y una Constituyente Soberana. En oposición, asimismo, a los intentos de convertir a las elecciones en una tregua política social (anticipo del pacto social), llamamos a impulsar un paro activo de 36 horas por todas las reivindicaciones en juego, y en contra de la reforma previsional y laboral.
Es necesario, fundamentalmente, explotar las contradicciones del kirchnerismo, que reivindica una oposición al “ajuste”, por un lado y la fidelidad a los compromisos con capital financiero internacional, por el otro, para desarrollar en la clase obrera y los trabajadores una deliberación política clara y abierta que exponga esta contradicción, en oposición al proselitismo puramente electoral. Es por medio de una deliberación política mano a mano con los sectores más activos del pueblo que podremos conquistar el voto para el Frente de Izquierda y, por sobre todo, reclutar a sus hombres y mujeres más inquietos políticamente, para construir un partido revolucionario.
El desplome electoral y el desgaste político del FIT son la expresión de un retroceso de todos sus partidos, en términos de estrategia y métodos políticos. La propaganda y la agitación de contenido socialista y de contenido revolucionario han sido sustituidas por slogans y por la adaptación electoral, incluso al movimentismo pluri-clasista. Enfrentamos una crisis política. La exclusión de Marcelo Ramal, el mejor candidato para la Ciudad, demostrado en su trayectoria, es una medida liquidacionista que solo puede conspirar contra los esfuerzos para contrarrestar en la elección nacional los resultados provinciales. Vetar a Marcelo Ramal, en el mismo momento en que se busca cerrar acuerdos con Luis Zamora y Bodart, es una contradicción política insuperable que está a la vista de cualquiera.
11 junio 2019
Dirigente histórico del Partido Obrero (Argentina)