Luego de recibir los títulos de Presidente, Alberto fue más allá de pedir una superación de la famosa grieta, que había sido convertida en el chivo emisario de los no menos famosos ‘males’ de Argentina. Con relación a esa grieta, los mentideros políticos de este país sufren un verdadero caso de disociación traumática, porque por un lado elogian la transición pacífica que supimos conseguir e incluso el milagro de asistir al pasaje de un gobierno no peronista a otro que sí lo es, incluyendo peregrinación y misa en Luján, y del otro no dejan de machacar con el muro que separa al estado y a la sociedad civil. Esta inestabilidad, digamos que psicológica, es una versión deformada de una inestabilidad y un impasse de conjunto. Cuando se advierte la inmensa colaboración del peronismo con el gobierno saliente durante cuatro años, es inevitable llegar a la conclusión de que el peronismo está en los dos lados de la ‘grieta’ o quizás en ninguno. Quienes ahora se van del naufragio macrista con el 41% de los votos, reprochan justamente al triunvirato de Macri-Peña-Durán Barba no haber convocado, en tiempo, a los peronistas a un gobierno de unidad nacional. La segunda oportunidad, sin embargo, no sólo existe, sino que sería inevitable.
Mientras que no hay quien no advierta que el discurso inaugural de Alberto Fernández no aportó nada, menos son los que señalan que esta carencia es una señal de crisis política. Bien mirado, AF y su compañera de ruta vienen deshojando la margarita desde las PASO, cuando señalaron por primera vez que el poder recién lo tendrían a partir del 10 de diciembre. Lo repitió AF luego de las generales, como una admisión de que el limbo era el espacio de su preferencia. La prórroga del presupuesto armado por Macri extiende la transición hasta marzo. La versión de que recurriría a un estado de emergencia, que Macri había derogado para dar piedra libre a privatizaciones y ventajas al gran capital, refuerza esa situación transicional. Es probable que la flamante administración anuncie aumentos de jubilaciones mínimas, sin que eso signifique una recuperación de lo perdido, o que decrete un bono para los salarios, para justificar de este modo un impasse con las paritarias, pero el núcleo de la transición que el pasaje de manos del gobierno no ha alterado, es la deuda externa, de legislación local como extranjera. Hasta que no se anuncie un default oficial, el limbo será el lugar de resguardo, antes de retomar camino – hacia el cielo o el infierno.
No hay misterio –la prórroga de vencimientos no saldrá por acuerdo sino por vía unilateral, con la incógnita de si este procedimiento va a ser aceptado por el FMI para iniciar negociaciones, o si provoca una crisis política. AF ahuyenta el fantasma de la grieta para ver si logra que nadie saque los pies del plato en esa situación límite. La ‘transición’ es, asimismo, un arma de extorsión hacia los sindicatos, en especial aquellos del kirchnerismo que lucen de combativos, para que mantengan el inmovilismo mientras dura la ‘pelea’ de la transición. Por debajo del aparato sindical y sus tentáculos, la crisis acentúa el enfrentamiento de las patronales contra los trabajadores, y desequilibra el impasse de esta transición en permanencia. El nuevo gobierno, como ocurriera ya con el de Néstor Kirchner, pretende una nueva reforma previsional, para pagar la deuda pública con la recaudación de Anses.
El desaire del enviado de Trump a la ceremonia de asunción, en protesta por la presencia de una delegación de Maduro y del ecuatoriano Correa, señala también que el limbo o la transición, como se quiera, sigue en pie a nivel internacional. La cuestión de Bolivia es fundamental, y llamativo que AF no se refiriera a ella en su discurso. Si el golpismo se sale con la suya, la administración entrante se verá en sus trece.
Se pone a la orden del día una campaña por las paritarias y la libre acción del movimiento obrero y por el conjunto de las conquistas arrebatadas por el régimen de coalición del macrismo con el peronismo en los últimos cuatro años. Si el impasse de la transición deriva en una crisis política, el reclamo de una Constituyente Soberana cobrará de nuevo toda su actualidad.
En la agenda de esta campaña se encuentra una acción internacional común de las organizaciones de masas que pelean en Chile para acabar con Piñera y en Bolivia con el gobierno golpista; una acción contra la injerencia de Trump y Bolsonaro; por el derecho de Evo Morales de residir en Argentina y contra cualquier compromiso del flamante gobierno de Argentina que afecte la independencia nacional de América Latina.
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