El aspecto relevante del proceso electoral 2023 es el fracaso estratégico del objetivo político que le fuera asignado desde el comienzo e incluso antes. En un país con una inflación desbocada; sin financiamiento ni reservas internacionales; con un Banco Central endeudado con el sistema bancario por casi 30 billones de pesos, a tasas de interés del 150% anual; en situación de default potencial de la deuda del Tesoro, que supera los 400 mil millones de dólares; con una deuda con el FMI que se recicla a tasas de interés crecientes; con alrededor de 40% de la población debajo del nivel de pobreza; con salarios que se desvalorizan sin ninguna pausa; en estas condiciones, el objetivo asignado a las elecciones ha sido establecer un gobierno con la autoridad política de los votos, para rectificar en forma concluyente la marcha hacia el abismo. Pase lo que pase mañana, 13 de agosto, este propósito estratégico se encuentra en completa crisis.
Argentina no se encuentra solamente en un impasse financiero explosivo – el régimen político está hecho pedazos. Carece, por lo pronto, de Poder Ejecutivo – Presidente y Vice. El país es gobernado por el ministerio de Economía, en conflicto con el Banco Central y otras instituciones de la Administración pública. La creación de tipos de cambio múltiple ha creado un negociado típico de una nación en estado de desastre, como es la especulación entre las diferentes cotizaciones de cambio en las cuevas de dinero y en el comercio de exportación e importación. Sin reservas para financiar importaciones, al Banco Central le sobran dólares para abaratar el costo de la salida de capitales, al presionar contra la suba de las divisas. El ‘Ejecutivo’ se encuentra enfrentado a la Corte y a gran parte del Poder Judicial – y viceversa. En el filo de la veda electoral, la Justicia absolvió a los gendarmes que participaron en la represión en la que murió Santiago Maldonado, ofreciendo un aval político a Patricia Bullrich a horas del comicio. Una Cámara de Casación ordenó que el juez Martinez de Giorgi no avanzara en el examen a las tachaduras encontradas en los Cuadernos de Centeno, avanzando en la línea de condena a Cristina Fernández. Este es el estado del régimen político que debe seguir gobernando hasta el 10 de diciembre próximo.
Frente a esta crisis de conjunto, el diseño electoral tiene al frente de los sondeos de votos a cinco candidatos alineados con el cumplimiento de los planteos del FMI (el papista Grabois, aliado de Grobocopatel, suma votos para Massa). Así conformado el tablero, Argentina asiste a la elección más reaccionaria de la historia. A esto hay que agregar que el dudoso ‘tercer’ lugar que se adjudicó el FIT-U hace dos años fue apropiado por Milei, y el mismo FIT-U llega a las urnas en un estado de disolución. Massa mismo, el espadachín que la Cámpora sacó de la vaina, fue quien aseguró la gobernabilidad del macrismo hasta el último respiro. Con independencia de cómo gobernaron después, Menem representó para el electorado el ‘salariazo’ y De la Rúa, acompañado por Chacho Álvarez y la izquierda peronista, la alternativa a la corrupción y entreguismo del menemismo. La derecha ha ocupado todos los espacios, con el libreto del FMI y el Tesoro norteamericano en la mano. La llamada impropiamente ‘la izquierda’ ha ocultado esta caracterización durante toda la campaña.
Sin que nada haya cambiado acerca de este diseño reaccionario, el objetivo estratégico se encuentra en crisis. Así lo prueban las proyecciones de abstención y voto en blanco, y el avanzado grado de desintegración, por otro lado, de las fuerzas patronales en presencia. El eje de esto no son las ambiciones personales, que abundan más que nunca. Lo es el estado de incertidumbre de la burguesía acerca de la viabilidad social y económica de sus planes de estabilización. Banqueros y ex banqueros conspicuos advierten contra la intención de eliminar “el cepo”, que algunos estiman llevará dos años. Advierten contra una “explosión social”, pero también contra la viabilidad económica de hacerlo. Para acumular reservas internacionales suficientes no alcanzarán el libre cambio ni una devaluación, porque tanto una como la otra condenará a parte importante de la industria y el comercio a la quiebra. La eliminación del cepo y la devaluación no resolverán el pago de una deuda pública total de 450 mil millones de dólares, ni tampoco sus intereses – a lo que hay que agregar la deuda privada y la deuda del Banco Central con las empresas que financiaron últimamente en el exterior sus importaciones. La cuestión de las Leliq es explosiva, porque de ellas dependen los depósitos bancarios e incluso los encajes de los bancos. La prueba más contundente de este impasse extraordinario es que el FMI no pudo superarlo con sus planes en cuatro años de gobierno kirchnerista. La asignación de la responsabilidad del fracaso al “incumplimiento” del gobierno es lo más cercano a una superchería; los planes del FMI son incumplibles.
El régimen político llega derrotado a las PASO, como consecuencia de sus propias contradicciones. Esa derrota quedó patente ante la muerte violenta de Morena Domínguez, la niña de once años, frente a su escuela. En poquísimas horas, esa muerte se convirtió en una interpelación al conjunto del régimen político. Una interpelación sin atenuantes porque el régimen político no es para nada indiferente a la cuestión de la ‘seguridad’, a la que busca en forma desesperada convertir en el pretexto para desarrollar el Estado policial. El cartelito a lápiz, frente a la escuela, “Morena, no te pudimos proteger”, marca un violento contraste histórico con el desfile de kirchneristas y macristas, que han sido gobierno, en A Dos Voces, donde ninguno de sus candidatos supo, quiso o pudo hacerse cargo de nada. La alienación entre el régimen político y las masas ha alcanzado un nivel impresionante. El desasosiego popular frente a estas elecciones contrasta con la euforia de expectativas que saludó, hace cuarenta años, la victoria de Alfonsín.
Los comentaristas profesionales presentan este impasse explosivo de un modo sesgado, por supuesto, y fuertemente mediocre. Si JxC, dicen, le sacan una fuerte ventaja a los Patriots, o sea a la Unión Patriótica de la embajada de Estados Unidos, Argentina conocerá una avalancha de capitales y cobrarán un gran impulso la agroindustria y el extractivismo (litio, gas, petróleo). Si los resultados son parejos, la cosa ‘se complicaría’. Ambas alternativas, sin embargo, acentuarán la ‘expectativa’ de una devaluación y, por lo tanto, de la corrida cambiaria que ya se encuentra en desarrollo. Una descalificación electoral de Massa rompería el último resorte Ejecutivo de Argentina. Un resultado que lleve al alargue y eventualmente a penales renovaría los roces con el FMI, si Massa quiere seguir en carrera. Las variantes del tipo Soja IV o Maíz II tienen alcance episódico y agravan los desequilibrios existentes.
En resumen, ningún resultado de las PASO, en estas condiciones, acerca al régimen político al objetivo de una ‘reconstrucción’ de autoridad que enfrente con éxito la descomposición del régimen político como social. El contexto internacional refuerza el impasse; China en deflación; EEUU con rebaja en la calificación de deuda. La guerra Otan-Rusia escala al mar Negro, a la frontera Bielorrusia-Polonia y a África occidental. El calentamiento global ha comenzado a afectar al comercio y a la industria.
La segunda etapa de las elecciones puede marcar un salto mayor, incluso de calidad, en el proceso de la crisis. Nuestro partido, Política Obrera, sin despreciar los vaivenes de las elecciones, llama a seguir la curva de la crisis, que las elecciones van a llevar a estadios más altos – lo contrario de lo que esperaban de ellas el gran capital y sus poco ilustrados servidores.
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